Capítulo 6

183 101 1
                                    

Domingo, 25 de enero de 2018

De ese día, no sabía qué me impresionaba más; que Jasper estuviese cocinando o que compartiera conmigo algo de su niñez. Algo de su vida antes de nosotros.

Nos habíamos despertado temprano para cocinar un postre que su padre le hacía de niño. Su favorito. Era mi día libre, y probablemente en otras circunstancias me habría gustado mucho quedarme en cama por horas sin hacer nada para descansar de la semana pesada que había tenido, pero cada que veía a Jasper, miraba un reloj de arena en su cara, uno que no se iba a poder voltear. Quería pasar el mayor tiempo posible a su lado, además, algunos domingos eran mis días disponibles para hacer algo con él. Y había decidido no desaprovechar ninguno.

Desde el viernes por la noche no se había vuelto a hablar del tema, principalmente porque el día anterior había salido tarde y Jasper esperaba por mí, dormido. No había habido manera de platicar. Alín me había preguntado si había resuelto algo, pero no hubo mucho que pudiera decirle.

—¡Mmm! —gimió de satisfacción y sonreí desde el otro lado del desayunador. Jasper me miró sonriente antes de acercarse a mí con un pedazo en la cuchara— Pruébalo.

Lo hice. Mis labios apresaron el cubierto y suspiré.

—¿Sí está bueno? —asentí— Es una torta que mi padre me preparaba cada cumpleaños.

—¿Es con frutos secos?

Asintió. —Sólo almendra —me dijo, metiendo el postre frío en el congelador después de terminar de decorarlo. De pronto la sonrisa se le había ido—. No creí que me quedaría bien sin él.

Había un poco de todo en su voz, desde el orgullo hasta la tristeza e intenté aligerar el ambiente.

—De saber que cocinabas así de bien habría deseado conocerte mucho antes.

—También me hubiese gustado conocerte antes de todo esto, Jules.

Mi sonrisa desapareció con cada segundo que pasaba. Mis palabras no iban con doble sentido, pero lo parecía y me bajé del taburete. Me había malinterpretado.

—Jas, no...

—Lo siento, no quise decir eso —se apresuró a disculparse. Tiró de mí hacia él para abrazarme—. ¿Qué tal si vas y te duchas? Yo terminaré esto pronto.

—Pero... —me besó, interrumpiéndome.

—Ve, estás hecha un desastre.

Algo me decía que era una forma sutil de pedirme unos minutos a solas, pero no dije nada al respecto. Suspiré.

—De acuerdo.

Me alejé de la cocina a paso lento y me encerré en el cuarto de baño con una desagradable sensación de culpa por lo que había pasado, porque no era eso lo que había querido dar a entender. Pero una vez bajo el chorro, cerré los ojos y pensé en cualquier otra cosa.

Tomé la esponja de baño, el jabón líquido y me refregué el cuerpo. Jasper tenía razón, era un desastre. Se me había pasado la ducha por quedarme en la cocina mirándolo de espaldas a mí tan esmerado en algo. Nunca cocinaba para mí, pero, tenía que admitir que aquello no era por mí en sí. Quería decir, parecía más un gesto de fin de semana por rememorar recuerdos de su vida pasada. Y eso estaba bien para mí.

Pasé la palma de mi mano por el espejo de baño empañado y suspiré al verme. Estaba pasando por muchas cosas sin, siquiera, tener la fuerza y madurez para superarlo y resolverlo, ¿Qué se suponía que sería de mí dentro de meses, en uno o dos años tal vez? Pensarlo me erizaba el vello de la nuca.

Lo que no nos dicen del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora