Han pasado casi tres años desde mi llegada al campamento mestizo. Han pasado tantas cosas que no podría explicarlas en tan poco tiempo. Violeta Espinedo, una hija de Demeter me había dicho hermana, y estaba en lo correcto. Soy oficialmente una hija de Demeter. Por otro lado Ethan resultó ser un hijo de Apolo, aunque ya muchos lo sospechaban, ya que la última vez me curó la cabeza con una gran facilidad. Aren es un hijo de Ares junto con Nik, Hugo es hijo de Atenea, Kira y Max con hijos de Hefesto, y lastimosamente, Anne todavía no es reconocida por su madre divina. Pero, fue acogida por los hijos de Afrodita. Porque que dicen que tiene algo llamado embrujahabla, que puede hipnotizar y persuadir a las personas para hacer lo que uno quiera.
También, hace un año Ethan recibió una carta de Hogwarts, la misma escuela a la que va Aren todos los años. Ethan aceptó ir, y Aren junto con su madre, ayudaron a Ethan en sus necesidades escolares mágicas. Hablando de Ethan, tuve que decirle sobre la carta, estuvo destrozado por unas semanas, no quería comer. Apenas si salía de la playa para dormir, dice que aquella playa le recodaba cuando mamá nos lleva a todos los años a nadar. Pero pronto se alegró al ser reconocido por su padre divino y conocer a sus hermanos, o al menos así lo vimos todos.
En estos momentos me encuentro en el porche de la cabaña 4, la de Demeter. Aquí en el campamento existen doce cabañas, una para cada de las doce divinidades del Olimpo. Cada cabaña está decorada de acuerdo a la divinidad, en el caso de Demeter, está decorada con césped real el el techo, en las paredes cuelgan flores y tomates. También hay flores silvestres y rosas que crecen en el porche, que son de las que me encargo mientras mis demás hermanos están en el campo de fresas. Yo no me ofrecí para esta tarea, en realidad al principio había empezado con las fresas, pero después de un accidente en el que maté casi dos metros del campo de fresas me regresaron a la cabaña. Desde ese entonces intento mantener con vida las flores y rosas del porche, agregando un pequeño cactus que me regaló Violeta, dijo: "Para que practiques tus dones de botánica, hermanita. Si logras que este cactus sobreviva todo el año, sin usar tus dones de mamá, podemos considerar que nos ayudes con las fresas." En realidad no es tan malo, solo tengo que regarlo una vez cada dos semana y en verano una a la semana. Yo se que es muy fácil cuidar un cactus, pero es el segundo que tengo, el primero lo ahogue, aunque no fue intencionalmente.
Ahora lo único que tengo que hacer es regar las rosas, ya que ayer regué el cactus y las flores silvestres. Hasta ahora todo parece ir bien, nada se ve fuera de lo normal, estoy haciendo un buen trabajo, o eso espero. Saque la regadera de un pequeño armario y fui a los baños a llenarla con agua. En los tiempos de clases, en los que la mayoría de los campistas van a sus casas, el campamento es tranquilo, hasta los monstruos se tranquilizan y no están al acecho para ver si encuentran a algún semidiós que comer. En mi cabaña solo quedamos tres personas, Violeta, Iñigo y yo. Iñigo es un chico rubio con diecisiete años, con unos hermosos ojos verdes oliva, que dice que son feos, pero lo regañamos cada que lo dice, porque de verdad son bellos y no lo admite.
