Capítulo 77

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Las llamas iluminaban la noche a kilómetros de distancia. El fuego provocado en La Capital lo estaba devorando todo a su paso, haciéndose más y más grande, lo que proyectaba una imagen de destrucción espeluznante. Ante ese panorama, el convoy liderado por Éndor decidió proseguir la marcha en lugar de descansar.

Gracias a Agumon Hakase, se habían enterado de lo que iba a producirse y albergaban la esperanza de haber llegado a tiempo para poder ayudar. Sin embargo, cuando consiguieron alcanzar la ciudad, la situación era desoladora: el Ejército Oscuro se batía en dos frentes, contra los militares y contra los Digimon aliados, mientras los habitantes corrían por sobrevivir en un auténtico baño de sangre. Los cadáveres humanos se agolpaban en las calles bajo los cascotes de las edificaciones derruidas o en sus propias casas, pasto de las llamas. Parecía una recreación del mismísimo infierno.

Se veían pocos digihuevos ya que el armamento militar, gracias al virus creado por Iosefka, eliminaba sus datos, como ya pasase con ElDoradimon; confirmando las sospechas que tenía Nayda y reafirmando el pensamiento que la había llevado hasta allí.

—Tenemos que detener esta masacre —espetó, desde el sentido común, no desde la ira. Su viaje le había ayudado a valorar todas las vidas.

—Los están... Haciendo desaparecer —dijo casi sin voz Muchomon.

—¿Esa es...? ¡Tiene que ser ella! ¡Es Sabaemon! —alzó la voz Toropiamon, al ver a Evemon saltando sobre varios Devidramon velozmente, para desplazarse.

—Nuestros amigos están combatiendo al Ejército Oscuro. —La chica miró a su hermano con los ojos rojos. Estaba aguantando las ganas que tenía de llorar.

El líder echó la vista hacía atrás para contemplar el convoy que había guiado hasta allí. Algunos supervivientes, incluso otros Digimon se habían unido durante el último día... El destino del Último Mundo se decidiría en esta batalla y estaba en sus manos cambiar el resultado.

—¡Escuchadme! —bramó en voz alta Éndor—. Nuestro objetivo es detener a la Matriarca, sólo así conseguiremos un alto al fuego por parte de los militares, los cuáles no nos lo van a permitir. —Se irguió para que todos le vieran—. Como habíamos previsto, su nuevo armamento es mortífero para los Digimon, razón por la cual nos centraremos en el combate con los de nuestra propia especie.

Todo el mundo le miraba con atención. Se había convertido en un líder para todos ellos debido a las circunstancias y, comprometidos con la causa, estaban dispuestos a seguirle hasta el final.

—No hemos venido a arrebatar vidas, pues no somos como ellos. —Una sonrisa se dibujó en su rostro—. Enseñémosles que existen otras vías y dobleguémosles hasta que depongan sus armas o se rindan. Tenemos que frenar su ofensiva y ayudar a nuestros aliados... —Miró a Grizzlymon—. Sólo hace falta mirarles a los ojos para saber quiénes son.

El oso se paró en sus patas traseras e hizo chocar sus garras con fuerza, dándose valor.

—¡Vamos allá, Endor! —Todo su pelaje se erizó por la adrenalina—. ¡Siento que he vivido para llegar a este momento!

—Vamos allá —repitió el mencionado con confianza.

—¡Por nuestro futuro! —bramó Joel y elevó una lanza de madera que se había fabricado él mismo.

El convoy alzó el grito y corrió por las caóticas calles para hacer frente a las fuerzas militares, lo que en un principio confundió a los Digimon de ambos bandos, quienes finalmente entendieron cuáles eran sus intenciones. Esto frustró a unos y dio fuerzas a aquellos que habían venido en nombre de Lady Ophanimon.

Éndor besó a su hermana en la cabeza y la abrazó después con tal intensidad que se dijeron todo sin decirse nada. Acto seguido se despidió rápidamente de Muchomon y los demás, y puso rumbo hacia la torre militar al suponer que allí estaría el centro de mando.

Digimon: Our Last StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora