Tinta y saliva

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Lo que empezó como un beso suave pronto se convirtió en uno intenso y desenfrenado.

Era como si se estuvieran midiendo las fuerzas, como una especie de reconocimiento del terreno.

Ella se sentía a la altura, respondiendo con su propio deseo a la apasionada demanda de aquel doctor.

El ágil movimiento que había hecho con su pierna, colándose entre las de ella no le molestó en absoluto.

Le respondió, empujándolo con la mano que tenía enredada en su cabello hacia si misma, besándolo con más intensidad. Deslizó la otra por los bien formados brazos de aquel cirujano seductor, acarició la piel morena, algo rugosa, percibiendo su bien estilizada figura.

Su mano se deslizó hacia el pecho libremente, desabotonándole la camisa, descubriendo sus músculos firmes, fuertes: delgado pero corrioso.

La mano que él tenía en su cintura la presionó empujándola hacia él, levantó un poco su muslo, para cargarla ligeramente, las piernas de ella quedaron montadas sobre el muslo de Law y sus entrepiernas quedaron juntas, pudo sentir cómo el cuerpo de Law reaccionaba a su tacto, poniéndose firme, debajo de la bragueta, y ella misma húmeda sobre su pierna.

Aquel hombre le provocaba deseo, su barba de chivo le hacía un ligero cosquilleo cuando, dejando sus labios por un momento, deslizó la boca por su cuello, besándolo, dejando una ligera capa de saliva mientras lo recorría.

Se estremeció; un escalofrío que no tenía nada que ver con el frío recorrió todo su cuerpo.

Law deslizó la otra mano por debajo de su cintura levantándole la falda, mientras le acariciaba la piel.

Ella, por su parte, se humedecía cada vez más, sentía también su vulva palpitar, al igual que él, estaba realmente excitada.

Cerró los ojos mientras él le mordía suavemente el cuello.

Bajó su mano hasta el límite del pantalón. Sintió deseo de meterla y acariciar su miembro. Pero por un breve momento su mente le dijo que sería demasiado rápido.

No sabía quién daría el primer paso.

Él la acariciaba pero no le había metido la mano entre la piernas, tampoco le había apretado los pechos o siquiera tocado sus nalgas de forma lasciva. A pesar de no ocultar su deseo, sus caricias estaban contenidas, tal vez esperando permiso de su compañera, tal vez también sabiendo que no era el mejor lugar (aunque había algo de excitante en que estuvieran en un lugar público) que cualquiera podría verlos ardiendo en deseo jugueteando con sus cuerpos.

Ya no sentía frío, ambos cuerpos habían elevado la temperatura.

Volvieron a juntar los labios.

Ella se limitó a meter las manos en la camisa y acariciarle la espalda. Él le recorrió las piernas con las manos subiendo por la espalda, enredandolas en su cabello, hasta tomar con ambas manos sus mejillas y besarla de nuevo con verdadera pasión.

-ejem...-una voz conocida carraspeó desde el marco del balcón- disculpa Robin...eh...Perona va a abrir los regalos...esteee...ellos quieren que todos estemos presentes...disculpa, Robin- se escuchaba la vergüenza en la voz. Era Ussop, seguramente la escena era demasiado lasciva para él. No se estaban moderando, pero por alguna razón ella no se sentía apenada. Se sentía feliz, hasta le causó gracia la reacción de su nakama.

Law la liberó del beso; un hilo de saliva se estiró a desaparecer mientras se separaban sus labios, le dirigió una mirada fulminante al interruptor de su encuentro.

-Está bien, ya vamos.- le dijo a Ussopp, respirando profundo, sin quitarle la vista al doctor, sonrió de lado, él la miró con los ojos entreabiertos y la mirada llena de deseo. La batalla no estaba decidida, solo era una tegua.

-Perdón, Robin.- se volvió a disculpar Ussopp, haciendo una reverencia, no miraba a Trafalgar, estaba colorado de la pena. Le causaba un poco de risa la situación, veía la cara del médico malhumorada, no se decidía si era por qué los habían interrumpido o si porque los habían descubierto. O ambas.

Ella también se sentía frustrada, no por haber sido descubierta sino por haber sido interrumpida, aunque por un lado suponía que estaba bien; tenía la impresión de que si seguían no podrían parar, y por mucho que quisiera no podrían desnudarse ahí mismo.

¡Qué cosas estaba pensando!

Querer desnudar a ese hombre y recorrerlo sin miramientos. Se puso colorada por sus propios pensamientos.

Ussopp se adelantó, mientras Law se pasaba una mano por el cabello, le extendió la mano para que la tomara.

-Vamos antes de que alguien más venga por nosotros.

Ella sonrió, él no ocultaba su molestia, le dio la mano y caminaron juntos escaleras abajo.

-Creo que si no viene nariz larga-ya, no hubiera podido parar.

Lo dijo honesto, sin pretender nada más que ser sincero.

-Tampoco hubiera encontrado la forma.

Entendía la frustración del chico, pero no sabía que hubieran hecho, tampoco quién hubiese dado el primer paso.

Él apretó fuerte su mano, sin lastimarla, era como una especie de cariñito.

Podían comerse a besos y luego pasar a un gesto tierno sin el menor problema.

No es que desapareciera la pasión, es que estaba todo revuelto.

Pero así se sentía ella misma, seducida sexualmente y con el corazón en la mano para entregarlo en cualquier momento.

¿Así se sentía el amor?

Nunca nada de lo que había experimentado con otros hombres se parecía a esto. Confuso, intenso y desbordado, pero también honesto y puro.

Sentía que lo conocía de tiempo, presentía que se entendían bien, y por los momentos que pasaron juntos, que se acoplaban bien.

Era una especie de regalo sorpresa su encuentro, tan fortuito y a la vez se sentía tan predestinado que hasta daba miedo, y sin embargo estaba tan a la expectativa de lo que pudiera pasar después.

¿Será que se estaba enamorando sin darse cuenta?

Cuando llegaron escaleras abajo había una gran multitud rodeando a Perona con una pila de regalos al lado.

Cada vez que descubría quien se lo había dado se acercaba a dar un abrazo.

Tomaba uno por uno, lo abría, lo examinaba y daba las gracias, casi todos parecían haberle agradado.

Por un momento Law la soltó de la mano, se colocó detrás de ella y cruzó sus brazos por su cintura, posó su barbilla sobre su hombro, parecía ligeramente aburrido con el ritual, pero su gesto era cálido y lleno de ternura.

Ella levantó una mano y le acarició una oreja, pasando por los dos aretes que llevaba, era un doctor bastante Sui generis, tatuado y con cuatro aretes (dos en cada oreja).

También era un hombre muy sensual, y por lo menos esta noche, era suyo.

Abrir con Bisturí una FlorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora