Michael A. Aquino Ph.D.
[4]
Cada era exitosa del desarrollo cultural y ético del ser humano ha producido
su manifiesto literario —un argumento que desafía las normas existentes y
propone una aproximación novedosa a las constantes problemáticas de la
civilización. No con poca frecuencia se ha dado el caso que las realidades del
nacionalismo político han sido mezcladas con el idealismo de énfasis
extranacional para producir lo que cautelosamente denominamos con el
término existencialismo . Una lista de obras pertinentes podría incluir la
República de Platón, la Política de Aristóteles, El Príncipe de Maquiavelo, y
los escritos de Nietzsche, Hobbes, Locke, Marx, y Sartre.
Este es el libro de nuestra época.
El amanecer de la Edad Satánica fue celebrado el 30 de abril de 1966 —el año
Uno. En esa fecha, Anton Szandor LaVey consagró la Iglesia de Satán en la
ciudad de San Francisco y asumió el oficio de su primer Sumo Sacerdote.
Lo que había comenzado varios años antes como un foro intelectual dedicado
a la investigación y aplicación de las Artes Negras se ha expandido desde
entonces a un movimiento filosófico internacional de primera magnitud. El
Satanismo, que alguna vez fuera la provincia aislada de exiliados furtivos y
excéntricos radicales, se ha convertido en una seria alternativa a las doctrinas
del teísmo y del materialismo. Al promulgar la complacencia en lugar de la
abstinencia, el Satanismo rechaza la noción de que el progreso del hombre
está condicionado por su aceptación de una moralidad auto-impuesta. Los
Satanistas sostienen que un juicio deviene de la comparación y resolución de
los opuestos, y uno no puede hacer alarde de justicia al honrar un solo
parámetro de comportamiento.
Una aproximación empírica a la moralidad no es una innovación reciente;
teóricos como Pitágoras, Hegel, Spencer, y Compte avanzaron la proposición
original de la independencia intelectual del hombre del orden natural. Y
aunque este concepto ha provocado invariablemente reacciones adversas de
la sociedad, basta repasar los cataclismos espasmódicos de la Historia para
ver qué tan inadecuadamente coopera el homo sapiens con sus semejantes.
Sin embargo, toda teoría por sí misma es inconsecuente. Los defensores de
una moralidad subjetiva eran hasta ahora abstraccionistas de academia y —
ocasionalmente— los dispersos y desorganizados devotos de la brujería
«Blanca» tradicional
[5] . De hecho estos últimos han disfrutado de cierta
notoriedad últimamente, ya que su supuesta proclamación de una moralidad
liberal atenuada por el correctismo social atrae a varios aburridos pero
tímidos diletantes. Tales aficionados de lo oculto profesan un horror
santurrón a la Magia negra o al Satanismo, al cual denuncian como una criatura maléfica y degenerada del abuso moral y carnal.
Por otro lado, el Satanista considera a la brujería tradicional simplemente
como una reacción neurótica contra las religiones establecidas de la cultura
patriarcal. La adoración de cualquier deidad o deidades —bajo cualquier
aspecto— es repulsiva para el Mago Negro, quien considera todas las
profesiones de fe o con fianza en una entidad protectora sobrenatural como
demostraciones humillantes de cobardía e inseguridad emocional. El
Satanismo ha sido malinterpretado frecuentemente como mera «adoración al
diablo», cuando de hecho constituye un claro rechazo de toda forma de
adoración como un componente deseable de la personalidad. No es tanto una
anti-religión —un simple rechazo de cualquier creencia— sino una no-religión,
una negativa sin compromiso de todo misticismo sustancial. Como tal,
representa una amenaza mucho más seria a las teologías organizadas que lo
que pueden ser los escritos arcaicos de las viejas demonologías.
El Ritual y la Fantasía juegan un papel muy importante en las actividades de
la Iglesia Satánica, trabajando sobre el supuesto que la experiencia y el
control de la irracionalidad metafísica y mental son necesarias para el
fortalecimiento de la psique. De esta manera, se hace un esfuerzo para evitar
lo que tal vez constituía el talón de Aquiles de la escuela Gurdjieff-Ouspensky
de evolución psicológica subjetiva; los primerísimos discípulos de este
trascendentalismo auto-determinado postularon que todas las sensaciones no- materialistas eran un peligro para el estudiante. Un elemento crucial del
Ritual Satánico es la apreciación de sus cualidades inspiradoras e ilustrativas,
sin que por ello sea necesario considerarlo como una realidad inflexible.
El Satanismo queda mejor identificado como una disposición que como una
religión , ya que se ocupa activamente de todas las facetas de la existencia
humana, y no únicamente de los así llamados aspectos espirituales. Sin
embargo quienes proclaman que el Satanismo constituye un peligro para el
sistema de justicia y el orden cooperacional de la sociedad han pasado
totalmente por alto la idea principal. El Satanismo defiende la libertad sin
restricciones, pero sólo hasta el punto que las preferencias propias no violen
las de otros. Cabe anotar que el Satanismo es una filosofía del individuo, no
de las masas. No existen declaraciones políticas colectivas a excepción de la
advertencia de Crowley: «El más grave de todos los «pecados» es el
autoengaño». Mientras la mayoría de la población puede inclinarse
instintivamente a un Satanismo de hecho, hay que recordarles que los
planteamientos del Satanismo no son para irresponsables. No existen
misioneros Satánicos, y hay que cumplir ciertos requisitos precisos. La
inexperiencia no es motivo de desdeño, pero la pretenciosidad, la hipocresía,
y la pomposidad son tratadas con el desprecio que merecen. El Satanismo no
es menos arte que ciencia, y no habrá «patrón de medida deificado».
El Dr. LaVey está capacitado de modo singular para escribir la historia del
nuevo Diabolismo.
Estadounidense de ascendencia gitana, rumana y alsaciana, desde muy
temprana edad hizo gala de la inquietud característica de sus ancestros
nómadas y mostró una simpatía inusual por su tradición arcana y mundana. diversas publicaciones logísticas de la Segunda Guerra Mundial, sólo para
descubrir que las visiones de gloria militar que caracterizaron la primera
guerra mundial habían cedido lugar al realismo mercenario y desapegado
durante la segunda conflagración. Sus experiencias como estudiante nada
hicieron para borrar el sabor de esta primera muestra del cinismo humano, y
la creciente impaciencia de LaVey con la regimentación estéril de la
educación convencional lo llevarían a buscar los extraños encantos
surrealistas del circo.
Ayudó a Clyde Beatty como domador de animales salvajes y muy pronto
desarrolló una fuerte afinidad por los grandes felinos, misma que marcaría de
una manera bastante curiosa su personalidad. Todas las criaturas animadas
son básicamente bestiales —razonaba LaVey— y lo único que logran los
órdenes sociales más refinados es, cuando mucho, una supresión endeble de
este salvajismo innato.
Del circo pasaría a las ferias ambulantes —carnivals — donde el brillo de las
artes escénicas estaba matizado con la lucha cotidiana por conseguir el
sustento diario. Aquí LaVey trabajó en un mundo patético pero digno, poblado
de rebeldes, fenómenos, patiños, y rarezas humanas; y aprendería el arte de
la magia de escena, cuyo éxito depende de el nivel de distracción que logre
inducir en la atención de su audiencia.
Observaría, no sin cierta dureza, la fascinación que el hombre «normal»
parece tener por sus camaradas deformes —regodeándose de satisfacción al
ver cómo la desgracia se ensaña con su prójimo en lugar de ensañarse con
uno mismo. Al interesarse cada vez más en este cruel y licantrópico atributo
de la naturaleza humana, decidió estudiar criminología en la universidad, e
incluso llegó a trabajar en calidad de fotógrafo con el Departamento de
Policía de San Francisco.
Como profesional de circo había tenido la oportunidad de contemplar el lado
carnal del hombre en su faceta más artística; ahora lo experimentaría en su
aspecto más violento y salvaje. Tres años de vivir día a día con la sangre,
brutalidad y abyecta miseria que permean la subcultura criminal lo dejaron
hastiado, enfermo, desilusionado y lleno de ira hacia la hipocresía imperante
de la sociedad amable. Para ganarse la vida, se dedicó a tocar el órgano de
tubos y dedicó gran parte de sus esfuerzos a lo que habría de convertirse en
la labor de su vida —la Magia Negra LaVey había rechazado desde hace
mucho tiempo los tratados estereotípicos sobre hechicería ceremonial por ser
meros productos histéricos de imaginaciones medievales. El «Viejo Culto»
[6] ,
con sus supersticiones, ademanes afectados y sus juegos de salón infantiles
no son para nosotros; lo que buscamos es una psicología metafísica que
atraiga al hombre intelectual únicamente después de haberle dado a sus
orígenes brutales y animales las consideraciones apropiadas. Esta es la razón
por la cual nuestro símbolo es la Cabra de Mendes
[7] .
Satán es, desde lejos, la figura más enigmática de la literatura. Poseedor de
toda riqueza imaginable, y siendo el más poderoso de los Arcángeles, rechazó
con desdén su excelsa lealtad para proclamar su independencia de todo lo
que representaba su Jefe Celestial. Aunque condenado al más espantoso de los dominios, un Infierno absolutamente rehuido por la divinidad, aceptó tales
privaciones como la carga de su prerrogativa intelectual. En su Imperio
Infernal uno podrá complacerse impunemente en los placeres más
extraordinarios, sin embargo en medio de tal licenciosidad desenfrenada, el
Diablo ha mantenido una nobleza peculiar. Esta cualidad evasiva fue con la
cual decidimos identificarnos.
Este es el principio guía del Satanismo: que la consecuencia definitiva del
hombre yace no en la unidad sino en la dualidad. Únicamente la síntesis
decide los valores; la adherencia a un orden único es arbitraria y, por tanto
insignificante.
La Biblia Satánica es un documento de lo más insidioso. Uno se siente
fuertemente tentado a compararlo con esa mitología maléfica y oscura que es
El Rey en Amarillo , un trabajo psicopolítico que supuestamente llevaba a sus
lectores a la demencia y la perdición. Por muy cándida y coloquial que pueda
parecer a primera vista, La Biblia Satánica no es un volumen que pueda ser
pasado por alto fácilmente. Es un producto muy de nuestro tiempo, no sólo
porque un libro así —a la par que su autor— probablemente habría sido
destruido en una época anterior, sino porque su creación fue una
inevitabilidad evolucionaria.
Tú, lector, estás a punto de ser empalado en los afilados cuernos de un dilema
Satánico. Si aceptas los postulados de este libro, condenarás a tus más
preciados santuarios a la aniquilación. A cambio despertarás —al más feroz
de los Infiernos. Si rechazas su argumento, te resignarás a una desintegración
cancerosa de tu hasta entonces inconsciente sentido de identidad. ¡No es de
extrañar que el legado del Archienemigo le haya prodigado enemigos tan
amargos!
Cualquiera que sea tu decisión, no podrás postergarla por más tiempo. La
Biblia Satánica finalmente articula lo que el hombre, instintivamente, siempre
ha temido proclamar: que él es, potencialmente, divino.
Michael A. Aquino
IVº Magister Templi
Iglesia de Satán, 1972 (VII Anno Satanas )
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biblia satanica
Paranormaltu lo lees bajo tu responsabilidad todo lo que está en está historia no es una incitación a que hagan cosas que no deben sin más disfruten y no hagan cosas malas jamás oren se les quiere :3