Final

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Advertencia: capítulo con contenido violento y otros elementos a fines, leer bajo su propia discreción.


Perverso

Capítulo final

Es viernes, 6:00 p.m.

Estaba nublado y relampagueante, en las noticias habían anunciado lluvias particularmente fuertes en algunas partes del país, incluyendo su ciudad.

Ese día estacionó frente a su casa como lo había hecho las últimas semanas. El viento soplaba fuerte, levantando hojas amarillas, naranjas y marrones del piso, chocándolas a sus pies junto al polvo y la suciedad tan pronto como como bajó del vehículo. El maletín en su mano se había mantenido con él desde antes de irse a trabajar: mientras desayunaba, mientras salía de casa, mientras conducía al trabajo, mientras trabajaba, comía y volvía a trabajar, tampoco lo soltó mientras volvía y no lo soltaría hasta que entrara a casa y llegara la hora de abrirlo por primera vez en el día.

Observó la casa que, a pesar de tener toda la fachada completamente limpia y prístina, parecía una de esas casas de terror a la que no entrarías ni por todo el dinero del mundo. Era extraño, nunca le había parecido como tal, pero supuso que las nubes, que parecían más oscuras a su alrededor, como si nacieran desde el punto más alto de la estructura y se esparcieran por cada espacio azul disponible en el cielo, soltando furiosos gritos de guerra en forma de truenos justo después de advertir sus intenciones con un relámpago, le daba derecho a lucir de aquella forma.

Algo chocó contra su pie quedando ahí enganchado como si intentara llamar su atención, y al mirar hacia abajo notó que era un papel, una hoja de tamaño promedio que se estampaba contra su tobillo mientras sus esquinas revoloteaban a causa del viento.

Se agachó para recogerlo y lo miró, era un cartel de persona desaparecida, solo que en lugar de uno eran tres, y reconocía cada una de las caras impresas en el papel.

La chica de la carretera meses atrás y sus hermanos.

Observó sus rostros un poco más antes de arrugar el papel, pero no lo soltó, en su lugar cerró la puerta del auto para luego iniciar su caminata hacia la entrada de la casa.

Mientras más se acercaba, más rápido repasaba cada parte del plan que había trazado, tanto las partes que ya había llevado a cabo como aquellas que hoy haría, buscando el mínimo error que pudiera comprometer su objetivo, pero el no encontrar ninguno solo lo llevaba a acelerarse para terminar con todo y volver a empezar, pero se frenaba a sí mismo porque sabía que la impaciencia era el camino más rápido a la ruina.

Puso en marcha su plan hace tres semanas, empezó cuando ahogó su teléfono en una cubeta con agua y lo dejó ahí toda la noche para asegurarse de que no tuviera la más mínima forma de arreglo, a la mañana siguiente lo sacó justo a tiempo para la llegada de Hinata que, histérica, le preguntaba sobre porque no respondía el teléfono y empezó a buscar a la mujer que, según ella, escondía en algún lugar en su casa. Solo cuando se cansó de buscar y no encontrar a nadie él pudo explicarle el "accidente" que había tenido con su celular y recibió una gran cantidad de disculpas, abrazos y besos que él tuvo que cortar, no lo suficientemente rápido, para ir a trabajar esa mañana, llegando irritantemente tarde.

Al día siguiente ella llegó con un nuevo celular para él, el cual rechazó inmediatamente y que condujo a una nueva retahíla de gritos que llevó más tiempo que el día anterior. En algún momento logró convencerla de que un nuevo celular no era necesario y que ella tampoco necesitaría su propio teléfono cuando estuvieran juntos, que lo mantuviera apagado, o aún mejor, lo dejara en casa para que nadie pudiera interrumpirlos.

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