Desaparición misteriosa

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Era la primera clase del día y ya habían cuarenta estudiantes listos para recibir la lección. Cuando dejé mis papeles en el escritorio, caminé hasta el centro del salón con el control del proyector en la mano.

—Hoy les traigo un caso peculiar —les dije aparentado un botón.

En la pantalla se mostró el interior de un elevador, en el centro se encontraba el cuerpo sin vida de un hombre.

—Su nombre era Paulo, cuarenta años, su cuerpo fue encontrado a primera hora de la mañana, el elevador corresponde al edificio donde vivía su madre.

Me detuve un segundo a tomar aire, todo el grupo observaba el proyector con ojos como de lechuza.

—Según la declaración de la señora, la última vez que vio a su hijo fue cerca de las doce, Paulo trabajaba de noche, salía a dicha hora cada día, con veinte minutos para llegar a su oficina. Aquella noche ella lo despidió a las puertas del elevador, Paulo le escribía a su esposa, a las ocho del día siguiente debía de haber llegado a su casa junto a ella, pero no lo hizo, su cuerpo fue encontrado en la mañana cuando la primera persona tomó aquel elevador.

En aquel punto uno de los estudiantes tenía la mano en alto agitándola para llamar mi atención, con un gesto le pedí que esperara y continué mi relato. Aún faltaba información.

—Deberán saber que el custodio en la primera planta también dio declaración, según sus palabras, toda la noche se mantuvo en su puesto y solamente una persona hizo uso de uno de los elevadores. Se trata de una joven, cerca de los veinte, trabaja de camarera y en la madrugada regresaba a su casa tomando uno de los elevadores para subir, por consiguiente ninguna persona hizo el recorrido puertas afuera del edificio durante toda la madrugada, ergo, tenemos el punto más complicado del caso. Eran las doce de la noche cuando la esposa de Paulo recibió un mensaje que decía exactamente así: Mañana, cumpleaños de mi tía; una hora más tarde el teléfono de su mujer volvería a sonar y esta recibiría el segundo y último mensaje aquella madrugada, el contenido era el siguiente: Necesitamos leche. No valen códigos secretos, ni ideas sobrenaturales. Los hechos quedan así, Paulo toma el elevador, nunca baja, pero una hora después de subirse le escribe a su esposa, ¿qué sucedió? La pregunta queda en el aire, ¿alguien capaz de responderla?

Varias manos se levantaron en el acto. Escogí a una jovencita pelirroja que saltaba en su asiento.

—Sabemos que constituye una imposibilidad —expuso— el hecho de que la víctima abandonara el edificio, por lo tanto podemos dar por sentado que no tenía la intención de salir en ese instante, quizás hizo una visita rápida.

—Seguro tenía una amante —la interrumpió con hilaridad otro estudiante.

—Es una opción —le respondió la joven entre risitas.

—Entonces su idea es que Paulo hizo una corta visita a cierta mujer indecente con macabras intenciones y esto desencadenó su muerte. Si es así debería agregar otro hecho. Paulo siempre abandonaba la casa de su madre veinte minutos antes de su hora fija en el trabajo, porque justamente son veinte minutos lo que le tomaba caminar de un sitio al otro, si hubiera tenido una cita fijada con cualquier persona, hubiera dejado la casa al menos una hora antes, de otra forma, ¿para qué arriesgarse?

—Entonces no sería una cita —dijo otra estudiante—, se encontraría con alguien de imprevisto.

—O pudo ser el custodio —agregó otro estudiante.

—Empecemos por la primera hipótesis, quizás alguien tomó el mismo elevador que él, quizás fue una emboscada, pero si fue así, ¿por qué tardó una hora en asesinar a la víctima? Y esto lo deducimos por la diferencia de tiempo entre los mensajes. La hipótesis del custodio tiene el mismo fallo.

El salón estuvo pensando la idea por un buen rato, y como no veía avances, decidí darles un empujón.

—Chicos —dije—, solo piensen, escarben las posibilidades, hemos descartado asesinos sorpresas, citas extrañas y cualquier cosa que signifique abandonar el edificio. Pregúntense esto, ¿qué posibilidad queda? Por improbable que parezca.

—Quizás solo estuvo una hora bajando y subiendo —dijo una estudiante en primera fila—, hasta que le dio algo.

—¡Eso! —exclamó otra estudiante—. Le dio un ataque o algo y por eso nunca abandonó el elevador, murió allí.

—¿Y el mensaje? —la interrogó la estudiante anterior.

—No lo sé —le respondió esta.

—¿Qué nos sucede cuando queremos hacer una llamada en un elevador? —les pregunté con la intención de esclarecerlos.

Casi todos exclamaron al unísono la ausencia de cobertura ante las puertas cerradas de un elevador.

—Entonces pensemos, Paulo le escribe a su esposa, envía el primer mensaje, tiene el segundo a un movimiento de enviarlo también, pero qué sucede.

—Se cierran las puertas y se queda sin cobertura —dijo la joven pelirroja en la última fila.

—Y entonces le da un ataque —agregó otro estudiante.

—Una hora después cierta camarera llega a la primera planta y oprime el botón que activa los elevadores, ambos se abren, ella toma el de la derecha sin saber que el cadáver de un hombre se encuentra en el otro. Solo en ese momento el segundo mensaje se logra enviar y por eso hay una hora de diferencia. Hasta la mañana siguiente nadie descubre el cuerpo, y un día después la autopsia lo revela todo.

Se podría pensar que la audiencia estalló en aplausos, pero para mi satisfacción como maestra, mis estudiantes se dedicaron a tomar notas sin detenerse o a pensar embobados. No eran malos chicos, pero para resolver rompecabezas que involucren personas, uno debe de tener algo más que sentido común y buenas calificaciones.

Cuentos de buenas noches para búhos con insomnio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora