Día 4: "Crea una historia a partir de un mito o leyenda"

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Tu amiga había hecho una fiesta en su casa del lago. Había una gran multitud que no podías escuchar lo que decía tu madre:

-¡Mamá! ¡Te regresaré la llamada espera!-Gritaste y posteriormente saliste de la casa.

Hacia mucho frío afuera así que te estremeciste. Caminaste unos minutos adentrándote un poco al bosque hasta que ya todo estaba en paz. Marcaste al número de tu madre y ella te contestó de inmediato:

-Missie, quiero que llegues a buena hora por que mañana te levantarás temprano.-Dijo tu madre.

-¡Pero mamá!-Reprochaste, pero luego recordaste que tenias que hacerle caso a tu madre por que 1) Fue un milagro que te dejara ir a la fiesta y 2) Mañana tenías que levantarte temprano para visitar a tu abuela enferma.

-Ok, mamá, 3 horas más y estaré en casa.-Y dicho eso colgaste.

Guardaste tu celular en tu bolsillo. Caminaste hacia donde creías que era la fiesta pero lo único que veías eran árboles y más árboles. Estabas perdida.

Entraste en pánico, siempre te había dado miedo la oscuridad y sobre todo estar sola en esa situación. Volteaste a ver por todas partes frustrada en busca de alguna luz o de alguna persona pero no había nada.

Escuchaste crujir una rama seca del suelo.

-¿Quién está ahí?-Dijiste abruptamente.

Nadie respondió. A lo lejos viste una figura sin forma acercarse a toda velocidad. Gritaste con todas tus fuerzas y te echaste a correr.

Corrías sin parar y sin mirar atrás. Sabías que aquella cosa todavía te perseguía porque lo escuchabas. Cada vez estaba más cerca.

Seguías corriendo. Llorabas y gritabas a su vez. Te ardía los pulmones y te faltaba el aire. Pero tu aun seguías corriendo.

Escuchaste el cabalgar de un caballo atrás de ti, pero tú aun así no volteaste. Aquella cosa estaba cada vez mas cerca de ti, lo sentías.

Te tiraste al suelo rendida, maldita era tu suerte. Eras asmática.

Tu vista se nublaba, necesitabas tu respirador. Respirabas pesadamente y con la mano venían los chillidos. Tus manos estaban sobre tu pecho pidiéndole a Dios un milagro. Hasta que por fin lo viste:

Un jinete en su caballo, un jinete sin cabeza.

Gritaste de nuevo, intentaste pararte pero todo era imposible. Rascabas la tierra de la desesperación, te arrastrabas aunque solo unos centímetros.

Lo último que viste fue a aquel jinete sin cabeza alzando un hacha. Cerraste los ojos muy fuerte, sollozabas.

Sentiste un terrible dolor y ardor en tu cuello. Y todo se volvió nada.

30 días escribiendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora