Capítulo 55 El frio corazón de Reign

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Puerto de Rostov Rusia

Habían pasado diez días que encontró aquel cuerpo en la playa, pero se sorprendió al no ver a la maltrecha mujer por los alrededores como en los días anteriores, Irina dejo su canasta en la arena fría y camino por la playa siguiendo las huellas de la mujer que al parecer se había arrastrado hasta una cueva debajo de aquel puente de metal, la niña de catorce años se sorprendió al verla recostada sobre unas piedras respirando dificultosamente – eres una necia, acaso no te dije que te fueras, no necesito de ningún indeseable a mi alrededor –dijo reign

Irina no contesto, no podía, era muda de nacimiento y eso le hizo ganarse un boleto directo al orfanato del convento de la  epifania, había vivido prácticamente en aqeul orfanato de monjas desde sus primeros días de vida, levanto las manos para comunicarse con la Reign, había notado que su presencia no era bienvenida, pero como la monja Fedora le decia "las buenas acciones atraen cosas buenas a tu vida" pues pensó que tenía por derecho y obligación de ayudar a esa alma descarriada –no te entiendo– espeto Reign mirándola de mala manera– solo lárgate de aquí– hizo un ademan con la mano para despedirla, la adolescente estaba acostumbrada a los maltratos debido a su condición, resignada, fue por la canasta con agua y comida para acercársela a Reign y marcharse de ahí

Tan pronto como pudo subirse a la bicicleta echó una última mirada a aquella cueva fría, pensó que tal vez aquella golpeada mujer necesitaría de alguna frazada y volvió a su hogar en aquel convento.

No sabía si era por quererla ayudar realmente o hacer una buena labor y aunque aquella mujer se había portado grosera con ella aun sabiendo que la comida que dejaba le ayudaba de alguna forma, Irina estaba convencida de que se tenía que hacer algo al respecto y no descansaría hasta tener a salvo a aquella dama, tal vez estaba enferma como algunos esquizofrénicos que llegaban a la clínica para ser atendidos por las monjas y por eso era tan grosera o tenia algún trastorno como las personas que Vivian en la calle, pero jamás había visto uno tan dañado físicamente como aquella señora.

Estaciono su bicicleta y fue hasta la cocina para ejercer uno de los trabajos más pesados dentro del orfanato, lavar los trastes, todos los días las monjas atendían gente de la calle y personas enfermas en el convento de la epifanía y ella no descansaba desde que se levantaba a las siete de la mañana hasta las siete de la noche, solo la salvaba la misa de las siete donde tenía que acudir por obligación aunque no escuchara nada de nada.

Una corazonada hizo voltear hasta la puerta de aquel lugar – no has subido a comer ¿dónde andabas?– grito la monja gruñona acercándosele con prisa y tomándola por los codos, Irina no era una adolescente alta como las demás chicas, ella siempre fue un poco flacucha y en su niñez uy enfermiza lo que la hizo una candidata idónea para permanecer hasta su muerte en aquel lugar tan lúgubre

Irina apenas hizo algunos sonidos inentendibles con su boca –ya sabes que no debes salir, ¿acaso quieres ser castigada de nuevo?, me estas cansando muchacha– dijo amenazante dejándola mojada hasta el vientre ya que la aventó contra la tarja de la cocina con demasiada fuerza, gracias al cielo la había dejado en paz, ya antes la monja le había pegado y no quera repetir eso

Acabo con sus tareas y fue hasta la capilla donde ya se recitaban algunas alabanzas y se oraba en nombre del señor, Irina pensó que tal vez esa misma noche seria la correcta para escapar y llevar algunas mantas a aquella mujer, así que subió hasta su habitación y espero por dos largas horas hasta que ningún sonido se escuchó para salir por la ventana hasta donde estaba su bicicleta y salir hasta el puente aquel donde se resguardaba ella

Bajo por la empedrada y empinada ladera hasta la orilla donde la había visto por última vez, encendió una vela y alumbro su camino con esta hasta debajo de aquel lugar, la vio con la canasta vacía al lado de ella, era mucha comida la que había dejado ahí, tal vez la tuvo que compartir con algún otro habitante de aquel lugar, pensó Irina, puso la manta encima de ella y cogió su canasta para regresar a su hogar

Experimento K.A.R.4.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora