dos.

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juan pablo villamil.

—¿usted es como bruto, no? —decía isaza mientras movía su café con una cuchara— ¿qué pretende qué hagamos nosotros? —los vargas que estaban desayunando a mi izquierda me miraron.

— no pues nada, solo tenía la pequeña esperanza quizá alguno de ustedes la conocía. Simón conoce mucha gente. —dije señalando al de gafas.

—villa ¿sabes cuántas niñas de cabello negro y ojos cafés hay en Bogotá? me atrevería a decir que al menos el sesenta y cinco por ciento de la población bogotana es así. —explicó.

—no hay chance villamil, con la descripción que nos dio podríamos creer que es cualquier niña de la ciudad. —añadió martín.

—además ¿cuál es el afán? recién se conocían. —hablaba isaza mientras bebía su café— y eso le pasa por huevón, por decirnos hasta ahora casi una semana después. Ni siquiera estamos en Colombia.

—¿ya me dejaron de regañar o esto se va extender una hora más? —reproché— no sé, tal vez su hermana la conozca parecía ser de la edad de susi.

—mi perro yo no te quiero decepcionar, pero la búsqueda de esta niña está como una aguja en un pajar. —decía simón mientras ponía su mano en mi hombro.

—¿si se tragó de esa niña? —cuestionó mi tocayo— en esos ojos se nota que sí, no nos quiera mentir.

—pues dígame usted juan pablo, desde hace una semana que me estoy partiendo la cabeza para saber como buscarla. —contesté y él río.

—ay villamil ¿qué vamos hacer con usted?






[...]






elia zapata.

—elia no sé a qué venimos si no te gusta beber.—decía mi amiga mientras caminaba a mi lado, ignoré su comentario y empujé la puerta. Agustín notó nuestra presencia y movió su mano de lado a lado para saludarnos.

—niñas, qué gusto verlas de nuevo —saludó mi amigo con la alegría de siempre— ¿vienen a tomar algo o elia las arrastró acá? —bromeó.

—viene porque quiere sentarse a escribir sin que la estemos molestando. —decía génesis mientras leía la carta que estaba frente a ella.

—vine porque quiero invitarlas a tomar algo. —dije mientras la veía— ¿van a pedir algo?

Agustín tomó el pedido de ambas y seguido de esto dejó dos botellas de cerveza al frente de cada una. Abrí la libreta para revisar el avance de mi última composición, esperando al menos sentirme a gusto con lo que había planteado.

—el otro día te fuiste y dejaste al cantante esperándote. —comentó mientras dejaba la gaseosa frente a mí—se quedó como unos veinte minutos. —mis dos amigas me miraron mientras yo mordía el interior de mi mejilla.— ¿no les habías contando, verdad?

—no Agustín, pero gracias ahora tengo que dar explicaciones. —respondí y él sonrío fingiendo inocencia.

—¿lo de siempre? —inquirió michelle viendo a mi amigo— sí, fue lo de siempre ¿no?

—no sé para qué preguntas si sabes cuál va ser la respuesta. —contesté tranquila mientras pasaba las páginas de mi cuaderno.

—elia ¿por qué lo dejaste? ¿y cómo así que un cantante? —cuestionaba génesis— elia —dijo poniendo su mano sobre la libreta— te estoy preguntado.

—deberían preguntarle al señor bartender, parece que hoy anda más hablantín de lo habitual. —contesté mientras cerraba el cuaderno y lo hacía un lado— y sí, cantante justamente por eso me fui.

—no se supone que deberías haberte quedado y aprovechar, tal vez y te ayudaba con tus composiciones ¡e incluso podrías haberle vendedido una de tus letras elia! —me regañó mi amiga, negué con la cabeza.

—no vine hablar del cantante, tampoco a qué me acusaran con mis amigas. Vine a tomar algo para distraerme y despejar mis ideas.

agradecí cuando vi que ambas se rendieron y volvieron a su postura habitual. No eran malas amigas, en realidad eran casi un regalo del cielo pero yo era bastante dura con el tema de conocer gente nueva, no estaba en condición de hacer amigos.

aunque tenía que ser honesta, el cantante me había parecido un sujeto bastante interesante parecía como si no se diera cuenta pero te coqueteaba y te envolvía de la forma más sutil. Sumándole el empaque exterior, era un hombre inteligente que sabía mantener mil y un temas de conversación.

su único pecado (o al menos a simple vista) era ser reconocido.

cuando la noche empezó a caer sobre nosotras nos despedimos de nuestro amigo y salimos para tomar un taxi, estábamos cansadas y para esta hora del día las energías estaban bastante bajas. Subí en la parte trasera junto a michelle, y cerré la puerta.

—eli, guardame esto en tu bolso. —pedía génesis desde el asiento de copiloto, tomé su teléfono y abrí mi bolso para poder guardarlo. Abriendo el primer compartimiento sentí que el alma se me fue, había dejado mi libreta sobre la mesa.

composiciones perdidas ; juan pablo villamil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora