Lan Wangji estaba cansado.
Sus dedos estaban cansados de tocar la misma canción todas las noches, sus sueños estaban cansados de estar plagados por la misma sonrisa, sus huesos y su alma cansados de esperar
Todas las mañanas al despertar, tenía en la punta de la lengua el mismo triste nombre
Wei Ying
Ya nadie le llamada así, todo el mundo susurraba blasfemias e insultos sobre el Patriarca Yiling, contaban historias oscuras y sangrientas sobre sus crímenes, juzgaban y se burlaban, reían y temían, pero ya nadie le llamaba Wei Wuxian.
Era su chico dorado, su gran amor, su predestinado.
Los Lan solo aman una vez, había leído cuando era pequeño, y no había podido entenderlo hasta que fue cegado por la sonrisa de Wei Wuxian, hasta que se sonrojó por su desvergüenza, hasta que lo extrañó con una profundidad que le dolía cuando se fue.
A veces, Lan Wangji se preguntaba si acceder al más allá le haría encontrarse con su amor
¿Podría finalmente verle allí?
¿Podría sostener esas hábiles y fuertes manos?
¿Podría sostener su rostro y reclamar sus labios?
A Lan Wangji le bastaría con verlo, con saber que aún estaba ahí, que su brillantez y gran corazón no eran una mera invención de su mente, que el hombre del que se había enamorado era real.
Había empezado a tomar alcohol, y en sus noches más oscuras imaginaba que Wei Wuxian estaba ahí, burlándose de él y riéndose despreocupadamente, eso siempre lo rompía y le hacía llorarle y suplicarle que volviera con él, que regresara a su lado, que podrían ir a donde él quisiera, hacer lo que él quisiera, vivir como él quisiera siempre y cuando no se separara de él.
Algunas veces, Lan Wangji salía de su inconsciencia sólo para encontrar la mirada triste y resignada de Lan Xichen, su querido hermano mayor que siempre había querido protegerlo de todo pero que no tenía solución para su problema, un problema que él había ayudado a crear, aunque a Lan Wangji no le gustara detenerse mucho a pensar sobre eso, porque imaginar a su querido hermano ordenando asediar los Túmulos Funerarios lo dejaba sintiéndose frío.
Wei Ying – susurraba antes de irse a dormir – ¿Dónde estás?
Ya habían pasado dos años desde que recibió su castigo y se declaró en reclusión
Se habían formado cicatrices sobre la marca de los latigazos, y ahora su espalda estaba surcada por múltiples líneas que hacía mucho dejaron de doler. De vez en cuando, Lan Wangji se preguntaba si a Wei Ying le hubieran importado sus marcas, si se preocuparía si supiera que las consiguió por protegerlo, si algún día se animaría a besarlas una a una.
Pero no servía de nada preguntarse eso, porque Wei Ying ya no estaba allí.
Y a Lan Wangji eso le dolía en el corazón
Le dolía tanto
Cambiaría mil veces ese dolor por el de los latigazos, viviría con una espalda sangrante e inflamada si eso aliviaba tan solo un poco el hundimiento en su pecho.
Tenía dos pequeños conejos que trataba más que a los demás, eran un conejo blanco y uno negro. Esos conejos siempre estaban juntos, el conejo negro jugueteaba, saltaba y corría por el prado detrás del Jingshi mientras que el conejo blanco era más tranquilo y apacible, este conejo prefería mordisquear tranquilamente sus hojas de lechuga a la sombra de los árboles.
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El odio en tu mirada - ZHANCHENG
FanfictionJiang Cheng está cansado. Muy cansado. Han pasado tres años desde la caída de Wei Wuxian y las cosas no van tan bien. Reconstruir una secta, ser tío soltero y lidiar con sus propios demonios ha resultado ser muy difícil. En resumen, todo es un des...