Plateado ·HyunMin· [M-preg] ¡¡EN PAUSA!!

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Su rutina diaria variaba mucho dependiendo del día, claro está, sin embargo no había gran diferencia entre sus obligaciones y la servidumbre común.

Aunque si bien había notado un cierto rechazo y hasta asombro por parte de los demás Rojos en aquel frío lugar.

Porque no era cómo los otros, SeungMin tenía muy en claro que su vestimenta era de todo menos adecuada para las labores banales dentro del palacio, con sus pliegues y bordados de encaje, porque mientras caminaba por los pasillos, múltiples miradas eran lanzadas a su perezoso y hasta torpe andar, en su mayoría evitaba algún tipo de contacto visual, sobretodo con aquellos guardias de uniformes flameantes, pero... era tan jodidamente mortificante saber que incluso entre los suyos, no era cómo ellos, ni siquiera con aquellos "especiales" cómo le gustaba llamarse.

Porque si, la palabra Viendirne le resultaba repugnante, SeungMin preferiría no usarla en lo posible; quitando detalles, poco a poco había notado los ciertos privilegios que ser propiedad de HyunJin le daba, cómo por ejemplo: sus prendas de vestir.

Muy pocas veces había logrado vislumbrar algún sirviente especial a la distancia, siguiendo tal cual un perrito faldero a bellos Plateados, que lejos de parecer personas, era cómo ver a delicados muñecos de porcelana moverse por voluntad propia sobre el majestuoso palacio; Mientras esas pequeñas manchitas rojas vestían algo similar al atuendo de SeungMin, un par de pantalones ajustados en las partes precisas, camisas de seda de botones, un poco holgadas y con pequeñas aberturas en la espalda y puños de la camisa. Pequeñas decoraciones variaba en la ropa, creía que se debía a las casas de donde los nobles dueños de los sirvientes venían. Cómo por ejemplo aquel chico que veía suspirar por enésima vez en un lapso de dos minutos.

De su cuello brotaba un pedazo de tela que se perdía dentro de su ropa y al juzgar por la abertura de la espalda se sostenía de su abdomen y después de sus muñecas, de donde un velo se sostenía tan delicadamente, dándole el aspecto de unas pequeñas alas cuando el chico movía alguna de sus manos hacía el Plateado que parecía reclamarle algo.

SeungMin rió y apartó la mirada, moviéndose de lugar antes de que lo llamaran un chismoso. Era llamativo pero no demasiado, no tanto cómo su atuendo, donde pedazos de seda habían sido cortados para reemplazarlos con encaje recubierto de un delgado velo dorado, mientras que otras partes eran compuestas totalmente por una tela semitransparente y elástica, cómo parte del pecho y espalda.

El Rojo mostraba mucha piel para su gusto, y el brillo del velo muchas veces le provocaba pequeñas reacciones alérgicas.

Pero no podía quejarse, o no del todo, porque al final, era a la realeza a quien servía, aunque sus días se gastarán en vagar por los hermosamente fríos pasillos de aquel espléndido lugar.

Ojalá pudiera verse igual que un pequeño ángel, y no cómo algo que se puede coleccionar.

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¿Cuánto tiempo había pasado desde su llegada?

Parecía tan lejano, el tiempo se le escurría de las manos, como pequeños hilos que apenas eran tocados por sus escuálidos dedos se rompían, débiles por el pasar de los minutos, de las horas, ¿sus padres lo echarían de menos? ¿habría una segunda estrella en aquella bandera vieja fuera de su hogar?

¿O sabrían que su trabajo ahora solo sería abrir sus piernas para el Plateado príncipe?

¿Hace cuánto que no tomaba una aguja ni un hilo? Sus dedos no estaban más dañados por pequeños pinchazos, o cortes producidos por un mal manejo de tijeras, su piel y ropa tampoco tenían impregnado más ese característico olor a telas guardadas y a la humedad de su desolada habitación.