Capitulo 6 EXPLICIT

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Su frente se pego a la mía, estábamos a una respiración de distancia, cerré los ojos y dejé que acariciara cada parte de mi rostro, hasta llegar al final de mi barba.

— Eres muy hermoso.— Decía mientras sujetaba fuertemente mi cuello, excitandome por completo.— Tu no tienes idea de donde te haz metido.— Sus ojos se oscurecieron, se levantó de mi regazo y fue hasta su habitación, al cabo de algunos minutos, apareció completamente desnuda y con una fusta de cuero en su mano.

— ¿Esta es una casa feliz?— Dije haciendo referencia a una de mis canciones. 

— Prométeme que me dirás si es demasiado fuerte para ti. Dímelo.— Gritó mientras sujetaba mi cuello, no dije nada sólo moví la cabeza, me quitó la camiseta y con ella ató mis manos, me desnudo por completo, era su sumiso, esperando el primer golpe de placer. Su fusta primero impacto sobre mis piernas, tomándome por sorpresa, luego los golpes fueron subiendo, de mis caderas hasta mi boca. El aroma a cuero llegaba a la punta de mi nariz, en cada golpe la bestia se iba calentando más y más. Y cuando creí que todo había terminado, se sentó en mi regazo y mordió mi cuello, dejando una marca profunda. Grité de dolor pero eso no pareció importarle, quería mi sangre, mi sangre sobre su piel desnuda. Quería tocarla pero estaba inmovilizado, meter mi cabeza entre sus senos, pero ella llevaba el control. La veía masturbarme con un Egg texturado, la veía ponerse mi miembro en su boca y ayudar al masturbador a hacer su trabajo, estaba en el infierno y  esa noche el infierno era encantador. 

— Ven te llevaré a la cama.— Mi cuerpo estaba muy sensible luego del orgasmo y los juegos perversos.

— ¿Qué me haz hecho?

— Lo siento, no controlo la fuerza, descansa, me iré a dar una ducha.

— Quédate conmigo.— Mi vista se nublo y me quede profundamente dormido.

Al abrir los ojos, me encontraba solo en una cama gigante. En la cocina estaba ella, mirando un recital viejo de Justin Bieber mientras trenzaba su cabello mojado. Había restos de marihuana en el aire y un calor que invitaba a estar desnudo. Me levanté despacio de la cama y la sorprendí cargándola hasta el sillón. Besé sus labios, aquel portal hacia un mundo mejor, y la acosté arriba de mi cuerpo.

—¡Ey tu! Hola otra vez.

— ¿Qué hora es?

— Hora de que te quedes.

— ¿No quieres que me vaya?

— No.— Dijo besando mis labios.— Lamento haberte lastimado, si quieres puedo ponerle crema a tus marcas.

— Me encantó lo que hicimos ¿Quien te enseño eso?

— Practico BDSM y mi preferencia es la dominación.

— ¿La chica linda que cocina torta de chocolate es una pervertida?

— Lo siento, si no te gusta o no quieres volver a hacerlo, lo entenderé.

— Ey, mírame, Robert me encantó.— Mi boca beso la suya.— Dime si te calienta que me entregue completamente a ti.

— Me super calienta, estoy llena de juguetes para que probemos.

— Me muero por verlos todos.

Gotas de cera caliente caían por su pecho, una mezcla de aromas bailaban por la habitación. El sufrimiento aumentaba su libido, y como estaba dispuesto a poseerla, traté de ser lo más bruto posible. Con uno de sus vibradores, y la ayuda de mi saliva, estimule su clítoris. Abrazada a mis caderas me imploraba que le pegara una cachetada. Mordí sus pezones, tan fuerte que un poco de sangre desprendieron, pero cada movimiento que hacía parecía excitarla aún más. Mi lengua por su cuello, por su ombligo bajando hasta la punta de sus pies. Hasta que mi miembro se endureció como una piedra, en ese momento fui por un preservativo, la puse de espaldas y la penetré. Sosteniéndome, de su enorme trasero, iba aumentando la velocidad, me sentía un animal, el sudor obstaculizaba mi visión pero no podía dejar de moverme. No se si era por el efecto de la marihuana o la adicción que me provocaba su cuerpo.

— ¿Te sientes bien? ¿Quieres cambiar de posición?

— No puedo respirar. Ay si nena.

— Espera Abel, me estas asustando hace casi dos horas que estamos haciéndolo ¿Quieres que te la chupe así puedes acabar?

— ¿Pero y tú?— Decía sin dejar de moverme.

— Abel acabé como tres veces, ven acuéstate.— Me desplomé sobre su colchón y ella se encargó de quitarme el preservativo, mi erección seguía intacta. Comenzó a besarme, a practicarme sexo oral y nada, ya empezaba a dolerme el no poder acabar.— Espera, traeré un poco de hielo.— El frió calmaba el incendio de mi interior pero no extinguía mi erección, me masturbó con sus juguetes y nada, ya se nos estaban acabando las ideas para calmar este sufrimiento.

— No lo sé, me preocupas, vamos a bañarnos quizá el agua ayude un poco más que el hielo.

— Okei, ayúdame.

— Si, ven aquí.— Me ayudó a pararme y a llevarme a la ducha, abrió el grifo y reguló la temperatura para que no sea demasiado fría.— Lo siento esta sonando mi teléfono, espérame un segundo...No era nada importante, ven te ayudaré a meterte al agua ¿Tienes ganas de vomitar?

— No, sólo estoy muy mareado.

— Tranquilo, yo te sostengo, eso agárrate de mi.— El agua, el jabón y sus manos hicieron que por fin acabara, luego de eso mi mente quedo en blanco. Sólo recuerdo que desperté la mañana siguiente en un departamento vació.

"Me tuve que ir a trabajar, quédate todo el tiempo que quieras, te dejé el desayuno arriba de la mesa y hay más comida dentro del refrigerador XOXO R"

Lo primero que hice fue calentar el café y revisar mi teléfono. Sal estaba molesto porque había desaparecido por dos días. Así que lo llamé, le dije que estaba en la casa de una muchacha y eso pareció enfurecerlo, colgué rápido la llamada con mi amigo y manager porque no tenía ganas de discutir. Prendí la televisión y miré un poco de noticias, me pregunté si Ro había llegado bien a la Disquería. Seguía sin tener forma de contactarla así que opte por quedarme en su apartamento hasta que regresara. Leyendo las revistas de Rock que guardaba al costado de la cama, viendo una serie Argentina que había dejado, en pausa, en su cuenta de Netflix. Estaba tranquilo, con mucha energía y mi pene listo para una nueva batalla.

— Ey sigues aquí.— Decía mientras tirada la mochila a un costado de la puerta.

— No me despertaste esta mañana.

— Ay es que te veías tan tranquilo, por lo que veo no explotaste el apartamento.

— No, lo cuidé muy bien, hasta puse ropa a lavar.

— Que bueno.— Dijo besando mis labios, ese sabor a menta, que tanto me gustaba, entraba en mi boca.— Traje Doritos ¿Te quedas a almorzar?

— Si, esta por empezar el partido de los Maple Leafs contra los Raptors.

— Ponlo mientras preparo la comida.— Abrazado a su cintura mientras cocinaba tacos, mirando el partido de hockey sobre hielo, estaba más que cómodo, sin intenciones de volver a mi enorme mansión. La paz había llegado a mi puerta y no tenía intensiones de dejarla ir. 

La Disqueria | The WeekndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora