Capitolo 8 - Sospiro.

334 66 67
                                    

Corea del Sur.
Julio; 2020.
5 meses restantes para la exposición.

Era una visión un poco compleja de describir para las personas que les tocó la desdicha de compartir ascensor con ése par de personajillos sacados de un cuento de terror. Era un hombre adulto de 1.80 metros cargando a otro hombre adulto que se veía pequeñísimo entre sus grandes brazos con vello oscuro. Uno con mirada de loco, y el otro dormido con la cara salpicada de sangre seca como si hubiera cometido una masacre o recibido una paliza. Algunos murmuraban por lo bajo sobre cómo debían estar preparados para correr si el hombre delante de la puerta se movía o algo por el estilo. Porque, a pesar de haber vivido en el mismo complejo de departamentos por años, jamás se habían cruzado con Taehyung, y mucho menos en ése estado desorientado que parecía encontrarse. Era como si el escultor jamás hubiera existido, y poco le importaba ser al menos mínimamente recordado por los demás. Creyó que sería mejor cargar a una persona en un ascensor y no bajar la cantidad inhumana de escaleras que le conectaban con el último piso. Tenía que buscar su auto rápidamente y llevar a Hoseok con Yoongi, no se detendría a escuchar opiniones ajenas o a distraerse con las malas miradas que estaban recibiendo. Algo a destacar de Taehyung es que, le importa una mierda lo que los demás digan de él. Cuando llegó a su destino, caminó hacía la salida de la recepción sin darse vuelta en ningún momento.

Los demás pasajeros volvieron a respirar.

El celular gritaba ansioso desde detrás de Hoseok. Taehyung corrió por la recepción hasta que sus pies tocaron el ardiente pavimento de la calle. No emuló sonido alguno por más que el dolor agudo se disparó por todos los nervios de su cuerpo. Había vivido cosas peores, no tenía tiempo de andar quejumbroso. Abrió el auto, primero del lado del copiloto. Depositó a Hoseok con toda la ternura que sus toscos dedos le permitían. Acomodó su cabeza para que ésta no cayera al frente, y por supuesto, no faltó el cinturón de seguridad. Le miró el rostro una vez más. La culpa se hizo presente. Se sentó a su lado, arrancando el motor para que el aire acondicionado trabajara.

—Mírate, quién diría que con ésa carita logras convencerme de todo. — Revisó el compartidor de su auto, habían unas toallitas húmedas. — Perdóname por avergonzarte así frente a los demás. — Le limpió el rostro como si puliera marfil, lento, prestando atención a cada detalle para que el ser frágil a su cuidado no se rompiese. Notó un pequeño lunar decorando una de las montañas de los labios de Hoseok, lo tocó con la punta de sus dedos.

—Aún no puedo creer que no te despiertes, vamos, abre los ojos y suelta sobre mí ésas ocurrencias que sólo tú tienes.

Nada.

—¿Cómo puedo extrañar así a una persona que no conozco?

Se le apretó el corazón, una vieja nostalgia se hizo presente como sabor amargo en su boca. Mordió sus labios, y apretó con ambas manos los costados de su cabeza. Buscando olvidar, buscando recordar. El dolor punzante atacándole nuevamente. ¿Quién es Jung Hoseok? ¿Quién? ¿Quién? Lo conoció en el aeropuerto, lo vió cantar. Ésas son sus únicas memorias sobre él, entonces, ¿por qué lo extrañaba tanto? ¿por qué su corazón despertó de su olvido anestesiante al verle sonreír? Taehyung confiaba en sus instintos, pero éstos compartían una desconexión terrible con su memoria: su estadía en Il paradiso creó una división tajante e irreparable entre él mismo y lo que le introdujeron a ser. Sus sueños pasaron ante sus ojos, como pequeños destellos de luz, y apareció el joven diciéndole «te amo».

Gritó una maldición contra Dios y aceleró el viaje.

Llegó en menos de quince minutos al Hospital Universitario de Seúl. Estacionó a la sombra, lo mejor que pudo encontrar a las 16:00 hs. en un lugar tan concurrido como lo era el lugar de trabajo de Yoongi. Sin bajarse del auto, estiró su brazo hacía los asientos traseros, en busca de alguna gorra o manta para cubrirle la cabeza a Hoseok. Su astuta mano dio con una textura conocida. Era la capelina blanca que Alessia había dejado olvidada allí desde el día en que Taehyung se la regaló.

L'arte di Sorridere. [ vhope ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora