7. ¿Bisexual?

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Lo llevaba bien. Ya me habían sacado dos veces de clase en una semana. Guay, ¿no? Pero en fin, esta vez lograría evitar a Zayn.

Anduve dispuesto a irme a casa, ya que sólo quedaban dos clases, y en las dos iba muy bien. Llegaría a mi casa con la excusa de que no me encontraba bien y ya estaba.

—Hey. —me llamaron y me giré. Parpadeé. ¿Alex?

—¿Alex?

—No. Su gemela, que ha venido de visita y se muere de ganas por estudiar. —dijo con sarcasmo.

Reí. 

—¿Qué haces aquí?

—Pues esperar a que me vengan a recoger. —me dijo. —¿Y tú?

—Amanda. —murmuré con tono de desprecio.

—¿Qué ha pasado?

—La muy...

—¿Zorra? ¿Guarra? ¿Estúpida? ¿Perra? —me interrumpió.

—Todas esas cosas. —dije. —Me invitó a ir a una fiesta.

—¿Y tú qué le has dicho?

—Que nunca iría a una fiesta con una perra como ella. Oh, y que me encantaba su perfume Eau de puré. —soltó una carcajada.

—Olé tus huevos. Chócala. —alzó su mano y choqué los cinco con ella. Reí. —Y bueno, supongo que te han echado.

Asentí con la cabeza. 

—¿Y tú? —esperaba a que me dijera: Expulsada.

—No tengo ganas de ir a clase. —se encogió de hombros. —Francamente, pensaba que me expulsarían, pero no. —abrí la boca, sorprendido. Vaya. ¿No la habían expulsado? Raro no, lo siguiente. Aunque prefería que no la expulsaran, porque si lo hacían no podría verla.

—Todos pensábamos que te expulsarían. —dije.

Me sonrió. 

—Bueno, ¿y tú volverás a clase?

Negué con la cabeza. 

—No, me voy a casa. —dije.

—Hey, si quieres podemos ir a dar una vuelta. —me propuso. Oh, guay. Me encantaría.

—¿Pero no te venían a recoger? —le pregunté.

—Da igual. Le mando un mensaje diciéndole que voy a dar una vuelta con un amigo y ya está. —me dijo.

—Vale. —asentí sonriente.

Ella agarró su móvil, escribió algo y lo guardó de nuevo. 

—Ale, vamos. —me dijo.

Y salimos del instituto con las mochilas colgadas a la espalda, aunque ella la llevaba colgada solo de un hombro.

—Y bueno, ¿con Zayn cómo va la cosa? —me preguntó. Parpadeé. —Liam me lo ha contado. —me aclaró.

—Oh. —dije, sin saber muy bien qué decir. Es decir, ya... Ya no lo sabía. Me gustaba pero no me gustaba. Quizás sólo lo veía como a alguien para tener sexo, y nada más. ¿Era... Sólo eso?

—¿Cómo puede gustarte ese? Es un maldito creído y un imbécil. Y falso además. Mira, como Amanda. ¡Si son tal para cual! —dijo. Y lo más extraño, fue que su comentario no me molestó en absoluto. ¿Me gustaba? ¿Me seguía gustando?

—No sé si me gusta. —le dije, dudando. Suspiré.

—¿No?

—No. Antes... Me gustaba. Pero ya no lo sé. Creo que ahora es sólo... Sexo. Nada más. —dije.

Juego de celos | Ziall HorlikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora