Capítulo 17

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Sábado, 14 de abril de 2018

Llevaba tiempo mirando mi reflejo en el espejo del baño. Habíamos amanecido abrazados, tal y como nos habíamos acostado la noche anterior. Me la había pasado en vela, mirando a Jasper dormir con tanta calma, como si al día siguiente no nos esperase uno difícil. Claro, me suponía que no quería demostrarlo frente a mí.

Al despertar, le había dado los buenos días y sin más, lo besé como si, ahí, en esa cama, me estuviese despidiendo de él. Porque de hecho ese día era el último y yo no estaba lista. Mientras me hacía el amor por una última vez, no podía concentrarme más que en las lágrimas que me brotaban de las esquinas de mis ojos y se deslizaban por mis sienes, porque aun teniéndolo conmigo, no era suficiente. No en ese momento.

No hubo parte de mi cuerpo que no fuese besada por Jasper, incluso se dedicó a besarme el rostro centímetro a centímetro, sin olvidarse de un sólo espacio y cada que mencionaba mi nombre contra mi oído, mientras entraba y salía de mí. Procuré guardar el recuerdo tan bien en mí memoria, que pudiera recordarlo en unos años y sentirse como en esa mañana.

Yo no quería recuerdos, pero toda mi vida se estaba basando en ellos. Primero mis padres, ahora con Jasper.

Salí con miedo del cuarto de baño, temiendo encontrarme a Jasper sentado al borde de la cama vestido, listo para despedirse de mí, pero no estaba allí. Caminé a la cocina, me serví un vaso con jugo y me senté junto a la mesa, pero tan sólo le di un sorbo antes de sujetarme la cabeza con las manos.

No estaba lista para lo que sería de mi vida desde ese momento en adelante, ni mucho menos lo estaba para ese día en específico, pero no había quien me enseñara a ser fuerte, de hecho, no te enseñaban a serlo. Lo aprendías con los golpes y tantas caídas, solamente.

—¿Jules? —la voz de Jasper se escuchó desde el umbral de la cocina— ¿Te sientes bien? —asentí, aunque apenas y pude menear la cabeza— Jules, sé que no dormiste en toda la noche.

—¿Y quién podría? —lo encaré, arrepintiéndome al instante del tono que había utilizado— Lo siento, no quise...

—Descuida, está bien —intentó calmarme—. Todo está bien.

—No, Jasper —dije—. De hecho, nada está bien.

—Jules...

—Te he dicho, todo este tiempo, que todo está bien, que todo estará bien, pero sabemos que no es así. Lo he repetido, una y otra vez para calmarte y de una vez por todas convencerme de ello, pero ya no puedo —me levanté de la silla—. Tengo tanto miedo, Jasper. Y no debería porque sólo voy a perderte, ¿Verdad? No es como que vaya a morir o se repita la muerte de mis padres cada veinte de julio y tenga que revivirlo.

—Jules —me miró atento—, trata de calmarte.

—Ya no puedo sólo guardarme todo esto cuando sé que no volveré a verte y nunca lo dije —le ignoré la petición—. Estoy tan asustada que... yo sólo... es que... —me llevé una mano a la frente. Estaba sudando—. ¿Por qué sólo no puedo irme contigo?

Su semblante cambió luego de oírme. Dio pasos tan urgidos hacia mí que retrocedí por inercia, nerviosa.

—No vuelvas a decir eso —me pidió— ¿Crees que no me arrepiento cada día el no habérmelo pensado mejor antes de quedarme aquí contigo? ¿O de haberme ido antes de que me enamorara de ti? No porque seas el problema, sino porque pude haberte ahorrado todo esto que sientes y el odio que sentirás por mí desde este día en adelante.

—Yo no te odio.

—Todavía.

—¡Y no lo haré! —alcé la voz— Pero estoy asustada, tan asustada que... incluso más que el día del entierro de mis padres porque tú estás aquí, conmigo, Jasper. Puedo tocarte, abrazarte... besarte, pero ¿Cómo le explicas a mi cabeza que en realidad no estás aquí? ¡Qué estás muerto y realmente nunca fuiste para mí y te debes marchar! Otra vez —recalqué sin aliento.

—Sé que debí irme, Jules. Hace meses.

—¡Ya deja de decir eso! —me pasé las manos por el cabello. Estaba comenzando a tener, quizás, un ataque de pánico, porque las manos me temblaban de forma preocupante— No se trata de eso, no lo digas más. ¡Basta!

Hubo un silencio, uno un poco extenso antes de que Jasper se acercara a mí.

—No quiero irme sabiendo que estás así. No quiero que nuestro último momento sea esta discusión —me dijo—. Deja que me vaya con el de esta mañana, cuando estaba haciéndote el amor en nuestra cama, Jules.

Una lagrima me rodó por la mejilla y siendo incapaz de pronunciar una palabra, sólo asentí.

—Lo siento —sollocé contra su pecho.

—Shhh —su mano acariciando mi cabello me estaba poniendo peor—. Puedes desahogarte, Jules. Todo lo que quieras.

—Pero no así —me limpié una lágrima—. Es sólo que la idea de no envejecer contigo me está aniquilando —lo miré—. Y es absurdo, pero realmente me miraba contigo.

Sonrió débilmente.

—Es bueno saber que me hacías parte de tus planes, Jules. Me hace feliz que alguien tuviese planes conmigo y que ese alguien hayas sido tú.

—No cambiaría nada —le dije—. Y no me arrepiento de nosotros, quiero que lo sepas. No pienses, ni por un segundo, que mi vida hubiese sido mejor si no te hubieses atravesado en mi camino y me hubieses hecho caer de la bicicleta ese día.

Sonrió. Aún con sus ojos cristalizados y el párpado temblándole, sonrió.

—Te quiero —me dijo—. Por encima de todo, Jules —su mano me acarició el cabello un momento, antes de acercarme a su pecho para abrazarme—. Espero algún día puedas perdonarme.

—Yo no tengo nada qué perdonarte, Jas.

Jasper estaba lastimándome, pero tan sólo lo hacía por no haber más opción y yo me conformaba con eso, si con ello se me permitía tenerle un rato más.

Miré el cielo grisáceo, como si estuviese a nada de llover justo sobre mi cabeza y cerré los ojos, consiguiendo calma mientras estaba de pie en media calle, a punto de culminarlo todo

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Miré el cielo grisáceo, como si estuviese a nada de llover justo sobre mi cabeza y cerré los ojos, consiguiendo calma mientras estaba de pie en media calle, a punto de culminarlo todo.

Empujé la puerta de vidrio y me retorcí los dedos mientras esperaba ser atendida. Había unas cuantas personas dentro esperando lo mismo y cuando un oficial me miró atento, comprendí que había llegado el momento, aunque yo no estuviese lista.

—Buenas tardes —dije.

—Buenas tardes, señorita. ¿Le puedo ayudar en algo? —asentí, un poco muy sumergida en mis pensamientos.

A esas alturas quizás Jasper estaría por ahí, caminando, apreciando Williston una última vez. Los ojos comenzaron a picarme.

—¿Señorita? —me hizo volver y parpadeé un poco, antes de aclararme la garganta.

Es ahora, Jules. Me dije. Todo va a estar bien.

—Quisiera hacer un reporte.

Lo que no nos dicen del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora