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Noah entró corriendo a la cocina. Sus pasos no eran más que ruido sobre el suelo, seguido de las tres niñas de Richard, que le perseguían entre risas. 

El niño se escondió con velocidad entre las piernas de su padre y respiró profundamente. Erick no se quiso reír de la cara relajada que puso cuando las niñas detuvieron sus pasos. 

—¿Lo tienes claro?— le preguntó por décima vez Christopher, al tiempo que tecleaba veloz en su ordenador portátil. 

Richard bufó, ganándose un codazo por parte de Yocelyn. 

—Sí— aseguró Erick, otra vez. 

—Bien. Tardaré un par de días en conseguir que el carnet sea completamente real. Necesito que me des un nombre. ¿Las fotos son convincentes? 

—Lo son, Chris. 

—Las tomé yo— aseguró Yocelyn con una sonrisa orgullosa. Richard le devolvió el gesto y se inclinó para besar su sien. 

Christopher siguió escribiendo con velocidad sobre el teclado. 

Llevaban dos semanas trabajando en un carnet falso para las visitas en prisión. Todo tenía que ser como mínimo perfecto, lo que era complicado al ser la primera vez de Christopher en el mundo de la ilegalidad. 

Estaban en su casa, trabajando sobre la mesa de la cocina una tarde más. 

Erick respiró profundamente y acarició con sus dedos el cabello de Noah, que se había afianzado a sus piernas completamente exhausto de risas agudas y peticiones para abrazarlo. 

Desde ahí, viendo la casa tan habitada y con ese ruido que una sola persona podía crear de lejos, a Erick le era prácticamente imposible olvidar que llevaba un mes y medio sin conocer noticia alguna de Joel. 

Vivía del recuerdo y las promesas, de las noches en vela y los soplos de aire fresco, que le regalaban palabras que él se imaginaba susurradas con voz grave y pasión.

Se preguntaba día a día si Joel estaría bien, si seguía recordando el tacto ferviente de su piel y la efímera historia que ambos crearon. Tal vez era fiel a sus promesas, o tal vez no mientras Erick se dejaba la piel por sacarlo de ese infierno. 

—Necesito un nombre. 

Erick parpadeó varias veces y frunció el ceño. 

Era Chris. Christopher le estaba hablando. A él. 

—Oh— contestó—. ¿Para qué? 

—Para el carnet, Erick— le dijo con obviedad—. Necesito que me digas un nombre para ponerlo en el carnet. 

—A mí me dicen que te llamas Patrick y posiblemente me lo crea…

—Oh, Rich— reprochó Yocelyn con un gemido bajo—. Tiene que ser algo que Joel pueda entender también. 

Erick lo supo. 

—Pon Dylan. 

Chris hizo una mueca. 

—¿Qué es ese nombre? 

Él podría haberlo simplemente explicado, pero era su secreto; el secreto que Joel le compartió en esa misma cocina, el secreto que solamente sabía él. 

—De apellido Arista— contestó igualmente. 

Chris tecleó de vuelta. 

Erick se puso de cuclillas y miró a Noah, que mantenía la mirada acusadora en el umbral de la puerta, casi aterrorizado. 

Arkhé || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora