Capítulo 10

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Capítulo 10

Paloma distrajo la tensión que se había formado.

Pa: papá... Te estábamos esperando para pasar...

Cri: no pensaste que faltaría...

Pa: no...

Eu: buenos días Cristóbal...

Cri: Eugenio...

Macarena automáticamente había llegado junto a su marido. Eran como un imán... Siempre uno junto al otro.

Eu: ¿estás bien...? (Solo para ella)

Ma: sí...

Eu: nada de náuseas ni mareos, ¿verdad...?

Ma: no... Están desapareciendo...

Eu: bien...

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Vuelo tranquilo y el resto del fin de semana se dedicaron a comprar todo lo que a Paloma le hacía falta en el apartamento para vivir.

El momento más emotivo, sin dudas, fue cuando se despidieron de la chica, Macarena intentó no llorar, pero fue imposible, eran más que las hormonas del embarazo.

Eu: no creo que al bebé le haga bien que llores, mi amor... Paloma estará bien...

Ma: lo sé...

Eu: Rufi se quedó con ella...

Ma: no creo que vaya a ser por mucho tiempo, no conoce a nadie en Nueva York...

Eu: estaba pensando lo mismo... Tendremos que venir por ella cuando lo desee...

Eugenio sacó su pañuelo de la chaqueta y secó las mejillas de su esposa.

Ma: gracias por haber venido conmigo...

Eu: te habría echado mucho de menos quedándome en México...

Pasaron unos minutos y Macarena mejoró de ánimo, pidieron de comer y todo iba bien hasta que Eugenio la notó incómoda.

Eu: ¿qué pasa...?

Ma: no debí comer tan pesado... Tengo agruras...

Eu: ¿quieres ir al baño...?

Ma: sí... Pero no son náuseas...

Eu: ¿entonces...?

Ma: acidez... Ardor...

Eu: pidamos un té... A lo mejor se te quita...

Ma: ya vuelvo...

Eu: ¿quieres que te acompañe...?

Ma: estaré bien, mi amor... Gracias...

10 minutos después, Eugenio la esperaba con varios tipos de té en bolsita y una taza con agua caliente.

Eu: alguno debe funcionar...

Ma: creo que manzanilla...

Eu: siéntate... Yo te lo preparo... (Con sus grandes manos abrió el pequeño sobre y echó el contenido en la taza) ¿lo quieres un poco dulce...?

Ma: no...

Unas horas más tarde, Macarena en medio de su siesta sintió caricias en su vientre, no podía ser nadie más que su marido...

Ma: ¿hmm...?

Eu: ¿cómo te sientes...? (Dejó el libro en la mesita y se acercó a besarle la mejilla)

CRUZADOS IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora