Capítulo 7

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Mi celda está tan oscura que bien podría estar en medio de la nada o en medio de todo. Estiro mi mano y frente a mí hay nada. Un vacío negro e inmenso.

Estiro la mano y frente a mí siento la armadura que esconde el pasadizo que nos sacará del Nido. Todo está oscuro, no nos arriesgamos a encender la antorcha que trajimos con nosotras por miedo a ser descubiertas. La luna era una pequeña rendija en el cielo, así que la noche era oscura como las fauces del lobo. Después de despedir a Marius, Wulfric y mis hermanos desde las almenas, regresamos a la Torre. Cambiamos rápidamente nuestros delicados vestidos por pantalones de montar, suaves botas de cuero y capas con capucha. Esperamos a que la noche avanzara más en nuestras habitaciones. La espera fue eterna. Miles de escenarios en dónde todo salía mal se formaban en mi mente. Sentía como mi corazón se agitaba con fuerza a pesar de estar acostada sobre mi cama.

En el castillo reinaba el silencio. El momento perfecto para salir. Di una última mirada a la que fue mi habitación por quince años. Bajé las escaleras de puntillas y di unos ligeros toques en la puerta de Agatha y Circe. Salieron ambas con su cabello atado en un discreto moño y con sendas capas marrones. Nunca las había visto vestidas de una manera tan sencilla y aun así, seguían siendo hermosas y teniendo ese aire de nobleza.

Bajamos de puntillas hasta la armadura del pasadizo. La oscuridad era total y absoluta.

Y ahí estaba, estiro mi mano en medio de la oscuridad y siento la armadura. Con ayuda de Agatha logré apartarla para dejar el pasadizo a la vista. Intentamos tener todo el cuidado posible, pero a pesar de ello, no pudimos evitar que el sonido del metal contra metal sonara e invadiera la sala con un ligero eco. Un sudor frío comenzó a correr por mi nuca, si alguien nos descubría estaríamos perdidas.

Para nuestra fortuna, nadie llegó. Colocamos de nuevo la armadura en su lugar y de nuevo sonó el metal contra el metal, sonido que para mí era como el rugir de mil dragones.

La oscuridad en el pasadizo era aún más profunda de lo que lo fue en el camino de la Torre a la armadura.

Detrás de mí iba Circe y detrás de Circe, Agatha. Comenzamos a gatear, primero el terreno descendió, debíamos de estar pasando debajo de la Sala del Consejo. Se oía un silencio total, el Consejo de Guerra no se había reunido esa noche.

Después ascendimos un poco de nuevo. Mis muñecas y rodillas estaban empezando a doler, pero tenía que seguir adelante.

Después de algo así como un kilómetro, el piso de piedra dejó lugar a un suelo de tierra y con algunas raíces de árboles. Habíamos salido del Nido, ahora pasábamos debajo de los jardines.

A nuestro alrededor pasaban arañas, escarabajos y en un par de ocasiones, estás correteaban. Agatha soltó un chillido la primera vez que una rata corrió entre sus piernas. No pude evitar sonreír.

Llegamos a una bifurcación. Si tomábamos el camino que iba hacia arriba, saldríamos a los jardines del castillo. Era la última oportunidad de dar vuelta atrás. Sin titubear, tomé el camino que iba hacia abajo, el camino que nos llevaría hasta los pies de las montañas del Nido, dónde me reuniré con Marius.

Escuché como Circe y Agatha se detenían por un segundo, no las culparé si deciden regresar.

Avancé sola por unos minutos.

Escuché el eco del andar de Agatha y Circe, y unos sollozos. No sabría decir de cuál de las dos provenían los sollozos.

El camino poco a poco se iba haciendo más alto. Después unos metros, por fin pudimos ponernos en pie. Mi espalda gritó de alivio y dolor después de haber estado varias horas inclinadas.

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⏰ Última actualización: Jun 13, 2021 ⏰

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