Mael Sang D'Argent: Un alfa inocente

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Eran el año 1810, el gran distrito de Columbia apenas llevaba 20 años de su fundación, éramos una ciudad mediamente pequeña que, en tan solo los años de su fundación, había crecido de manera exponencial fundando una ciudad dentro de esta llamada Washington D.C. Uno de los primeros habitantes de este poblado fueron mi manada, la familia Sang D'Argent quienes éramos una simple familia algo adinerada que después de generaciones por fin se habían establecido en una sola tierra un poco alejado de la civilización de Washington, en nuestras tierras había gran cantidad de animales que cazar y criar, una increíble tierra en donde sembrar y un gran paisaje, donde al subir una montaña se podía ver el gran capitolio y la gran casa blanca, hogar del gran presidente de los estados unidos: John Adam, quien tomó el lugar de presidente tras la trágica muerte de George Washington hace pocos años.

— ¡Mael! ¡Mael es hora de irnos! — Mi vista se alejó de aquel paisaje viendo como mi padre me estaba llamando a lo lejos. Mi nombre es Mael Sang D'Argent soy un hombre de 25 años que vive junto a su manada, y digo manada porque nosotros somos especiales.

— ¡Papá! ¿Una carrera a ver quién llega primero a casa? — Di un gran salto liberando a mi compañero lobo, todo mi cuerpo cambió físicamente hablando; me había transformado en una lobo de pelaje blanco comenzando a correr a toda velocidad mientras de reojo noté que mi padre también se había transformado y estaba muy cerca de mí. Ambos corrimos contentos mientras veía como mi padre me alcanzaba debido a sus habilidades agiles de escalar arboles por encima de mí.

Nuestra casa era una gran hacienda junta a varias casas más que eran parte de nuestras manada, mi padre era el gran alfa de aquellos lobos, era el líder y con mayor fuerza y poder, pronto yo tomaría el titulo de alfa de mi manada, así que estaba emocionado porque por fin pronto podría ser de ayuda para todos nuestros amigos y familiares.

— ¡No es justo! ¡Volvió a impulsarse en los árboles padre! — Grité al regresar a forma humana y al mismo tiempo sacudía un poco mis ropas.

— Jaja, no es mi culpa, hijo mío, que no sepas usar el terreno a tu favor. — Reía mi padre sin darse cuenta qué mi madre llegó detrás de él con un pedazo de tronco golpeándonos a los dos por igual.

— ¡Alphonse y Mael Sang D'Argent! ¡¿Qué les he dicho acerca de liberar a sus lobos tan a la ligera?! ¡Acaso piensan que la tela de las hadas no la regalan! ¡Serán mágicas, pero su tiempo de vida no es mucha y es menos si se transforman tan seguido! — Exclamó mi madre mientras nos miraba enojada.

— ¡Lo siento, madre! —

— Alice, mi amor eso dolió. — Reía mi padre mientras atrapaba a mi madre en un gran abrazo dándole un beso en su mejilla. — No tienes que enojarte mucho conmigo por eso, recuerda que tenemos una buena relación con las hadas. — Guiñó el ojo mi papá, pero ni eso hizo que se escara de otro golpe del tronco.

— Tenemos un tratado con las hadas, pero ambos sabemos que nada es eterno. Debemos de aprovechar y no depender tanto de ellas en caso de que un día ya no coexistamos en armonía. Y tú como alfa debes de saberlo. — Mi padre era una clase de alfa pacifista, nuestras manadas aliadas de otros lados lo trataban con admiración a ser un líder que no requería de atemorizar a nadie con tal de aliarse ni tampoco tenía rencilla alguna. Era del tipo que siempre veía el lado bueno de cualquier situación, era como un niño, pero yo lo admirada por como era como alfa. Y estaba convencido de ser como él y que la gente me reconocieran también. — Otra cosa, los ancianos te buscaron hace unos minutos, quieren verte en la casa del viejo Louis. Es acerca de la cumbre de los primordiales. — Tanto a mi padre como a mí se nos borró la sonrisa del rostro al escuchar eso.

Sin Manada, Orígenes: Oliver & MaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora