Se notaba tu pena en ojos ajenos,
La última vez que cogiste aire fue por miedo a la tormenta,
Recogiendo provisiones por si la cosa se ponía tensa,
Porque eres así,
Previsora de huracanes,
Y yo un desastre natural,
Y qué suerte,
Que suerte que tu aire sepa a fresa,
Que tu pena se compartiera,
Que tus ganas fueran una mitad,
Para sumar con la mía una entera.
Una noche eterna,
Tu de vela,
Yo de cera,
Siendo tú la que me completas,
Y aún así,
Nadie que encendiera la mecha,
Tu vestida de invierno,
Yo en mi octava primavera,
Eras la palabra amor en letras desordenadas,
Y creyendo estar en Roma,
Haciéndolo siempre al revés,
Yo, soñando en tu cama,
Y tú de insomnio en otra.
Y que decir, que eras como el lado frío de la almohada,
Como mi canción favorita,
Apurando tanto la nota hasta el final del pentagrama,
Éramos de diez,
Soñábamos sobre cien,
Nos amamos más de mil,
Así otra noche sin dormir,
Mirándote a ti,
Sabiendo que, ningún número sobre un puente llegaría más lejos que nuestro propio cielo,
Y me gustaría gritarte,
Cuánto te quiero.