CAP. 12

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La abuelita de Samuel y su madre iban caminando por el puente frente a Rubén, el menor iba con su maletín y unos lentes de sol de vuelta a la casa. Aunque no fuera su propio hogar, le aliviaba muchísimo volver ahí y no estar cerca de aquel extraño stripper.

De repente, visualizó a Samuel a lo lejos, y al parecer ambas mujeres también porque bruscamente detuvieron su paso.

C: -Ay no... -Exclamó la madre del mayor, sin pizca alguna de alegría.

El castaño se encontraba con un hacha en las manos golpeando un tipo de bote, uno bastante viejo.

C: -¡Samuel! ¡Samuel!- le llamó su madre, pero él no volteó.

¿Qué le había pasado? ¿Se habrá aburrido del plan? Rubén esperaba que no fuera eso, realmente todo se iría al caño si eso pasaba.

C: -¡Hijo, ¿todo está bien?

Samuel había tomado ahora un tipo de navaja algo larga y comenzaba a pegarle al bote con ella. Lo hacía realmente fuerte.

R: -¿Q-qué está haciendo?- Preguntó por fin el menor, subiendo sus lentes por sobre su cabeza. -¿Está enojado?

A: -Algo pasó, será mejor dejarlo solo. Ven, vamos lindo.- Propuso la abuela, caminando hacia la casa.

Rubén siguió a la madre de Samuel después de que la abuela se fuera al bosque tras la mansión. La mujer llegó a paso firme frente a su esposo, quien miraba la televisión como si nada mientras acariciaba al Malamute. La mamá de su "prometido" tomó el control y apagó la televisión.

SE: -Hey, ¿Qué haces? ¡Estoy viendo eso!

C: -¿Por qué Samuel está destrozando otra vez esa vieja canoa?

SE: -Bueno, tal vez planee escapar. ¿Por qué?

Rubén se sentía incómodo, ¿en serio iba a presenciar una discusión matrimonial? Miró hacia el techo, nervioso.

R: -Emmm... Estoy muy cansado. Creo que iré arriba y me daré una ducha para quitarme el aceite de coco de Lely.- Informó, tratando de aligerar el ambiente. La madre de Samuel le sonrió sin muchas ganas. -Pasé un gran día hoy, muchas gracias.- Dijo respetuosamente para después retirarse. 

Caminó un par de pasos y escuchó, sin querer, cómo proseguía la discusión. No es que él fuera una persona demasiado entrometida, por decirlo así. Solo... le preocupaba Samuel, nunca lo había visto de esa forma. No se preocupaba de una forma demasiado íntima, claro que no. Pero después de todo iban a hacerle preguntas de él, ¿no? Debía saber ciertas cosas que Samuel no le contaría ni en un millón de años.

C: -¿Qué hiciste?- Oyó a la madre del castaño decir.

SE: -Yo no hice nada.- Se defendió el hombre. -Bueno, sólo tuvimos una franca conversación con respecto a su futuro.

C: -Ah, excelente, perfecto. ¡Qué buena idea!- Ironizó ella. -Porque ahora jamás volverá a casa. ¡Es mi hijo! Y hasta ahora sólo lo veo cada tres años debido a ti. ¡Por tú culpa! ¿Sabes? Aunque no te guste la idea, vas a tener que asumir su matrimonio y como él quiera hacer su futuro, como sea.

Rubén sintió unos pequeños ruidos seguidos que le parecían familiares, luego vio al cachorro acercarse a él. El pequeño le miró mientras este le devolvía la mirada de reojo. El Malamute se sentó a su lado y le comenzó a ladrar.

R: -¡Shh! ¡Shh! ¡No me dejas escuchar, perro imbécil!- Pidió en un susurro casi inaudible.

El cachorro no dejaba de ladrarle, por lo que el peliblanco sólo se limitó a correr de puntitas a la habitación y dejar de escuchar a escondidas. En cualquier momento podría ir el señor o la señora De Luque a ver el motivo de sus ladridos, y sinceramente, no quería dejar una mala imagen con ellos.

La Propuesta-RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora