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SeungMin nunca imaginó que su destino se desviaría de la forma en que lo hizo. La manera en que los hilos de su vida se enredaron para posteriormente romperse era increíble, inimaginable.

El dinero no iba a ser un problema durante un par de semanas, el pago que había recibido por lograr las prendas encargadas y confeccionar el traje de HyunJin fue bastante muy jugoso. Lo suficiente para aligerar la carga de los hombros de sus padres, aunque en el aire de la pequeña casa aún flotaba la amargura de un futuro alistamiento.

Su madre, tan buena como siempre lo ha sido intentó animarle, faltaba un poco menos de un año para que el número dieciocho tocará a la puerta de SeungMin, la señora sabía que su hijo era talentoso y guardaba la esperanza de que volvería a encontrar otro empleo, otro maestro que lo instruyera hasta que pudiera formar su propio negocio. Estaba tan convencida de que el pequeño Kim no caería en la desgracia de ser llamado por las fuerzas militares, que SeungMin no tuvo el valor de decirle la verdad.

Todo el mundo huía de la guerra, y los puestos estaban a rebosar de candidatos.

No importaba la experiencia que tuviera, SeungMin no había logrado encontrar un nuevo puesto después de dos semanas de su despido. Era fácil llamarlo dramático e impaciente, pero solo la gente Roja sabía cuánto costaba hacerse de un lugar digno en ese mundo tan podrido;

Amaba el invierno, tanto que deseo que este jamás acabará; después de todo no sería capaz de observar la nieve o portar un abrigado suéter en el próximo año, SeungMin estaría enlistado para esas fechas y lo único que vería serían nubes de ceniza salpicadas por oscuras manchas carmesí, portando un uniforme que lo obligaba a pelear una guerra que no era suya.

Así que solo le quedaba disfrutar de lo poco que su gente podía gozar. 

Sentado sobre una fría piedra, al borde del río que cruzaba por los extensos prados carentes de vida y color, el recuerdo del rostro de HyunJin llegó a su mente, como si la vida necesitará torturarlo más en esa estúpida lucha entre el positivismo y la desesperanza.

Recuerda lo fuerte y penetrante de su mirada, el calor que su cuerpo desprendía y aquella chispa que incendió su interior por la extraña amabilidad. Ah, odiaba tanto que el principito no dejará sus pensamientos. 

Seguramente HyunJin ya debería haber escogido a la Plateada que sería su esposa, aquella afortunada chica que se colocaría el título de reina y sería la envidia de muchas otras Plateadas por simplemente sentarse a un lado del príncipe o de tomar su brazo. Las chicas Rojas con suerte sabrían solo su nombre; aunque ellas estaban más preocupadas por conseguir empleos o tener hijos para evitar el enlistamiento, no tenían tiempo de ponerse a lloriquear como unas colegialas al perder la oportunidad de conquistar al chico más guapo de la clase. 

No como él. 

SeungMin ciertamente nunca definió su sexualidad, le parecía una pérdida de tiempo. Sin embargo, los chicos parecían tener un poco más de su atención y aunque odiara admitirlo, HyunJin era tan malditamente guapo que ganas de golpear su cabeza contra las rocas no le faltaban. Aunque su interés venía más bien de su posición, no como príncipe, sino cómo Plateado.

Sabía por las lenguas sueltas que al igual que su padre el rey, HyunJin era un Quemador, un chico de aparente complexión delicada pero que poseía un don devastador, era capaz de incendiar su pequeño pueblo con solo sus manos si lo deseaba. De ahí venía el aura tan cálida que había sentido cuando estuvo en su habitación, HyunJin emanaba fuego por todo el cuerpo.

Graciosamente pensó en la nueva prometida, tendría que ser una magnífica chica que igualará los poderes de HyunJin, sin embargo no podía imaginar cuál sería su habilidad. O quizás si, SeungMin pensó que sería una extraña combinación si por casualidad la Plateada terminaba siendo una Ninfa; agua y fuego, la perfecta combinación para el desastre. 

Plateado ·HyunMin· [M-preg] ¡¡EN PAUSA!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora