Un malentendido

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Si a Lan Wangji le hubieran dicho que el mismísimo Sandu Shengshou, Jiang Wanyin, líder de la secta Yunmeng Jiang le invitaría con todo el desparpajo del mundo a tomar una copa, habría tachado a quien hubiera tenido la osadía de insinuar algo así de mentiroso y embustero.

Pero como a su shufu siempre le gustaba recordar, la realidad es a veces más inesperada y sorprendente que la misma imaginación.

Beber estaba prohibido en los Recesos de las Nubes

Pero Lan Wangji no estaba allí y eso le daba algo de libertad.

De todos modos, en el hipotético y poco probable caso de que estuviera dispuesto a tomar una copa con alguien, esa persona definitivamente no sería el asesino de su predestinado.

Lan Wangji se estaba preparando para darse la vuelta, salir de aquel lugar e ignorar los molestos balbuceos ebrios de Jiang Wanyin cuando llegó el tabernero.

El bendito tabernero.

No solo tuvo el atrevimiento de hacer contacto corporal con él, sino que lo arrastró y lo sentó en la misma mesa que Jiang Wanyin sin pedir su consentimiento.

Decir que esa noche había resultado un desastre era quedarse corto.

Quizás lo único bueno de esa situación fue que el velo que mantuvo tercamente sobre su cabeza a pesar del opresivo calor que había dentro del establecimiento impedía que alguien notara su identidad.

No estaba preparado para presentarse como Hanguang-jun a Sandu Shengshou, que el cielo lo librara de la catástrofe que sobrevendría.

Lan Wangji cerró los ojos, se reclinó ligeramente sobre la silla en un inútil intento de relajar sus tensos músculos y suspiró.

Las cosas estaban hechas, pararse de una mesa e irse después de haberse sentado tras ser invitado era algo que ni siquiera él podía hacer, la descortesía era una cosa y la total vulgaridad otra muy diferente.

Así que Lan Wangji se tragaría su enojo, animadversión y sus ganas de ver sangrar y sufrir al otro y se sentaría allí el tiempo suficiente para que no se considerara grosera su partida.

Sus manos rodearon fuertemente la copa de vino delante suyo.

Lan Wangji se ordenó a sí mismo cerrar muy bien la boca. Jiang Wanyin ya creía que era mudo, así que no tendría que dirigirle la palabra, y si la suerte le sonreía, el imbécil sentado frente a él no recordaría nada al día siguiente.

Lan Wangji dirigió su mirada al contenido de la copa entre sus manos.

No era Sonrisa del Emperador, eso era definitivo, no tenía el color claro y transparente como el agua ni el fuerte olor a alcohol.

El líquido frente a él era vino, hecho de uvas dulces fermentadas, el olor era bastante empalagoso y el color era bastante oscuro. Él sabía que el vino de Yunmeng era mucho más suave que el alcohol de su lugar natal.

Lan Wangji era plenamente consciente de su poca resistencia al alcohol, pero el estrés que le generaba la situación en la que se encontraba metido le exigía tomar un pequeño sorbo de lo que sea que pudiera relajarlo.

Un pequeño sorbo no sería tan malo ¿Cierto?

Después de todo era vino por el amor de Dios.

Lan Wangji levantó rápidamente una copa y tomó un pequeño sorbito.

Que su visión empezara a oscurecerse definitivamente no era parte del plan.

Un Lan Wangji sobrio y un Lan Wangji borracho eran dos personas muy diferentes.

El odio en tu mirada - ZHANCHENGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora