Para entonces habían pasado ya varios días, me encontraba con mí nuevo amigo Charles frente a la fuente del parque, estaba con un pincel en la oreja derecha, uno en la mano y un pequeño lienzo enfrente.
Era gracioso, ya que la gente se acercaba a ver la pintura, -los mayores-, mientras los niños jugaban con Charles, era todo un galán. Se iban en cuanto se daban cuentan que no estaba pintando la fuente, si no algo más pequeño aún, pero que ellos no lograban ver, no lo entendían.
A eso de las 3 de la tarde, mujer como ella, no creo que hayan dos, -me dije-, cuando vi pesar de lejos a aquella muchacha que era tan similar a Elizabeth.
Para mí suerte, era ella, bueno, digo, para suerte de los dos, -Charles-.
¡Oye!, andas por aquí, ¿qué tal estás?, -me preguntó-, ¡Hola Charles!, ¿cómo te va peludo?, -le dijo al gato-, ya sabes, aquí me trajo el viento hoy, -¿tu qué haces por acá?, -le pregunté-
Nada, unos asuntos, oye, Evan, ¿qué harás por la noche?, -preguntó-, ¿planeas secuestrarme?, -interrogué-.
Nada de eso, sólo que hoy tengo ganas de un buen vino, ¿te gusta el vino?, -preguntó-
Claro, ¿hay ser en esta tierra que no le guste el vino?, -repliqué-, bueno, pueda que sí, -mencionó-.
Bueno, nos vemos a las 9, -le dije-, que sea a las 10, -replicó-, no olvides llevar a Charles.
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Contado de otra manera.
RomanceContado de otra manera, sin embargo sigue siendo lo mismo.