Capítulo 1

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Llueve

Se oyen las gotas repicar contra los cristales de la habitación. Era mi sonido favorito desde que era pequeña y me salí de la cama para ver cómo caían hasta el suelo y se formaban charcos en el patio de casa de mis padres. Ahora, años después sigo haciendo lo mismo pero desde mi casa, solo que ahora las veo caer por la ventana.

Se presentaba un día feo, de esos que solo te apetece sentarse a mirar la lluvia tapada con una manta y ver una película de esas que te hacen llorar a moco tendido. Esa era mi vida en los últimos meses, sentarme a llorar y mirar por la ventana. No, aún no me había vuelto loca, todo tiene su explicación, lo malo que yo aún no había encontrado la mía.

Una llamada me hizo salir de mis pensamientos en el momento adecuado, empezada adentrarme demasiado en los recuerdos y me iba a costar días salir de ahí.

-Dime.

-Que haces? Seguro que mirando por la ventana a que si?

-Si, has acertado.

La risa a través del auricular no se hizo esperar, ella era la única que conseguía que en un momento mi mundo girara de una manera que me daba miedo.

-Y bien? ¿Qué planes tienes para hoy? Por que mira que te voy a decir, tengo la tarde libre y me apetece verte

-Y eso quiere decir que tengo que ducharme y arreglarme verdad?

-Me da que sí, haz el favor de darte una ducha de una vez o me veré obligada a llevar a la brigada anti-crisis para meterte en la ducha, guarra.

Me eché a reír, así era ella.

-La verdad es que no tengo ganas de salir y llueve.

-Claro no me acordaba, que llueve ácido....por dios Melyssa que es agua y no, no se te va a encrespar el pelo

-Odio cuando te pones en plan te conozco mejor que tú misma.

-Es que es así, así que te doy una hora y estoy en tu puerta con el coche.

-Vale pesada, en una hora.

Colgué sin despedirme, últimamente era algo habitual en mi y parecia que los demás empezaban aceptarlo.

Me di una ducha rápida, me puse unos vaqueros, una camiseta, unas bambas negras y la cazadora a conjunto. Mientras me miraba al espejo, vi como mis rizos caían sobre mis hombros cada uno por un lado, es el problema al que nos enfrentamos las personas de pelo rizado, domarlos es completamente imposible.

Decidí por ponerme un poco de espuma, secarme con el secador y antes de darme cuenta un claxon de un coche me avisaba que Sofía estaba en la puerta de mi casa dispuesta a todo por que saliera del que en estos meses había sido mi refugio.

Me asomé a la ventana y le indiqué que bajaba enseguida, agarré mi mochila ya preparada con mis cosas, me aseguré de que mi pequeña Daya tuviera su agua y su comida y salí de pensando ya que quería volver.

Al llegar a la puerta del coche, me quedé quieta con la mano en la maneta mientras otros de mis recuerdos aparecían en mi mente. Mi cuerpo se quedó rígido y mi mirada fija en mis bambas. De repente note una presencia a mi lado, una mano en mi espalda y un susurro que llegaba a mi oído de forma débil. Al darme la vuelta me encontré con la cara de mi amiga mirándome preocupada, le sonreí para calmarla y cogí su mano entre las mías.

-Estoy bien.

-No me des estos sustos, me preocupa cuando te quedas así.

-Lo sé perdona no es mi intención que te preocupes.

-Eres mía y sabes que todo lo que a ti te preocupe a mi también.

No me lo pensé, la estreché entre mis brazos cerrando los ojos mientras sentía que volvía a tomar el control de mi cuerpo.

Nos subimos al coche y con la música bien alta nos fuimos toda la tarde de compras, comidas prohibidas y risas de las que siempre formarán parte de un recuerdo más entre nosotras.

Al llegar a la puerta de mi casa sobre las doce de la noche, besé su mejilla mientras le daba las gracias por haberme convencido, bueno más bien obligado a salir esa tarde con ella. Con las llaves en una mano, y las bolsas en la otra, subí las escaleras, metí la llave en la cerradura y empecé a oír como los ladridos de mi perrita, un bulldog francés de tres meses blanca y negra. Se enredaba entre mis piernas cuando entraba en casa. Eso me hizo sonreír, era una de las cosas que más me gustaban al llegar a casa, era mejor que cualquier pastilla que pudiera tomar.

Guardé lo que había comprado, me fumé mi cigarro mientras cotilleaba las redes sociales y cuando me quise dar cuenta los ojos se me cerraron quedándome dormida en el sofá. No era la primera vez que me quedaba dormida sin notarlo, el cansancio acumulado me empezaba a pasar factura y no solo se me notaba en la cara de cansancio que llevaba todos los días, sino que también había perdido más de 15 kilos en esos meses. Era lo único que no me importaba, al menos me servía de algo.

A la mañana siguiente como era la costumbre la rutina volvía a mi, pero esa mañana había algo dentro de mí que no me hacía estar tranquila del todo, mis actos de regían por mis sensaciones y algo me decía que ese día pasaría algo, solo había que esperar para saber si eso iba a ser bueno o malo. Después de una ducha, de vestirme, decidí que era buen día para ir a verlo,así que sin pensarlo más, bajé las escaleras de mi casa, me metí en mi coche y me fui.

Por el camino empezó a llover, algo que a mi me inquietó ya que no me gusta conducir bajo la lluvia, me pongo nerviosa y siempre pienso que el coche no me va a responder. La ronda como era de costumbre, ya fuera la hora que fuese estaba llena de coches, y si le sumamos la lluvia parecía más llena de lo normal.

Coches, motos, camiones, era lo que vi durante varias horas ya que por motivo de obras había un carril cerrado. Mientras esperaba parada a que los coches volvieran andar, mire mi teléfono y vi que tenía una llamada perdida de mi madre, con el manos libres activado respondí cuando descolgó.

-Mamá estoy en medio de un atasco enorme, las obras de nuevo.

-Melyssa, ¿pero dónde vas?

-Al cementerio mamá.

-Justo cuando más llueve Melyssa.

-Ya lo sé, pero algo me decía que hoy tenía que venir.

-Hija otro sueño de los tuyos?.

-Si, y ya sabes que sobre este tema siempre hago caso.

-Vale, pero ten cuidado y cuando llegues llámame.

-Si mami, luego hablamos.

Justo cuando colgué, los coches empezaron a circular de nuevo, pero lo que no vi fue el camión que con una velocidad por encima de lo normal venía dirección a mi sin yo poder hacer nada.

HASTA EL MAS ALLÁDonde viven las historias. Descúbrelo ahora