cuatro.

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juan pablo villamil.

había esperanza de encontrarla, no tenía idea de quién era el número pero podía ser un medio para llegar a ella y eso ya era un avance bastante grande en esta búsqueda implacable.

—chino, dicte el número. —dije pasándole la libreta a martín y sacando mi teléfono del bolsillo. El menor empezó a dictar el número, la sonrisa de que tenía en mi rostro se apagó cuando vi que yo ya tenía ese número en mi contactos.

el número que estaba escrito en la libreta estaba agendado en mi teléfono y según lo que marcaba el dispositivo, era el número de Aleho Posada.

— marto —dije aún con la vista en mi teléfono— es el número de aleho. —mi amigo me miró incrédulo, digitó el número en su teléfono y efectivamente era el número de Posada.

—¿el número de aleho? —la sorpresa era notoria en ambos— ¿pero cómo que el número de aleho?

—pues sí, la libreta es de ella pero no sé porqué tiene el número de él escrito en la última página. —contesté.

—bueno pero quizá él pueda ayudarlo a ubicarla. —decía mientras miraba la pantalla de su teléfono.

—no creo que sea buena idea acudir a aleho —dije mientras trataba de salir del estacionamiento.— seguramente me va preguntar que porqué tengo la libreta y no me apetece contarle que mentí para que me la dieran.

—se está complicado usted solo villamil —decía mientras veía a través de la ventana— pero bueno, cómo usted quiera. Si necesita ayuda nada más avíseme.

conduje hasta la casa de los vargas para dejar a martín, luego de darle las gracias y pedirle que le mandara saludos a doña juana se bajó del vehículo. Seguí mi camino hasta mi casa, quería ir a mi habitación y leer por encima las composiciones que ella había escrito.

no iba a leerlas todas, porque en primer lugar son muchas y en segundo estoy consiente de que eso no está bien y el tema de la escritura de canciones puede ser personal. Yo como músico lo tenía claro y lo iba respetar.

cuando llegué a casa bajé del auto y entré para ir directo a mi habitación. Cerré la puerta a mis espaldas y caminé hasta mi escritorio para sentarme en la silla y leer.

lo que las páginas me dejaban ver era a una persona totalmente talentosa, incluso leyendo por encima se podía notar la pasión que transmitía por medio del lápiz y el papel. Esta niña era dueña de una caligrafía batsnate bonita y casi elegante, de toda la lectura una frase me quedó vagando en la mente.

"que escuche por la radio mis besos al aire."









elia zapata.

los días habían sido casi oscuros para mí, había perdido mi libreta y cuando llamé agustín para que pudiera guardarla no atendió el teléfono sino fue hasta cuatro horas después. Para desgracia de ambos, él había tenido un accidente laboral y por eso no había logrado contestar mis llamados.

según la palabra de mi amigo él había guardado muy bien mi cuaderno, decidí confiar en él. Esa libreta era una parte esencial de mi vida, todas las canciones plasmadas ahí eran totalmente mías, habían salido de mi cabeza a excepción de una que había sido creada con ayuda de un amigo que hice cuando me mudé a Bogotá.

—elia por favor cálmate, los nervios te van a jugar una mala pasada. —hablaba michelle exasperada mientras caminaba detrás de mí y de génesis.

—michelle —detuve mi paso y la miré— esa libreta me estaba dando de comer de forma indirecta, no puedo calmarme. Ahí está escrita una parte de mí vida.

—seguramente que agus la guardó bien y dentro de unos minutos te estará entregando la libreta. —decía génesis tratando de ayudarme a mantener la cordura ante el tema.

tomé aire y empujé la puerta del bar para poder entrar, le había dicho a mi amigo que en cuanto volviera a trabajar yo vendría a busca mi cuaderno porque lo necesitaba. Cuando Agustín nos vio entrar se quedó quieto en su lugar y esperó hasta que llegáramos a la barra.

—antes de que se le explote un ojo por la tensión, dale la libreta. —avisó génesis mientras se sentaba. Agustín miró a su compañero y luego me miró a mí.

—agus —dije al ver que no reaccionaba.

—elia no me mates —pasé mis dedos por el puente de mi nariz— yo te juro que la dejé guardada pero hoy que llegué a buscarla me di cuenta que no estaba. Alguien se la robó.

parecía dramático pero todas aquellas palabras se sintieron como si me hubiesen lanzando al vacío y sin tener nada para agarrarme. El golpe que me estaba llevando era casi tan fuerte como el que recibe una persona que se lanza contra suelo sin protección.

—lo que me dijo mi compañero es que un chico se la llevó pero no me supo describir como era él físicamente. Elia perdóname, yo te compro una nueva. —decía, negué con la cabeza.

—yo misma me puedo comprar una nueva, pero yo no necesito una nueva ¡necesito mi libreta! —grité dejándome llevar por el enojo.

—hey —me llamó mich— ¿y si el que recogió la libreta fue aleho? tal vez él vino por acá, la reconoció y se la llevó.

—michelle, hace mucho que no me veo con Aleho dudo que a esta altura del partido recuerde como es mi cuaderno. —dije mientras pasaba mi mano por mi cabello.

—pregúntale, no pierdes nada. —apoyó mi otra amiga. Dejé salir un suspiro.

era hora de contactar al pasado.

composiciones perdidas ; juan pablo villamil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora