Séptima Cita

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La noche era hermosa, en verano siempre lo eran, pero particularmente esta era perfecta. El clima era majestuoso, las estrellas iluminando el cielo eran perfectas, el hermoso chico frente a él era perfecto.

Harry dejó de mirar a Louis y volvió a la realidad. Se encontraban en un parque a las diez de la noche y el ojiazul debía admitir que no esperaba que la última cita fuese así, esperaba algo que superara a las otras, pero se sorprendió al ver la sencillez.

¡Y él no se quejaba! Mientras pudiera pasar con Harry era genial, pero debía admitir que cuando le paso a buscar esa tarde, esperaba algo más ¿Impactante? Pero solo fueron al parque.

Louis se recostó sobre el pecho del rizado y delineó con su dedo índice su pecho. De las muchas cosas que adoraba de Harry, su cuerpo no estaba fuera de la lista.

—Me encantó esta semana, Hazza, me arriesgaría a decir que fueron los mejores siete días de mi vida —Susurró el ojiazul, solo al alcance de los oídos del otro.

Harry no era de los que se sonrojaran, pero aquel chico tenía un efecto impredecible en él. Como si no quisiese soltarle nunca, necesitaba tenerlo siempre a su lado, como si al irse fuera a desfallecer al no tenerlo. No expresaba sus sentimientos nunca, pero sentía que la ocasión tan especial lo ameritaba.

Se levantó del suelo y extendió su mano hacía Louis, el cual la sostuvo al instante levantándose. Sin decir ni una palabra, el rizado comenzó a caminar, arrastrándole a un lugar desconocido para él.

—¿A dónde me llevas? —Dijo el ojiazul, el rizado río suavemente, casi como una sonrisa juguetona, y miró al precioso chico que apresuraba el paso a su espalda.

—Realmente no creías que esto sería todo, ¿cierto?

Louis le dedicó una sonrisa. Sabía que aquello era demasiado poco para lo extravagante que era Harry. Y es que, en realidad, en esta semana lo había conocido mucho.

Era amable, dulce, detallista, solidario, divertido. No le importaría cortarse una pierna por las personas que quiere y uno de sus propósitos era siempre hacer sonreír a los demás. Louis amaba eso de él. Y es que todo era tan lindo en él, que si hubiese algo malo para decir de Harry Styles, se opacaría con todo lo demás.

—¿Alguna vez te mostré mi casa? —Habló el rizado.

El ojiazul negó, aunque sabía lo básico sobre su casa. Barrio céntrico, pequeño departamento, compartido con un compañero de piso.

—¿Quién es tu compañero de piso? Jamás te lo he preguntado.

Harry volteó y elevó una ceja, riendo. —Creo que me da hasta un poco de miedo que sepas que comparto piso con alguien ya que nunca lo he mencionado. —Dijo riendo.

Louis se sonrojó levemente y aceleró el paso para ponerse al lado de él, sin soltar su mano. Sentía como la electricidad se sentía en sus manos y le encantaba esa sensación.

—Pero tranquilo, Liam hoy no estará en casa, me la ha dejado para mi solo porque sabía que hoy era un día especial —Volvió a hablar el rizado.

Louis apretó la mano del otro levemente. Le encantaba que Harry considerara una cita con él como algo especial.

El rizado se detuvo frente a un humilde departamento de no más de 3 pisos. El ojiazul estaba acostumbrado a hoteles de cinco estrellas en Miami con veinte pisos de alto, pero en ese momento lo que más quería era entrar a conocer el hogar del otro.

—Lamento que no sea un palacio, sé que te mereces uno, pero no soy de muchos fondos así que. — Harry habló, pero el ojiazul le calló con su dedo índice.

Las siete citas [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora