Capítulo IX: Lauren

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   Cerré los ojos esperando un golpe que no llegó. Lentamente los fui abriendo y Dustin ya no se encontraba delante de mí, sino en el suelo con Aria encima golpeándole fieramente con sus puños.

   Estaba fuera de sí, casi no parecía ella misma. Nunca la había visto así, y en cierto modo daba un poco de miedo.

   -¡Aria basta! -grité intentando separarla de Dustin, en vano- No merece la pena, déjalo en paz -rogué.

   Era inútil, no conseguí moverla, y no me escuchaba. Rápidamente llegaron Johan y Rusti para sujetar a Aria, mientras Dustin, con la cara ensangrentada, se retorcía de dolor.

   -¡Basta!, tranquilízate -dijo Johan, pero Aria seguía sin entrar en razón.

   Me coloqué frente a ella, sujetando su rostro con ambas manos. De su ceja derecha brotaba un pequeño hilo de sangre, y su ojo, receptor del golpe de Dustin, comenzaba a ponerse morado y a hincharse.

   -Aria, tranquilízate -rogué con una voz más dulce de lo habitual- estoy bien, no es necesario que te manches las manos con ese estúpido, no merece la pena.

   Al parecer mi voz la sacó de su estado subconsciente, me miró con una expresión de preocupación. Después miró a mis espaldas y vio a Dustin tirado en el suelo, giró la cabeza para poder ver sus manos, cuyos nudillos estaban hinchados y amoratados a causa de los golpes causados, y su rostro palideció.

   Se soltó bruscamente del agarre de sus dos amigos y salió corriendo, sin detenerse a pesar de mis llamadas. La gente notó lo ocurrido y comenzaba a acercarse, Johan se agachó dónde estaba Dustin e intentó levantarlo.

   -Rusti vete y busca a Aria, asegúrate que está bien y no hace alguna tontería más -levantó finalmente a Dustin y colocó uno de sus brazos alrededor de sus hombros- Lauren lo mejor será que te vayas a casa, yo me encargo de Dustin -dijo marchándose hacia el instituto con pasos torpes.

   -Lauren ven conmigo -Rusti agarró mi muñeca mientras recorríamos rápidamente las calles.

   Paramos en una calle, en la que recordaba haber estado hacía mucho tiempo. En la ventana del segundo piso, donde semanas atrás la había visto por segunda vez, estaba Aria con la cabeza hundida en sus rodillas. Rusti me llevó al portal cuyas puertas necesitaban una mano de pintura y en las que el óxido amenazaba con aparecer. Consiguió sujetar la puerta cuando una señora mayor salía y nos metimos en el portal.

   -Sube a hablar con Aria -dijo seriamente, pocas veces le había visto así, por lo que deduje que el comportamiento de Aria tenía una cara oculta.

   -No sé si debería -bajé la mirada- puede que con lo sucedido con Dustin no quiera verme.

   -Créeme, lo que necesita Aria en estos momentos es que estés con ella -dijo con una sonrisa triste en el rostro.

   Me indicó en que piso vivía y comencé a subir lentamente las escaleras, pero antes de poder continuar Rusti me interrumpió.

   -Antes de que subas, quiero pedirte que no tengas en cuenta lo ocurrido hoy -subió hasta el escalón donde me encontraba- si ha actuado de esta forma es porque algo ocurrió que Aria no pudo evitar y se siente culpable, por eso en ocasiones como estas se comporta así.

   -¿Qué es lo que ocurrió? -pregunté temerosa de la respuesta.

   -No soy quien para decírtelo, puede que Aria te lo cuente más adelante, cuando esté lista para hablar de ello. Ahora sube.

   Seguí subiendo lentamente las escaleras mientras Rusti se marchaba. Al encontrarme delante de la puerta que llevaba a la casa de Aria, mis piernas comenzaron a temblar. ¿Y si no quería ver a nadie, especialmente a mí? No podía dejar que eso me detuviera, así que me armé de valor y pulsé el timbre.

   Esperé, pero nadie abría la puerta. Desanimada, me giré en dirección a las escaleras para marcharme. Pero el sonido de una llave girar acompañado por el sonido de la puerta abriéndose, me detuvo.

   Fue Aria la que abrió. Se había lavado la sangre de la cara, pero todavía sangraba su ceja, y su ojo estaba morado e hinchado, a consecuencia de esto no lo tenía completamente abierto. No ocultó su sorpresa al verme.

   -¡Lauren! –exclamó sorprendida– ¿qué haces aquí?

   -Pensé que necesitarías estar con alguien.

   -¿Cómo has sabido donde vivo? –preguntó apoyando un brazo en el marco de la puerta.

   -Rusti me trajo hasta aquí –comenzó a sangrar ligeramente su herida– necesitas tratar eso, sigue sangrando un poco y si no curas la herida se infectará.

   -No te irás hasta que la cures, ¿verdad? –asentí– en ese caso pasa, siéntete como si estuvieras en tu casa –dijo entrando.

   Al entrar un ligero olor a tabaco mezclado con alcohol llenó mis fosas nasales. Cerré la puerta tras de mí y seguí a Aria, recorrimos el largo pasillo, pasando por el salón, hasta llegar a su habitación que se encontraba al final.

   La madera de la que estaba hecha la puerta estaba muy desgastada, además había numerosos surcos y arañazos de posibles golpes causados hacia ella, también había un cartel con una señal de prohibido el paso, con la frase "Get the fuck out of here" escrito debajo.

   Su dormitorio no era muy grande, pero sí bastante acogedor a pesar del desorden que había en él. La luz que llenaba el cuarto entraba a través de una única ventana y se reflejaban en los huecos de las paredes de color azul claro que no estaban cubiertas con pósters, dando un poco más de luminosidad. La habitación no estaba muy amueblada, solo contaba con un viejo armario, una cama baja y en frente de ésta un escritorio, que al igual que el resto de la habitación se encontraba desordenado.

   -Puedes sentarte si quieres –dijo señalando su cama– iré a buscar el botiquín.

   No tardó mucho en volver con una caja metálica, bastante abollada y rematada con cinta aislante.

   Antes de tratarle la herida fui al baño a lavarme las manos, cuando volví a la habitación, Aria con el rostro serio apretaba un trozo de tela contra su ceja. De forma cuidadosa le quité el trapo de las manos y observé la herida, al mirarla de cerca vi que solo era un corte superficial, lo que hizo que me tranquilizara un poco.

   No tardé mucho en curarla, le apliqué un poco de desinfectante en la herida y después coloqué unas cintas adhesivas para evitar que se le volviese a abrir.

   Aria no dijo nada durante todo el proceso, tuvo una expresión seria durante todo el rato, y pude ver que sus ojos reflejaban la culpa que sentía.

   -Lo siento -dijo cuando terminé.

   -Creo que no tienes nada de lo que disculparte -dije guardando las cosas en la caja.

   -No debería haber actuado así -bajó la mirada- comprendería que estuvieses enfadada, si no quieres volver a hablarme lo aceptaré.

   -¿Por qué debería estar enfadada? -no me miró- lo que estoy es agradecida por haberme defendido.

   -Pero le pegué una paliza a tu novio -me miró, y en sus ojos vi reflejado el remordimiento que sentía- si no me hubieran detenido Rusti y Johan, podría haberle matado.

   -No creo que hubieses llegado a esos extremos, ¿no?

   -Cuando me descontrolo de esta forma no sé de lo que soy capaz -sujetó su cabeza con ambas manos- por eso evito las peleas, odio la violencia, pero hay veces que no puedo evitar hacer lo que hago. En ese momento no pensé en las consecuencias, solo en que debía defenderte.

   Se la veía realmente mal, y no sabía qué hacer para remediarlo. Solo pude darle un abrazo para consolarla, al parecer funcionó y se tranquilizó.

Quédate a mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora