A la mierda, -dije-, vamos por aquel gato, ¿dónde lo viste? Tercera avenida, 9 calle, -señaló-.
Judith, regreso pronto, nos vemos -me despedí-, adiós, -recriminó-.
Llegamos a la vieja casa, se estaba cayendo a pedazos, ¿es aquí?, -pregunté-, sí, -afirmo-. Ya sabes, no será fácil, pero ten toma esto, un viejo trozo de madera, -le entregué-, mientras desato al gato, rompe en mil esa prisión que tenía como casa ese pobre animalito, será todo un placer, -mencionó-.
Pocas veces he visto la violencia en su máximo esplendor, pero verla reventar aquella casa con aquellos delgados brazos, era la violencia original, me excitaba el sonido que hacían los objetos al chocarse, aquella euforia que desprendía al hacerlo,-ella-, mierda, era mágico.
Vámonos, ya está hecho, -le dije-, espera, falta algo, -replico-, tomo de su bolso, honestamente no me había dado cuenta que lo llevaba, un pequeño encendedor de metal, y con el prendió un trozo de servilleta del café donde estábamos, y lo aventó a la casa, ¡¿qué haces?!, -le pregunté-, las cosas no se dejan a medias, -exclamó-.
Bueno para entonces nos encontramos cerca de su casa, 13-20, no sé que colonia, menos que calle, pero frente a ella. Un pequeño jardín delantero, un par de flores, un árbol de mango y mucho orégano, era lo que me recibía frente a su casa.
Me debo de ir, ¿te quedarás con el gato?, -le pregunté-, cuanto desearía, pero no, -replicó-, ¡¿no?!, -exclame-, perdón por meterte en esto, pero no puedo, dijo a punto de lagrima.
No deberías sentirte así, al final, ya no está atado a aquella prisión de madera, me lo llevaré,-dije-, puedes visitarlo o visitarla... Visitarlo, sí, cuando quieras, -mencioné-, ¿dónde estarás?, -preguntó-, bueno respecto a eso, no lo sé.
¿Vives en la calle?, -interrogó-
No necesariamente, lo que sucede es que soy un inquilino del mundo, sabes, tengo donde dormir algunas veces, tengo familia que me ama, pero no los amo tanto como me amo a mí y no puedo atarme a ellos, -exclamé-.
Debo irme, adiós, empecé a alejarme de ella.
¡Charles!, que se llamé Charles, -me grito-, ¡Soy Elizabeth!, ¿quién eres tu?-me preguntó-
Aún no lo sé con certeza, pero me llamo Evan, -le grite-
Bueno enano, nos toco caminar juntos, le dije a Charles, me vio, confió en mí, no volteamos hacía atrás.
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Contado de otra manera.
RomanceContado de otra manera, sin embargo sigue siendo lo mismo.