CAP. 18

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A: -El día que yo iba a casarme, mi madre quería que todo fuera perfecto... Hasta el novio.- La abuelita de Samuel contó mientras se acercaba al probador. -Y también quería que mi futuro marido lo fuera, así que ella terminó por crear este traje. Eso fue en mil novecientos veintinueve.

C: -No te preocupes si no te quedan muy bien, la abuela puede arreglarlo, ella es la mejor en eso.- Decía la madre de Samuel.

Rubén se sentía malísimo. Si ya estaba enojado y dolido antes, ahora era peor y más intenso. Estaba usando un traje que estaba hecho para pasar de generación en generación, ¡En un matrimonio falso, por todos los Dioses! ¿No era eso terrible? Se sentía fatal. Se iba a casar con alguien que no lo quería, todo de manera obligatoria y con tradiciones familiares que debieron pasar a otra persona, no a él.

Suspiró e intentó sonreír. El traje era de otra época, pero era sumamente precioso. Este mismo era de color negro, con el cuerpo entallado. En vez de corbata tenía una humita, la camisa era de seda y tenía un pañuelo sólo de encaje. Salió y les sonrió intentando esconder su bajo ánimo.

R: -Creo... que me queda un poco suelto solamente.- Dijo intentando parecer normal.

A: -Era de esperarse, mi marido era más gordito que tú, Rub. Pero no hay nada que no se arregle.

Ambas mujeres estaban maravilladas y emocionadas por revivir la imagen de lo que había sido una boda preciosa. Rubén sentía un nudo en la garganta terrible. No sabía cuándo comenzó a sentirse así, pero después de ver a Samuel con Guillermo, ya creía que nada de eso era para él. Él solamente estaba fingiendo una boda y engañando a la familia que amablemente le estaba acogiendo. Quizás, Samuel debió quedarse con Guillermo y hubiese sido una boda real y perfecta. Se maldijo por sentirse tan vulnerable y sensible.

Él nunca había sido así, pero después de que llegó a Andorra con Samuel, se sentía más sensible que nunca. Y lo peor, es que sabía que era porque estaba confundiendo las cosas con el mayor. Había dicho que era un plan y que luego de casarse simplemente se separarían, pero ahora para él, eso era una pésima idea. ¿Qué pasaba con el sufrimiento de la familia de Samuel? ¿Qué pasaba con esa sensación creciendo en su corazón?

C: -¿Sabes? Estaba pensando...- La madre de Samuel le sacó de sus pensamientos antes de que siguiera torturándose más. -Podríamos visitarlos en las vacaciones de este año.

Rubén sonrió levemente.

R: -Sí, sí pueden. O si quieren, nosotros podemos venir a visitarlos.- Rubén miró a la madre de Samuel. Era sincero. Él quería volver a visitarlos. De verdad quería.

C: -Eso sería hermoso...- A la madre de Samuel se le llenaron los ojos de lágrimas.

A: -Oh... vamos.- La abuelita sonrió. -Prepárate un té, terminaré con esto aquí.

La madre de Samuel asintió y luego fue a preparar el té. La abuelita sonrió y entonces se giró. Sacó una cajita y entonces tomó entre sus manos el prendedor.

A: -Ahora, solo un toque especial...- La mujer mayor se acercó al peliblanco y arregló el accesorio a su ropa con cuidado.

Rubén se miró en el espejo y entonces quedó casi sin aliento. Era un prendedor de plata. Un objeto más arriba y otro abajo, con una cadena colgando entre ambos. Se aferraba a su traje a la perfección. Rubén pasó sus dedos por el prendedor y sintió el nudo doloroso en su garganta, sus ojos se volvieron cristalinos.

A: -Este prendedor ha estado en nuestra familia por más de ciento cincuenta años- la abuelita le abrazó por la cintura. Rubén bajó su mirada.

R: -Es hermoso, pero yo no...-

A: -Shhh.- Ella le hizo callar. -No he terminado. Resulta que mi bisabuelo se lo dio a mi bisabuela cuando se casaron. Fue todo un escándalo. Él era Francés y ella Española, entonces debía tener la aprobación de todos los ancestros antes de casarse. Casi terminaron por eso.

Rubén le miró atento.

R: -¿Cómo siguieron juntos entonces?

A: -Ella era como tú. Fuerte. No aceptaba un no por respuesta. Era perfecta para él.

Rubén bajó su mirada apretando sus labios.

A: -Quiero que lo conserves.

R: -No, gracias, no creo que...-

A: -No, no, no. Las abuelas aman darles las cosas a sus nietos. Nos hace sentir que seguiremos siendo parte de sus vidas cuando ya no estemos. Tómalo. 

A Rubén se le nubló a vista entonces, sentía que si hablaba iba a quebrarse en cualquier segundo. Negó con la cabeza como pudo. Levantó sus ojos evitando que cayeran y tocó su pecho mientras intentaba darse aliento.

A: -¿Te sientes bien?- La abuelita le miró preocupada.

Rubén suspiró.

R: -Yo...Ah...Bueno, yo...- Quería decir que lo sentía, decir que todo le estaba costando demasiado, se sentía ahogado con todo esto, quería decirle toda la verdad, pero el rostro de la abuelita se lo impedía. -Quería saber si hay tiempo suficiente para arreglar el traje.

A: -Oh...- La abuelita rio. -No te preocupes por eso, Rub. Te verás muy hermoso. Ya puedes quitártelo, si gustas.

La abuela entonces se fue y Rubén se miró frente al gran espejo.

Aunque siempre se mostró frío, él pensaba que el día en que se casara sería algo muy lindo, pero todo lo que sucedía en ese momento era mucho mejor, solo que nada de eso era real. Llevó su mano al prendedor y lo tocó con suma delicadeza. Sentía profundas ganas de llorar y que nadie lo viera en ese momento. Se sentía frágil. Quería desaparecer como por arte de magia y no saber de nadie en mucho tiempo.

La Propuesta-RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora