Toda mi vida me han dicho que estaba destinada a la grandeza, qué gobernaría una nación, pero lo que nunca me dijeron era la carga que con lleva serlo.
Me enseñaron cómo debe comportarse la heredera al trono, sin embargó me encuentro en una encruci...
ADVERTENCIA: contiene consumo de sustancias y violencia que pueden ser fuertes para algunas lectoras.
Lo único que pude hacer, fue llorar, no quería sentir el dolor, no podía hacerlo.
Revise el cajón de Jacob y en una pequeña bandeja las destrocé por qué sentía mi garganta cerrada, inhale las dos pastillas, me acosté en el suelo esperando que hagan su trabajo.
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Él se levantó de la cama, salió de la habitación aproveche a ponerme más maquillaje, para que disimulara todo bien.
— ¿POR QUÉ CARAJOS ESTUVO AQUÍ? ¿POR QUÉ HA VENIDO?
Jacob presionó mi cabeza en el suelo después de haber dado una cachetada que hiciera que cayera.
— ¡PARA! — logré gritar. — Por que debería, Eres una zorra Phoebe. — Solo es mi amigo, solo mi amigo. — No puede venir aquí. — ¡Ya no vendrá lo prometo!
Él dejó de hacer presión en mi.
— eso espero. Estoy tan jodido por ti, ve cómo me pones Phoebe. ¡Dios! — Lo siento. No quería que te molestaras por eso te dije. — Ya cariño — me acuno en sus brazos — Ya no vuelvas a provocarme. Siempre dices que no lo harás y lo terminas haciendo.
Negué desesperada la cabeza.
— Lo prometo.
Hice un buen trabajo con él maquillaje, mis abuelitos me hablaron suplicando que fuera hoy desde que Nate se fue había pasado apenas unos días por lo cual yo quería verlos, desde mi cumpleaños no los veía. Hoy tomarían las fotos para navidad.
Aparte celebrarían el cumpleaños de mi hermano.
Jacob tardo un poco en volver, me puse las zapatillas para estar lista. Baje con cuidado las escaleras, ya que el vestido era un poco amplio, encontré a Jacob en la cocina que traía las copas.
— Te lo iba a llevar. — tenía un cigarrillo en la boca. — Te ahorre el trabajo. — sonrió, me ofreció la copa la cual agarré — Salud — chócamos nuestras copas — Hasta el fondo.
Bebí todo el líquido que tenía un sabor más amargo de lo común.
— ¿Quieres? — me ofreció el cigarrillo. Dude porque iba con mi familia. — Solo un poco — le di una calada — para aguantar un poco a todos. — Así me gusta — me dio un besó, en la boca. — Lastima que te vas. — Mis abuelitos no tienen la culpa de lo que hacen mis papás. — Si cariño. — Deséame suerte. — Suerte.
Chocamos nuestras copas, y bebí todo el champán.
— Toma — metió un cigarrillo en mi pequeña bolsa. — Por si lo necesitas. — Gracias — le di un besó.
