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Mirad al crucifijo. ¿Qué simboliza? Pálida incompetencia colgada de un árbol.
Pongo en duda todas las cosas. Colocándome ante las podridas y barnizadas
fachadas de vuestros más excelsos dogmas morales, escribo con letras de
llameante desprecio: «¡Ojo! ¡Mucho cuidado! ¡Todo esto es fraude! ¡Congregaos en torno a mí, oh, vosotros que desafiáis a la muerte, y la Tierra
será vuestra, para ahora y para siempre!
A la mano muerta se le ha permitido durante demasiado tiempo que esterilice
el pensamiento vivo.
¡Los falsos profetas han estado invirtiendo por mucho tiempo lo justo y lo
injusto, lo bueno y lo malo!
Ningún credo debe ser aceptado como imposición de la autoridad de una
naturaleza «divina». Las religiones deben ser puestas en duda. Ningún dogma
moral debe ser aceptado dado por hecho; —ninguna patrón de medida debe
ser deificado. En los códigos morales no hay nada inherentemente sagrado. Al
igual que los ídolos de madera de tiempos remotos, son obras de manos
humanas, ¡y lo que el hombre ha hecho puede destruirlo!
El que no se apresura a creer en todo es sumamente inteligente, pues
disponerse a creer en un falso principio es comenzar a carecer de sabiduría.
El deber principal de toda nueva época es enseñar a los nuevos hombres a
determinar sus libertades, a dirigirlas hacia el éxito material, a rechazar los
candados y cadenas oxidadas de las costumbres muertas que impiden siempre
la expansión saludable, aquellas teorías e ideas que pudieron haber
significado vida, esperanza y libertad para nuestros antepasados, es posible
que ahora representen para nosotros destrucción, esclavitud y deshonor.
¡Cuándo el medio ambiente cambia, ningún ideal humano permanece seguro!
Por lo tanto, cada vez que una mentira se haya instalado en un trono,
asaltémosla sin piedad y sin escrúpulos de conciencia, pues nadie puede
prosperar bajo el dominio de una falsedad inconveniente.
¡Destronemos los sofismas establecidos, arranquémoslos de cuajo,
quemémoslos y destruyámoslos, pues son una amenaza para toda la auténtica
nobleza del pensamiento y la acción!
¡Cada vez que por medio de los resultados quede demostrado que una
pretendida «verdad» no es más que una vana ficción! ¡Arrojémosla sin
ceremonia hacia la oscuridad exterior, y que caiga entre los dioses muertos,
los imperios muertos, las filosofías muertas y otras ruinas inútiles! ¡Su puesto
está entre los trastos viejos!
La más peligrosa de todas las mentiras entronizadas es la mentira santa,
santificada, privilegiada; la mentira que todo el mundo toma por un modelo de
verdad. Es la madre nutricia de todos los otros espejismos y errores
populares, Es el árbol, con cabeza de hidra y mil raíces de lo irrazonable, ¡Es
un cáncer social!
Aquella mentira que se muestra a nosotros como media mentira está medio
erradicada; Pero aquella mentira que incluso las personas inteligentes
aceptan como un hecho —la mentira que le ha sido inculcada al niño cuando reposaba en las rodillas de su madre—, ¡esa es más peligrosa de afrontar que
una pestilencia insidiosa!
Las mentiras populares han sido siempre las más potentes enemigas de la
libertad personal. No existe más que una forma de hacerles frente:
arrancarlas, arrancarlas de cuajo, como si fueran cánceres. ¡Aniquiladlas o
ellas aniquilarán!

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