Viernes, 06 de abril de 2018
Apreté las manos al volante antes de soltar un suspiro silencioso. Jasper tenía su mano en mi muslo, pero llevaba los ojos puestos en la calle, pensativo. No habíamos hablado mucho desde que salimos del departamento, ni tampoco los días pasados. Había estado trabajando en la carta para su padre y yo, en conseguir fuerzas para los días siguientes.
Me había alquilado un coche para viajar con Jasper a Minot. Ya había conocido el instituto en el que había estudiado, su cafetería favorita y algunos sitios donde frecuentemente iba antes de todo aquello. Era de noche, quizás un poco más de las siete y yo conducía por las calles de lo que parecía un condominio de casas preciosas. No tenía idea de a donde me llevaba, pero tampoco me había animado a preguntarlo. Ya llevaba rato siguiendo sus instrucciones solamente.
—Aparca ahí.—señaló un buzón viejo frente a una casa blanca completamente a oscuras.
Apagué el motor y me desabroché el cinturón para acomodarme, pero Jasper tenía la mirada fija en otra casa, una un poco más lejos de donde nosotros estábamos.
—¿Qué estamos haciendo?
—Esperando —me dijo.
Dirigí la mirada hacia donde la tenía puesta él, pero nada estaba pasando. El lugar parecía estar solo, ni siquiera pasaban otros autos y la casa que estaba mirando se podían ver las luces de la sala encendidas y el reflejo de una persona caminando de un lado a otro.
—¿Jas? —lo miré, confundida— ¿Quién vive ahí?
—Es mi casa —musitó, apretando las cejas.
Volví a mirar. La casa era color crema, con un frente perfectamente podado y arbustos junto a la acera. Las ventanas eran corredizas y grandes y rocas decoraban junto al camino hasta la puerta principal. Era una casa hermosa, sin duda.
—Jules —la voz le tembló.
La puerta fue abierta y segundos más tarde, un señor salió sujetando la correa atada a un Beagle. Jasper dejó de respirar y el agarre en mi muslo se apretó un poco. El hombre intentó hacer caminar al perro, pero acabó por soltarle la correa y dejarlo que anduviera solo. Sonreí.
Tenía aspecto de estar cansado, era delgado y caminaba un poco jorobado. A pesar de la distancia, juraba que, de tenerlo cerca, vería una versión envejecida de Jasper.
—Ha comprado un perro —murmuró con uno mediana sonrisa, sin dejar de mirar la escena.
Sus ojos se estaban cristalizando y noté que se mordió el labio para disimular el temblor en él. Estaba viendo a su padre después de tanto tiempo y la situación me estaba afectando también a mí. El señor alzó al Beagle y lo besó mientras este se retorcía en sus brazos hasta que lo regresó al suelo, luego incorporándose con una mano en la espalda.
—Vámonos —me dijo, pasándose los dedos sobre sus ojos rápidamente. Su padre estaba mirando hacia nosotros y no dije ni media palabra antes de abrocharme el cinturón y encender el auto.
El interior del coche estaba en silencio y se mantuvo así incluso una vez estando bastante lejos. Jasper llevaba la vista puesta en la ventana únicamente, no sabía si estaría lagrimeando, no podía verle, pero sentía la inquietante necesidad de aparcar el Mercedes y abrazarlo, porque muy en el fondo yo necesitaba ese abrazo de regreso para sentirme menos débil.
Pasar por el puente de nuevo me hizo dar un vuelco al estómago y sentir un escalofrío por la espalda. Una de las barras de seguridad junto a la orilla estaba torcida. Tuve que apretar los ojos para regresar mi atención al camino y no imaginar la escena del accidente en mi cabeza. Ahora me daba cuenta de que el viaje no había sido más que una tortura para los dos.
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Lo que no nos dicen del amor
ParanormalCamino a casa después del trabajo, una joven tropieza con un chico. Más tarde se dará cuenta de que nadie, excepto ella, puede verle.