PRÓLOGO

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   Ya había anochecido, la joven de cabello cobrizo salió del portal y sintió el ligero frio de la noche. Había aparcado su moto un par de calles más abajo, y para acortar el camino atajó por un callejón pobremente iluminado.

   Al entrar al callejón pudo vislumbrar a lo lejos a una chica de cabello liso y rubio ceniza, vestida con un vestido de flores. La chica no estaba sola, había dos hombres más con ella, parecía que la estaban molestando. A medida que se fue acercando empezó a oír con claridad lo que decían.

  -Venga guapa, sabemos que estas deseando venir a divertirte con nosotros -dijo uno de los hombres.

  -¡He dicho que no! -gritó la rubia- dejadme en paz -dijo dando un golpe a uno de los tipos con su bolso.

  -Maldita zorra -dijo cogiéndola por la muñeca el hombre que había recibido el golpe.

  La chica de cabello cobrizo no pudo más y se acercó corriendo, agarrando fuertemente el casco que llevaba. Golpeó a uno en la pierna, haciéndole caer de rodillas, acto seguido la chica le dio un rodillazo en la mandíbula y el hombre cayó inconsciente al suelo. El otro hombre, el que agarraba a la rubia, se habalanzó sobre la chica que derribó a su compañero. Ésta esquivó un puñetazo dirigido a su cara, le agarró por el brazo y le hizo una llave tirándole al suelo. Para rematar le dio una patada en el estómago haciéndole retorcerse de dolor.

 

  La rubia se quedó de piedra, iba a hablar cuando la chica, que la había salvado de esos hombres, le agarró la muñeca y la sacó corriendo del callejón.

  Corrieron por las calles y se pararon frente a una moto, de cuyo asiento sacó la pelirroja un casco. Se lo lanzó a la rubia, y se puso el casco que llevaba en las manos, le hizo señas para que se subiera. Dudó de fiarse de aquella chica, pero unos gritos lejanos de los hombres que la habían estado molestando la hicieron subirse rápidamente a la moto.

  Una vez lejos se pararon, y la chica le preguntó donde vivía para dejarla en su casa. La rubia se quedó hipnotizada por aquella dulce voz, y tardó en contestar. Finalmente consiguió decirle donde vivía y la llevó hasta allí.

  Cuando llegaron, la rubia se bajó de la moto mientras la chica se quitaba el casco. Ambas se quedaron observándose calladas, hasta que la rubia rompió el silencio.

  -Gracias por salvarme y traerme hasta aquí -dijo tendiéndole el casco- por cierto me llamo Lauren.

 

  La chica de la moto no dijo nada, simplemente le sonrió, se puso su casco y se fue. En ese momento Lauren no podía dejar de pensar en los hermosos y tristes ojos grises de aquella chica.

  A la mañana siguiente, Lauren se levantó temprano para ir a correr. Después de haber corrido durante una hora, se sentó en un banco a descansar, fue entonces cuando vio en una de las ventanas del segundo piso del edificio que tenía enfrente, a la chica de la noche anterior. Ésta estaba sentada en el alféizar de la ventana, tenia los ojos cerrados disfrutando de la brisa de la mañana.

  Al cabo de un rato la chica abrió los ojos y observó a Lauren, ésta la saludó con la mano y una sonrisa en el rostro, por su parte la chica se limitó a mirarla con sus hermosos y tristes ojos grises y con una ligera sonrisa.

  Se oyó una voz proveniente de la habitación de la chica, ésta sonrió una ultima vez a Lauren y se levantó de la ventana, dejando a Lauren observando su ventana hasta que decidió retomar su carrera, y se fue con la sonrisa de la chica llenando sus pensamientos.

Quédate a mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora