Capitulo 1

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Giraba, giraba en círculos, el hielo dentro de mi vaso de cristal, repleto del whisky más caro de la ciudad. Mi mirada estaba enfocada en sus movimientos, mis oídos trataban de prestar atención a las palabras de mi manager y de mis amigos de la discográfica, pero estaba flotando por la estratósfera. Un nudo se apodero de mi garganta, quité el móvil de mi pantalón y tecleé su número. "Mañana iré a dormir a casa, prepárame algo rico para cenar". Aunque todo el mundo pensaba que ese mensaje iba destinado alguna de mis amantes, estaban equivocados, le había escrito a mi madre. Ella era la única mujer en el mundo capaz de hacerme olvidar las desventajas de esta vida. El humo, las luces cegadoras impactando sobre mis ojos, las mujeres luciendo sus senos recién operados, nada ni nadie lograba captar mi atención, estaba aburrido, mi música sonaba en cada rincon de la fiesta, los hombres me invitaban de sus drogas blancas, me abrazaban y rogaban una próxima colaboración conmigo, lo que me aburría mucho más. Todos buscaban algo de lo que aprovecharse, "el niño estrella está en la casa, chupemos la sangre que corre por sus venas". Con los ojos en blanco tomé mi abrigo, entré a mi lujoso carro, puse el seguro y sali de aquella casa del pecado. La calle estaba desolada, encendí un cigarro y dejé que la velocidad despeinara mi cabello. El reloj jugaba con mi tiempo, la noche estaba en su mayor apogeo, aceleré un poco más, aferré mis manos al volante, el peligro rozaba la punta de mi nariz. Hasta que el orgasmo, el sentimiento de desahogo llegó por fin. Y ahí fue cuando el destino me condujo a la puerta de una disquería a las afueras de Toronto. Bajé del automóvil y con la esperanza de que nadie preguntara lo obvio, entré. Una muchacha de cabello gris, bailaba al compás de una canción de Bruce Springsteen, me parecía sorprendente que todavía existiera fanaticos de la buena música de los 80. La muchacha bailaba y tenía su mirada perdida en limpiar perfectamente cada uno de los discos en exposición.

— Buenas noches.— Dije cordialmente, la muchacha se acercó, su maquillaje lucía radiante a pesar de ser las 3 de la madrugada.

— Buenas noches, ¿Puedo ayudarlo? Tenemos una excelente promoción de vinilos esta noche.

— No busco nada en particular, sólo alejarme un poco de la ciudad, muéstrame vinilos de los 80. Veo que aquí tambien les gusta la buena música.

— Por supuesto sígame, en esta sección tenemos los discos nacionales e internacionales y por aqui nos encontramos con los discos de habla hispana. Aunque a mi derecha tenemos organizados los discos por tipo de productor.

— ¿Qué hace una mujer tan hermosa trabajando un sábado a estas horas de la noche?— Una sonrisa se dibujó en su rostro y sus mejillas rápidamente se enrojecieron.

— Soy feliz trabajando aqui y soy la unica de todas las empleadas que no duerme por la noche ¿Tu, niño bonito? ¿Qué haces a las afueras de Oshawa un sábado por la noche?

— No lo sé, supongo que estaba buscándote.— Nuestras miradas se encontraron, su ojo derecho era celeste como el mar y la mitad de su ojo izquierdo era color cafe, la heterochromia más bella que jamás había visto. Mordí mi labio inferior, la señorita era muy hermosa.

— Creo que le gustara este disco, es de mi ciudad natal.

— Los abluelos de la nara ¿Lo dije bien? ¿Acaso eres...

— Bastante bien, jajaja. Soy de Argentina, vine aquí a hacer un posgrado.

— ¿Y cómo terminaste en esta disqueria?

— ¿Acaso es un interrogatorio ?— Dijo en tono risueño, su sonrisa era una caricia para los pedazos de mi alma.

— Conduje casi dos horas para hablar contigo, por favor...

— Esta bien, te diré sólo porque eres mi amigo. Vine a estudiar sonido y grabación y bueno mi tío es el dueño de este lugar así que la disqueria es como mi segundo hogar.

— ¿Y cuál es el primero?— Dije levantando la mirada de los discos que había seleccionado.

— JAJAJAJ Eres muy bueno coqueteando con mujeres.

— Eso dicen...

— ¿Quieres que te prepare una taza de cafe? Voy a calentar el agua para el mate.

— ¿El qué? ¿Por qué eres tan amable conmigo?

— Porque tú lo eres conmigo.— La muchacha de cabello gris se ausentó por algunos minutos y volvio con una taza de cafe negro y un recipiente de madera con una bombilla de metal. Admiraba como sus manos se calentaban con el termo de agua caliente, como succionaba aquella mezcla de hierbas y agua caliente,— ¿Quieres un poco de azúcar? Volver al futuro es mi película favorita, déjame mostrarte el vinilo.— Me aprisionó por un segundo contra los discos, el aroma a flores que desprendía su cuello había llegado a mis fosas nasales, sus dedos repletos de anillos estaban muy cerca de los míos, bajé la mirada y descubrí que no llevaba brasier. Y aunque tenía ganas de probar el sabor de su piel, su cálida compañía era la medicina perfecta para esta noche de estrellas. 

— Hola, bienvenido a la Disquería ¿En qué puedo ayudarlo?— Traté de esconderme, me puse de espaldas al mostrador, no quería que nadie me reconociera ni mucho menos la prensa.

— Hola Linda, ¿Te llegó el disco de Paul McCartney que te encargué?

— Llegó hace unas horas, espero que lo disfrutes.

— Conserva el cambio.— Para mi suerte el hombre desapareció en un abrir y cerrar de ojos, dejándome solo con ella otra vez.

— ¿No vas a llevar este disco de Bruce? Dijiste que te gustaba la buena música.

— Me convenciste, súmalo a mi lista.— Le guiñé un ojo y ella otra vez volvió a regalarme una sonrisa.

— Tienes que llevarte este vinilo, te encantara.

— Blackbear, Everything means nothing, jamás lo había escuchado ¿Es bueno?

— Escúchalo y después me cuentas que te pareció. Este corre por mi cuenta.

— Creí que ibas a regalarmelos todos.— Inmediatamente soltó una hermosa carcajada, el verdadero deleite de mis oidos.

— De veras me encantaría pero necesito el dinero para sobrevivir. Espera ¿No conoces a Blackbear? Fue productor de un tema de Justin Bieber.

— Bromeo, me gusta escuchar el sonido de tu risa. Y no lo conozco, no escucho su música, pero por ti lo haré.— Mi mano corrio un mechon de su cabello detrás de su oreja. Cerré los ojos un segundo, me descuidé por un sólo segundo y todo su calor se apoderó de mi cuerpo. Fundidos en un profundo e inesperado abrazo, sus manos apretaban mi cintura, acariciaban la parte alta de mi espalda, estaba en el paraíso lo que se sentía agradable e incómodo a la vez ¿Acaso eso era lo que estaba buscando? ¿Qué alguien escuchará mi voz sin la necesidad de gritar? ¿El calor de una mujer sin la necesidad de una erección? ¿Una misteriosa mujer que rompiera con todos los esquemas de mi mundo?

— Tranquilo, a veces necesitamos aferrarnos a alguien para poder seguir adelante.

— El amanecer esta llegando, debo irme...— Dije aumentando la distancia de nuestros cuerpos, quité un manojo de billetes de 100 dólares de mi bolsillo y los puse sobre su mostrador.

— No necesitas pagar por mi compañía.

— Debo irme, lo siento. — Abrí la puerta como un cobarde y me despedí de aquella luz entre la oscuridad de la noche.

— Adios Abel. Espero que vuelvas...

La Disqueria | The WeekndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora