seis.

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juan pablo villamil.

la noche del 25 de julio parecía ser alegre, el. menor de los vargas estaba de manteles largos y aprovechando que este año su cumpleaños era un día libre en bogotá.

sugerí que invitaran a aleho, porque seguía siendo un gran amigo nuestro y porque necesitaba hablar con él, esta era una buena excusa para vernos. Para mí suerte el menor de los vargas aceptó con gusto.

— ¿está seguro que ese bar es una buena opción? —cuestionaba isaza mientras iba en el asiento de copiloto.

—más que seguro mi perro —contesté sin mover mi vista de la calle— llega muy poca gente así que podremos estar tranquilos.

—marto dice que va llegando con laura y aleho dice que ya está ahí.—hablaba simón desde el asiento trasero. Asentí y seguí conduciendo hasta nuestro destino.

estaba ansioso, esperaba que aleho tuviera alguna pista o algo que me lleve a ella. Era la fecha en la que yo seguía clavado con esta niña, era mi culpa que que ella solo fuera un recuerdo porque fui tonto y no actué a tiempo.

estaba tan perdido en ella y en la conversación que por mi mente jamás se cruzó la opción de preguntarle su nombre.

bajé la velocidad cuándo noté que estábamos cerca y finalmente aparqué en el estacionamiento, salimos del auto y nos aseguramos de llevar nuestras cosas. Caminamos hasta la entrada, Isaza empujó la puerta y pude ver a nuestro viejo amigo sentando junto a la pareja.

nos movilizamos hasta la mesa dónde estaban ellos, tomamos asiento luego de saludar a laura y al cumpleañero.

—¿cómo vas manejando estos veintitantos, marto? —preguntaba el más alto mientas tomaba la carta.

—bien, bastante bien no tengo ni una sola queja. —respondió con una sonrisa, al igual que siempre.

—estaría demás quejarte después de todo lo que hemos hecho tu mamá y yo. —añadió laura. El mesero apareció para tomar  las órdenes de cada uno y segundo de eso se marchó.

—oigan hace bastantico que no estábamos los cinco juntos, digo a veces alguno se encontraba con aleho pero no era igual. —comentaba el de gafas.

—sí, es que ustedes son unos tipos muy ocupados —bromeó alejandro— pero da gusto verlos nuevamente muchachos.

una conversación se armó en la mesa para amenizar la espera de los pedidos, mientras tanto en mi mente trataba de formular alguna pregunta o frase para poder iniciar la conversación con posada.

—aleho —lo llamé en voz baja, lo tenía a mi derecha y los otros cuatro estaban demasiado entretenidos en su charla. Alejandro me miró esperando a que hablara— es que te quiero hablar de algo.

—cuéntame —contestó mientras se acomodaba en la silla.

—hace ya unas semanas conocí a una niña acá en este lugar —dije moviendo mi dedo índice hacia abajo— era compositiora, me brindó una charla increíble. Pero, para no hacerte largo este cuento prosigo, por alguna razón ella se marchó y durante toda la charla que tuvimos nunca le pregunté su nombre.

—uf villa, que suerte la que se carga. —decía mientras reía— ¿pasó algo más?

—unos días después volví para buscarla pero no estaba pero me encontré con la sorpresa de que ella había dejado acá su libreta de composiciones, la pedí porque quizá por ahí estaba su nombre o su número. No había nada de ella, pero ¿sabes que encontré? —alzó su ceja esperando a que dijera algo— tu número de teléfono.

—¿le robaste la libreta? —fue lo primero que preguntó, abrí mis ojos ante la acusación— villamil eso está mal...

—¡¿qué?! no, no le robé la libreta te dije que se la iba regresar —me defendí— pero me estás cambiando el tema, ¿sabes quién es la niña de la libreta?

—no tengo idea de quién es —respondió para luego darle un sorbo a su cerveza.— no me estás dando mucha información.

—aleho, yo sé que tienes más que claro de quién te estoy hablando. Necesito encontrarla, quiero hablar con ella.

—juan pablo, no sé de quién me hablas. Hay más de una compositora tiene mi número de teléfono, trabajo en una radio. —le di un sorbo a mi bebida, moví mi vista a la puerta y sentí que el aire se me cortó cuando la vi parada en la puerta. Ella también me estaba viendo y parecía estar bastante sorprendida.

—¡aleho es ella! —le dije a mi amigo, todos en mi mesa movieron su vista hasta la puerta. Me levanté de mi lugar y caminé hasta la salida, aceleré mi paso cuando vi que ella no entró y en su lugar se dio media vuelta para salir.

corrí cuando salí del bar, pero ella era muchísimo más rápida que yo. Claramente ella no va corriendo en botas, como yo.

mientras ella corría noté que llevó su mano a su pecho y luego miró hacia el suelo pero siguió corriendo.

—¡hey! —la llamé pero la perdí de vista, detuve mi trote porque sabía que era en vano seguir corriendo. Tomé algo de aire, mi condición física no estaba en su mejor punto.

miré hacia el suelo y una pequeña iluminación llamó mi atención, me agaché para ver que era. Estando cerca pude ver que era una cadena con un dije que parecían ser letras cursivas.

tomé la cadena entre mis dedos para poder leer que decía. Era una cadena de oro, y las letras cursivas formaban el nombre de "elia."

—elia. —dije en voz alta. Me regresé al bar, en el camino devuelta noté que corrí menos de lo que creí.

entré nuevamente al local, me sentía acalorado por la actividad física realizada. Me tiré sobre la silla.

—¿era la niña de la otra vez? —preguntó simón y yo asentí.

—que suerte la suya —decía isaza— ¿se le escondió otra vez?

—sí, pero al menos ya sé cómo se llama. Según la cadena que se le cayó —contesté mientras dejaba el accesorio sobre la mesa— su nombre es elia. —miré a aleho esperando a que me dijera algo.

luego de algunos comentarios más departe de laura y martín una conversación nueva se generó, pero la espina en mí seguía molestando. Ahora con el nombre en mano y después de haberla visto, aleho debía tener más que claro quién es ella.

—aleho... —lo llamé nuevamente, mi amigo me miró.

—villamil no la molestes más, déjala. 

composiciones perdidas ; juan pablo villamil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora