Capitolo 3 - Fratello.

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Corea del Sur.
Julio; 2020.
5 meses restantes para la exposición.

No pudo evitar sentirse como un adolescente hormonal que acababa de coquetear con un chico guapo. Sonreía, sus mejillas regordetas estaban acaloradas, admiraba desde la ventana del taxi la luz del sol besando a los árboles en la calle camino a su hogar. Hoseok no era así a menudo, pensaba que moriría solo puesto que ningún hombre se fijaría en alguien tan poco “agraciado” como le tocó ser, también olvidaba fácilmente toda situación que le generará tristeza o vergüenza. Está orgulloso de haberse mostrado tan confiado a pesar de que su lado torpe tuvo el papel estelar ésa misma mañana. ¿Abrazar a un desconocido luego de que te bañaron en café única y exclusivamente porque te recordó a Taehyung? Él no lo habría concebido nunca. Si bien el joven parecía una versión madura, y un poco sombría de Taehyung, por lo que podía confirmar, no se parecían ni en lo más mínimo. Quizás fueron sus rasgos bellos los que a Hoseok le generaron anhelo y nostalgia, pero el hombre con “propuestas” parecía dominante, feroz, y en algún punto, asustado de si mismo. En su mirada se podía percibir fácilmente a un tigre enjaulado rugiendo desamparado por un poco de libertad y sosiego en su mente, y en su rostro se mantenía con un temple frío e inquebrantable. Cuando Hoseok lo tuvo entre sus brazos, el hombre tembló. Un mísero intento de protegerse a si mismo, o tal vez odiaba el contacto físico. Sin embargo a Hoseok se le borró la segunda hipótesis al tener en cuenta el suspiro caliente que acarició su oído y que él había dejado escapar. Una señal que se contradecía completamente con la forma bruta que tuvo de sacárselo de encima. Se trataba de algo muchísimo más complejo y que, sinceramente, había despertado su curiosidad. No sólo le ofrecía un trabajo, sino que también mencionó algo sobre el arte. Hoseok era un apasionado, su Taehyungie siempre le decía que tenía la voz tierna de un ángel, que escucharle era como viajar a cálidas nubes de algodón. Tal vez ésta persona nueva le ofrecería un nuevo modo de perderse en su creatividad. No podía mentirse a si mismo, y tuvo que admitir que él le parecía hermoso. No arruinaría las cosas por una mera atracción pasajera, era un virgen que poco conocía del amor y éstos no eran tiempos de andar averiguando si tenía posibilidad o no de curar sus viejas heridas.

Chasqueó sus labios y negó con la cabeza, ni siquiera sabía del trabajo y ya estaba sacando conclusiones de una persona que acababa de conocer. La voz del taxista anunciándole que habían llegado lo sacó de sus pensamientos, y Hoseok le agradeció a Dios. Se despegó de la ventana, le pagó la tarifa del viaje y un poco le dolió. Recortó bastante su presupuesto para la semana. Podría haber tomado el transporte público pero sus valijas repletas con ropa colorida para sus presentaciones eran pesadas. Sí, cantaba y bailaba en lugares descuidados, llenos de borrachos violentos, pero era lo que tocaba. Hoy estaba en las últimas de lo que en algún momento fue, y sabía que renacería. No importaba cuánto tiempo le tomase, cuántos sacrificios la vida le exigiese, él sería de su música. Porque Jung Hoseok quería que las personas débiles como él, conocieran el amor propio gracias a sus letras y melodías.

Le tocaban subir unas escaleras rocosas para llegar a la antigua casa de ladrillo visto. Podría mudarse a algún departamento humilde perdido por la ciudad, así sería sencillo moverse de un lado al otro como su trabajo le demandaba. Si tan sólo el dinero le sobrará, si tan sólo no tuviera que mantener con limosnas a sus tres hermanos pequeños gracias a que su borracha madre los abandonaba de constante, y con ella se llevaba cualquier rastro de la ayuda social que recibían del gobierno. Desde que su adorado padre murió por una silenciosa leucemia, Hoseok se encargó de su familia sin rechistar. Todas las personas valiosas para él, conocieron su final de manera trágica y terrible. 2014 fue el peor año de su vida, perdió a dos de sus grandes ejes que lo mantenían de pie. Uno por la enfermedad, y el otro por el suicidio. Cada noche antes de dormir, Hoseok se colocaba sus auriculares, y fijaba su vista en el techo. Ahí lloraba en silencio, cargando con culpas que jamás debieron estar sobre sus hombros. Era un chico de 22 años que había conocido demasiadas miserias en lo que constaba de vida, pero, sonreía. Tenía esperanza, anhelos. No lograrían destruir lo que él con tanto cariño construyó: su persona, su carácter. Ama ser el centro de atención, reír fuerte, y querer al otro con el alma. Así es Hoseok, un chico que se ve y es precioso, por dentro y por fuera. Era una pena que su autoestima haya quedado destrozada cuando fue abusado, se concibe a él mismo como alguien feo, incapaz de recibir amor.

L'arte di Sorridere. [ vhope ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora