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Desde pequeño, a Sasuke siempre le dijeron lo mucho que lograría.

Tenía la apariencia, la inteligencia, el dinero y el apellido que le aseguraba aquello. Estaba destinado a la grandeza incluso sin que realmente tuviera que intentarlo.

Pero era un destino que nunca quiso en primer lugar.

En cada clase, cada fiesta, en cada momento de su vida tenía decenas de miradas puestas sobre él día y noche, a la expectativa pero realmente sin esperar algo, todos ya sabían el resultado desde antes de que empezara a hacer cualquier cosa.

Incluso con la mala actitud que había adoptado, incluso con el constante desprecio hacia todo aquel que lo rodeaba, la gente siempre le aplaudía.

Medallas, trofeos, alabares, fotos, sonrisas. Esa era toda su vida.

Vacía.

Sin embargo conocía tres personas que rompían aquel limbo.

Su padre: siempre exigente y crítico, con sus estándares imposibles que demandaban algo más que la absoluta excelencia, mirándolo hacia abajo con exasperación y decepción, hundiéndolo cada vez más profundo en el hoyo que el hombre había cavado para él desde el momento de su nacimiento.

Su hermano: comprensivo, relajado, más perfecto que la perfección, siempre con un consejo a mano que calzaba con la situación incluso sin que supiera de que se trataba. El favorito de todos, el magnífico, con el mismo destino predicho para Sasuke, pero que de alguna manera era incluso mejor.

Y por último, Naruto Uzumaki: ruidoso, explosivo y todo sonrisas. La gente lo pasaba por alto y cuando le prestaban algún tipo de atención era para regañarlo o insultarlo. Naruto era lo opuesto a Sasuke, tenía una apariencia promedio, era pobre, tonto y huérfano, la gente no esperaba nada de él.

La gente no esperaba nada de él.

Contra todo pronóstico se hicieron amigos y la gente no entendía el por qué.

Sasuke, por su parte, solo quería un poco de lo que Naruto tenía, o mejor dicho, lo que no tenía.

Claro que nada resultaba como quería, y según fueron creciendo Naruto se convirtió en alguien muy querido, influyente, con chicas suspirando por él y con un tipo de inteligencia que si bien no era académico, podría llevarlo muy lejos.

Él, por otro lado, había permanecido igual: apariencia, inteligencia, dinero y apellido. Vistoso y con un buen destino. Un Uchiha.

Lo odiaba.

Entonces, tan pronto como tuvo oportunidad tomó unas pocas pertenencias, algo de dinero y partió, dejando una carta renunciando a su herencia y pidiendo que no ser buscado. Su deseo fue cumplido y pocos días después se anunció su salida de la familia, la herencia ahora completamente en el poder de Itachi. Fue una sorpresa incluso para su hermano, él por su parte estaba...

Extasiado.

Finalmente era su propia persona, finalmente solo él controlaba su destino.

Antes de que nadie pudiera encontrarlo y hostigarlo con preguntas, llegó a una de las ciudades más al sur del país, grande, pero no lo suficiente como para que les importara lo que pasaba con la socialite de la capital.

Ahora ya no eran tres personas que lo miraban sin esperar realmente algo de él, era toda una ciudad.

Entonces alquiló una casa, consiguió un empleo con un sueldo solo un poco más alto del mínimo y vivió una vida normal, bajo perfil. No le llevó mucho tiempo darse cuenta que era un hombre de costumbres.

Tampoco le llevó mucho tiempo darse cuenta de que acercarse a Naruto había sido un error.

¿Por qué lo había buscado? ¿Por qué lo quería hacer volver? ¿Por qué no lo dejaba en paz?

«Debes volver»

«Podemos arreglar cualquier cosa que pasara»

« ¡No seas un idiota! »

«Sakura también se fue»

«Te necesito»

El simple recuerdo lo hacía resoplar.

Naruto fue implacable, sin importar cuanto lo echara él siempre volvía, le costó mucho hacerlo entender e incluso luego de eso era insistente sobre no perder el contacto.


Él tenía bastante suerte, a decir verdad, después de todo si Sasuke no lo considerara su amigo, hace bastante tiempo se abría liberado de él. Aunque, a veces, mientras confeccionaba las piezas para su maqueta, tenía estos pensamientos que le decían que debía hacer algo con Naruto para terminar de cortar todos los lazos con su pasado, e imaginaba cómo sería, imaginaba gritos, tal vez una pelea, palabras hirientes y luego silencio. Era tentador y solo pensarlo despertaba esa sensación hormigueante en su ingle que le era tan conocida, tan adictiva.



Pero esos pensamientos debían detenerse, porque era Naruto, y tan molesto como era, él era la única persona que podía decir que no merecía aquello.



Además, Sakura no se había "ido" exactamente, seguía allí, bastante oculta, pero allí.


-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

En el siguiente capítulo ya empieza lo bueno.

PerversoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora