PEQUEÑO CHANTAJE🔥 Capítulo 12.
Dios, como estaba. Sin pensármelo demasiado, la besé de nuevo, esta vez con mayor urgencia. Mientras que mi mano derecha seguía manoseándola, haciendo que emitiera pequeños gruñidos, la otra acariciaba su cola y espalda. Clarice tampoco se quedaba quieta y tras un pequeño periodo de inactividad al inicio, comenzó a recorrer mi cuerpo, desde mi pecho hasta la cola e incluso me toqueteó la entrepierna. Desconocía si aquello le estaba gustando, pero por sus reacciones ante mis caricias, era probable.
Entonces, me separé y la llevé hasta mi cama, donde la dejé recostada boca arriba. Me quité la camiseta y me puse encima de ella, besándola con encendida pasión. Pero no notaba en mi hermana demasiada iniciativa. Me la quedé mirando y pude notar extrañeza en sus ojos.
— Hey, ¿qué pasa?
Pregunté preocupado.
Me recosté de lado a su izquierda y la miré de forma incomprensible. Ella seguía allí con ese gesto de indiferencia, como si todo le diera igual. No tenía ni idea de que decirle o que hacer.
— ¿Ocurre algo?
Fue lo único que alcancé a decir.
Ella giró su cabeza hacia un lado y emitió un suave suspiro que indicaba algo de incomodidad. Luego me miró con sus ojitos verdes. Resultaba arrebatadora pero aquella actitud me estaba empezando a alarmar.
— Pues, es que...
Comentó con fastidio.
— Somos hermanos.
Vale, el tema de los tabúes. La verdad, yo en eso no es que tuviera mucho que decir. Tan solo era sexo. No veía nada peor en ello. No quería abusar ni la estaba forzando a nada denigrante, más allá de fastidiarla un poquito. Yo solo le di dos opciones. Si deseaba, no tendría por qué haberlo hecho. Y no es por nada, pero se había excitado al hacerme la mamada. Estaba muy caliente. Solo quería aliviarla un poco. Por eso, mi reacción no es que fuera muy histérica.
— ¿Y?
Dije yo.
— ¿Te parece mal? Porque si quieres lo dejamos y listo.
— Claudio, no está bien que hagamos estas cosas.
Explicó mi hermana con desagrado.
— Te recuerdo que te has puesto cachonda al chupármela.
Indiqué con cierta saña.
— Y ahora, se notaba que tenías ganas. Que te acobardes al último momento me parece una acción absurda.
Clarice bufó un poco. Se le notaba molesta.
— No es que me disguste, vale...
Comentó.
— Pero, ¡somos hermanos! No sé. Creo que es algo incorrecto.
Se notaba muy indecisa. Y yo no estaba para indecisiones ahora.
— Pues entonces no habérmela chupado.
Le dije sin evitar dejar escapar una carcajada.
— Claro, y si no te la chupo, tú le habrías enviado esas fotos a mamá.
Me reprochó ella.
— Ah, pues no te quejes tanto, bonita.
Solté yo en ese instante. Clarice me lanzó una enojada mirada.
— Además, estoy tratando de darte placer sin pedirte nada a cambio. Creo que de eso, pocas oportunidades habrás llegado a tener.
Su rostro se contrajo de forma extraña ante lo último que acababa de decir.