Día 12

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"Convierte a alguien que conoces o quieres en un personaje. Escribe sobre él, dale vida ficticia"

Era una chica de tez morena, usaba lentes, cabello hasta los omoplatos. Era una chica súper friki. Inteligente, sabelotodo, cerebrito... Bastante.

Ella acostumbraba a escribir sobre sus sentimientos. Algunas personas los callan, otras lo dicen libremente, pero ella, ella escribía.

Ella no acostumbraba a llorar, o a gritar, o pegarle a las paredes con fuerza para apaciguar el dolor.

La chica había estado observando desde hace ya un tiempo a un chico. Todos los días ella se levantaba a las 7:30, salía de su casa, iba por un café y posteriormente se lo tomaba en el mismo lugar donde lo había comprando mientras leía su novela favorita: "Orgullo y Prejuicio"

Al parecer, el chico hacia exactamente lo mismo, solo que su café no era descafeinado y el libro que leía era al parecer... No sabía en realidad, el chico cambiaba siempre de libro.

Ella había empezado a escribir sobre el chico:

Esos ojos aceitunados
Que leen sin parar
¿Cuándo tendré el valor de hablar?
Esos labios finos
que muero por besar...

Solo eso llevaba.

Un día como cualquier otro, ella se paró como de costumbre a las 7:30, pero algo había cambiado: estaba decidida a hablarle.

Llegó al café. Con decirles que se puso aretes y se peinó. Pidió su Americano y se sentó a esperarlo.

Nunca llegó, ya era tarde para su trabajo. Con los hombros caídos tiro su vaso de café y se fue a trabajar.

Llegó a su casa, prendió el televisor y vio algo que nunca iba a olvidar: Mark Jackson, un muchacho de 22 años, fallecido en un accidente automovilístico.

La chica de tez morena se paró tambaleante. Mark Jackson, era el chico... Lo sabía porque había escuchado el nombre al momento de darle su café, y por que en las noticias se veía su cuerpo que yacía en el suelo ensangrentado.

Gritó, por primera vez la chica de tez morena dejaba salir a la luz sus sentimientos. Cayó al suelo sin poder creerlo, lágrimas caían de sus ojos, se agarraba la cara y se mecía. Gritaba mucho, la cabeza le empezaba a doler, hasta que se quedó dormida.

Esos ojos aceitunados
que leen sin parar
¿Cuándo tendré el valor de hablar?
Esos labios finos
que muero por besar
Si tan solo hubiera tenido el valor
Pero no importa ya
Si tan solo no hubiera sido demasiado tarde
Tarde para hablar.

30 días escribiendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora