Capitolo 17 - Pelli che bruciano.

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Corea del Sur.
Julio; 2020.
5 meses restantes para la exposición.

El bailarín se aseguró de que no hubiera nadie cerca.

Se sacó torpemente la chaqueta, y la analizó por unos largos segundos. Líneas carmesí pintaban la tela de cuero sintético, eran tantas y tan diferentes que temió por el estado de su espalda. Con un pequeño empujón al inicio de sus caderas, la tela que cubría su masculinidad se deslizó por sus esbeltas piernas. La pateó a una esquina, para que no estorbase en el paso del escultor.

El brillo del espejo atrapó su visión por el rabillo del ojo, sus labios temblaban.
Debía verlo, debía saber con qué mochila cargaría para toda su vida.

Unos pasos tímidos centraron su imagen en el vidrio. Respiró pausadamente, tomando coraje.

—Eres horrible. — El pecho plano, los pezones chocolate y sus clavículas huesudas destacaban. La cintura pequeña, las caderas anchas. Las costillas marcadas, el vientre vacío. Su miembro colgaba dormido, y el vello que tenía poco le cubría, dejándolo del todo expuesto. Los muslos eran rellenos, y a partir de las rodillas, sus piernas caían con gracia. — Sin embargo, te las arreglas para seducir enfermos.

Ni hablar de su rostro, Hoseok odiaba su rostro indudablemente. Ojos enormes, nariz larga. Boca pequeña, cabello insípidamente lacio. Su forma era ovalada, las burlas con el término “caballo” eran algo recurrente que escuchaba.

Cerrando sus ojos, mostró su espalda al espejo.

—Dios, tengo miedo.

La preocupación y la curiosidad superaron cualquier conflicto consigo mismo, y se atrevió a mirar el reflejo.

Gritó audiblemente, el dolor apoderándose de él. La carne estaba embravecida, roja e hinchada. El cinturón le había arrancado pequeños pedazos de piel con cada azote, había unos más grandes que otros. Rasguños extendidos a lo largo y ancho, las viejas heridas no eran nada en comparación a las nuevas. Hundió su dedo en uno de los huecos, y comprobó que, si bien eran profundos, no lo suficiente como para arruinar su ejercicio de bailarín. La sangre empezó a correr desde las distintas magulladuras, los morados en sus caderas eran iguales que el que tenía en su frente si corría el flequillo. Después de todo, Mark había golpeado su cabeza contra la puerta hasta dejarlo casi inconsciente.

Unas lágrimas desesperadas se escaparon, el temblor en su cuerpo no paraba.
Al escucharlo, Taehyung cerró sus ojos fuertemente, sufriendo como si fuera él aquel que recibió los daños. Le había entregado a Seung los elementos, y en silencio esperaba detrás de la puerta cerrada.

—¿Estás bien, Hoseok? — Disfrazando su voz, el escultor no pudo contenerse.

El bailarín refregó sin cuidado sus ojos, limpiando el resto de las lágrimas calientes que caían. Si continuaba mostrándose débil ante Vante, el tipo podría joderlo de la mejor manera. Corrió a la ducha, apoyando sus dedos sobre los azulejos, se mantuvo de pie escondiendo su rostro y dándole la espalda al escultor.

—Sí, lamento la espera. Mis pantalones no querían bajar, haha.

—Entraré, no te asustes.

—P-por favor, no mires abajo. Sólo… sólo concéntrate en mi espalda.

—Lo prometo, no iré más allá de simplemente limpiarte.

La puerta detrás de él se abrió, y se estremeció del susto.

Los oscuros orbes de Taehyung recorrieron la silueta del bailarín, éste mantenía su cabeza baja. La sangre estaba presente, la carnosidad que esperaba al final de su espalda estaba siendo teñida de un color interesante. Se le secó la boca, y se sintió un poco mareado. Al final, las heridas eran mucho más serias de lo que esperaba. Apretó el jabón neutro y el suero fisiológico que llevaba en sus manos.

L'arte di Sorridere. [ vhope ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora