Capítulo 5

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Sola

Así es como estaba cuando me desperté de unos de los mejores sueños desde hacía meses. Sólo tenía pesadillas, una noche tras otra, pero ésta había sido distinta. Al estar entre los brazos de mi hermano, sentir su calma me hizo que por fin me relajara para poder dormir.

Como ya podía moverme por mi misma, me incorporé despacio en la cama hasta quedarme sentada. Moví los dedos de los pies, las piernas y cuando sentí que podía, me deslice hasta tocar el suelo. La espalda se me resintió un poco, pero me permitió que pudiera andar mejor. El brazo aún escayolado, y sin collarín, me veía algo mejor.

Una vez entre al baño, mis ojos se fueron directo al espejo y lo que vi me dejó bastante preocupada.

Alrededor de mi ojo izquierdo tenía un moratón de color entre amantillo y verde, no me dolía sino me hubiera dado cuenta antes.

Era la primera vez que me veía en uno y al profundizar más la vista, me vi mucho más delgada de cuando tuve el accidente. La clavícula se me notaba más de lo normal, y por seguir investigando, me subí la camiseta que llevaba como pijama hasta por debajo del pecho.

Los huesos de las caderas se veían si te fijabas bien, mi vientre era mucho más plano de lo que de normal era, ya que solía ser redondo. Me gustaba lo que veía, el lado bueno del accidente era este, había conseguido adelgazar sin querer y no me sentía mal.

Ahora entendía por qué mi madre me había dicho que había ido a comprarme ropa para estar aquí, incluida la ropa interior menos los sujetadores que yo tenía nuevos en casa.

Durante la mañana, el médico me dijo que al día siguiente me haría la prueba que me faltaba y que si está salía bien en dos días me iba a casa, la escayola me la quitaron en un rato ya que habían visto en una radiografía del día anterior que estaba el hueso en buen sitio y con una venda se podría acabar de soldar. La pierna ya sería otra cosa, iba a necesitar más días para poder moverla como siempre, pero eso no iba a ser problema.

Cuando apareció mi madre y mi hermana sobre la una del mediodía les conté todo lo que el médico me había dicho. Mi hermana empezó a decir que como sabía cómo era yo se vendría a mi casa unos días hasta que yo pudiera sola con todo, mi madre la miraba negando con la cabeza pero Melanie era como yo, y nada la iba hacer cambiar de opinión.

Por la tarde, mientras las tres veíamos una peli en mi ordenador, la puerta se abrió y apareció un brazo con un gato de peluche, otro brazo más abajo con leopardo también de peluche, empecé a reírme, solo había dos personas que podían aparecer así en un hospital. Dos personas que las quería más que a mi misma y esos dos eran mi padre y mi hermano.

Abrieron la puerta riéndose de ellos mismos por la fantástica entrada que habían tenido. Mis brazos se abrieron al instante y los dos vinieron a abrazarme. Mi familia para mi era lo primero, y lo más importante que tenía junto con mis amigos de toda la vida.

Pasamos la tarde entre risas y recordando cosas de cuando éramos pequeños. Mi madre nos volvió a contar el día en el que nacimos mi hermano y yo, el momento en el que la comadrona les dijo que éramos niños y niñas.

Si, somos mellizos. Cuando nació mi hermana y todo un sinfín de cosas hasta que se hizo tarde.

Los besé a todos varias veces y después de conseguir que me dejaran sola, que no me pasaría nada y que tendría el móvil a mano, se fueron los cuatro a casa.

La enfermera pasó a darme la medicación y me preguntó cómo estaba, la auxiliar entró con mi zumo ya preparado y deseándole buenas noches se fue.

HASTA EL MAS ALLÁDonde viven las historias. Descúbrelo ahora