Oliver Miller: Un alfa cruel, dominante, pero infeliz

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La familia Miller era la familia más importante en el mundo de los lobos cambiantes, mi familia era conocida por ser descendiente de Pandia, su historia dicta que la matriarca loba dio a luz sola a 4 cachorros de los cuales pactaron para que su familia sea un linaje de sangre pura. Aquel pacto se había mantenido desde ese entonces hasta aquellos días, donde yo, un alfa había subido como el gran líder de la familia siendo el hijo mayor a muy temprana edad, mi nombre es Oliver Miller, tengo 27 años y soy el gran alfa de esta manada.

La manada Miller era regida con rectitud y disciplina por mí, donde yo era el único que valía entre todos, mi decisión era irrefutable y cualquiera que se atreviera a desafiarme se las vería conmigo y mi lobo compañero. Debía de mantener el respeto hacia a mi con fuerza y mano dura, en un mundo donde hay una jerarquía el trono siempre esta en peligro, de donde menos uno se espera. Y yo como alfa, debía de cuidarme las espaldas y mantener por debajo de mi a todo aquel que tan siquiera pensara en enfrentarme.

— Mi alfa, quiero informarle que los alfas aliados están esperando por usted en la sala principal, no se ven que estén contentos. — Di media vuelta y miré a mi beta, mi mejor amigo aquel único lobo en el que confiaba, quien era mi único pilar.

— No me interesa si vienen contentos, si vienen furioso o incluso si vienen en celo. ¿Cómo se atreven a venir a la casa Miller sin avisar? — Gruñí, con mi cara fúrica viendo detenidamente como mi beta bajaba su mirada ante mí. — Ahora verán lo que pasa con aquellos que se atreven a desafiarme. —

— Como usted diga, mi alfa. — Debido a mi fuerza y a mi energía, mi beta seguía con su mirada baja y completamente obediente. Me acerqué lentamente y solo puse una mano en su hombro dando una leve sonrisa a mi confidente desde que éramos niños.

— Gideon, no debes tener miedo de mí. Tú menos que nadie, eres mi beta aquella persona más cercana, mi confidente. — Comenté con una voz más amable.

— Lo sé, pero yo conozco mi lugar. Soy consejero, tu confidente y eso será hasta que tengas que escoger a tu pareja. — Gideon era mi amigo de la infancia, un joven lobo fuerte con quien congenie desde el primer momento al ser el que menos me tenía miedo.

— Mis hermanas son demasiados jóvenes para tan siquiera pensar en eso, aun falta demasiados años para tan siquiera ellas piensen en quien se va a volver mi pareja para seguir con el linaje. — La situación de la familia era clara y al momento de aceptar ser el alfa es sacrificar mucho, como por ejemplo tomar de esposa a una de mis hermanas y con ella dar a luz a la siguiente generación de sangre pura.

Mis hermanos tenían la posibilidad de poder encontrar una pareja fuera de la familia, mi padre y mi madre dejaron el cargo de alfas cuando tenía 20, la razón, ellos querían su libertad en cuanto antes y me lanzaron a la hoguera cuando vieron que tenía la madera de un líder Miller. Yo al ser el mayor me hice cargo de toda una manada, somos 7 hermanos, 4 hombres y 3 mujeres, la mujer más grande apenas tiene 16 años, los ancianos presionan porque yo me espose con ella, pero me he negado a hacerlo. No quiero robarme su juventud, quiero que viva una vida tranquila sin presiones como todos los demás, en algún momento tendremos que sentarnos todos y tomar las decisiones correspondientes, pero eso será hasta el momento en que yo lo diga.

Gideon y yo salimos a la sala principal, yo estaba alzando la mirada con una dureza en mi rostro al ver la hostilidad que todos aquellos alfas tenían en conjunto y estaban dispuestos a meterme presión por alguna razón que desconocía.

— ¿A qué se debe su visita? ¡¿Cómo osan venir sin avisar a mi hogar?! — Tenía que ser directo y cruel desde el principio, no podía dejar al descubierto alguna duda o debilidad, cualquier error sería usado en mi contra para doblegarme o incluso derrocarme como alfa y destruir a la manada Miller.

Sin Manada, Orígenes: Oliver & MaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora