Capitulo 8

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— Hermano estás renovado, haz terminado tres canciones, ya estamos cada vez más cerca de terminar el disco ¿Cuéntame con quién quieres colaborar?

— Quiero hacer algo con Watt, el productor de Bieber.

— ¿Estás seguro? Veré si encuentro su número.

— Okei, debo irme.

— ¿A dónde vas? ¿Vas a desaparecer por otra semana más?

— JAJAJAJ Puede ser Sal, puede ser.

— ¿Es con aquella chica?

— Su nombre es Robert.

— ¿Estás saliendo con un hombre?

— JAJAAJAJ Adiós Sal, mándale mis saludos a mi ahijado.

Salí del estudio y conduje hasta Oshawa, la llave de su apartamento aguardaba en mi bolsillo, ese era el acuerdo que habíamos llegado. Subía a su apartamento, me quitaba la ropa y la esperaba con la comida, merendabamos juntos, hacíamos el amor, mirábamos películas, jugábamos juegos de mesa o hacíamos videollamada con Amala. Las noches de insomnio con ella cobraban sentido, poco a poco iba abriéndole mi corazón, con la confianza de que cuidaría de él.

— Quiero que me acompañes al estudio.

— ¿Estás loco? ¿Tienes fiebre?— Decía con un trozo de waffle en la boca, cebandome un mate caliente.

— Escribí una canción para ti, quiero que me ayudes a producirla.

— Te juro que está vez no le puse marihuana al mate.

— Estoy hablando en serio tarada.

— Ay amo cuando insultas con palabras Argentinas.

— Escúchame, mañana iremos al estudio, ponte algo bonito.

— ¿Y tú por qué  me das órdenes?

— Porque si dejo que decidas me dirás qué no.

— Es que la gente me va a mirar raro.

— ¿Por qué dices eso?— Ya estaba empezando a enojarme, no me gustaba que fuera insegura.

— Porque me visto con ropa grande y masculina y no conjugó bien los verbos en inglés.

— Ven aqui.— La senté en mi regazo y acaricie su rostro.— Eres hermosa, inteligente y maravillosa, nadie te hará daño, no lo permitiré.

— Tu vas a lastimarme.

— No digas eso, tu eres mi debilidad.

— Está por empezar el partido de Baloncesto.

Al día siguiente, pasé a buscar a Robert por la Disquería. Vestía unos jeans tiro alto y un top de rayas negras y blancas, que dejaban al descubierto sus tatuajes y los piercings de sus pezones, la primera vez que la veía con ropa ajustada. Labios de rojo, ojos delineados y su choker de piedras . Estaba hermosa, tan casual y excitante.

— Puedes dejar de mirar mis senos, gracias.

— Es tu culpa por no llevar brasier.

— Nunca uso brasier.

— Entonces no te quejes de que miro tus senos. Vamos, estamos tarde.

— Tengo hambre ¿No podemos pasar por una hamburguesa?

— Siempre hay tiempo para una hamburguesa.

Llegamos al estudio y en él estaban Sal, Illangelo y mi amigo Metro. Entramos comiendo, como dos animales, hamburguesas, llamando inmediatamente la atención de mis amigos.

La Disqueria | The WeekndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora