Nueva casa.

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Pasaron los días, y el llanto estaba presente a cada hora. 

El mar se estaba preocupando por los lagos saldos que se formaban en aquella habitación, -la de Elizabeth-. 

Fuimos a desembocar todo aquel río a una pequeña colina cerca de casa. 

Ella vestida con un pantalón de lona roto, blusa gris, cabello de oro, ojos de perla. 

Sabes, -me dijo-, este es un mundo Jodido, no tengo nada y hasta he llegado a creer que no tengo a nadie, me siento sola, francamente sola. 

Luego de un largo tiempo, bajamos a su casa, me despedí, no sabía que pasarían meses sin verla. 

-Adiós- adiós-. 

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