Capítulo 11| Sexo en el despacho

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12:58 am

Pov Carlos:

Mi teléfono celular vibra en mi bolsillo cuando llevo la botella de cerveza a mi boca, le doy un largo trago y saco el celular para ver quién me está llamando. Es mi padre, genial. ¿Qué querrá ahora este hombre?

—¿Qué quieres? —respondo mientras me levanto para hablar tranquilamente en un lugar más apartado.

—¿Esa es forma de hablarle a tu padre? —reclaman por el otro lado del auricular— ¿Cómo que qué quiero?

—Si me estás llamando es porque quieres o necesitas algo, ¿qué es esta vez?

La relación con mi padre nunca ha sido muy buena, siempre estaba pendiente al trabajo y en pocas ocasiones se ocupaba de mí o de mi madre. Siempre viajando y “haciendo negocios”. Lo que hacía era acostarse con la primera puta a la cuál se encontrara mientras mi madre sufría en silencio.

—Pues tienes razón, eres un chico bastante listo. Con razón has heredado mis genes.

—Como si quisiera tener los genes de un gigoló —reclamo y en vez de mostrarse ofendido comienza a reírse.

—Pues también tienes esos genes en tu ADN. Los Ford tenemos eso en la sangre, no pertenecemos sólo a una mujer.

Tiene tanta razón, con la diferencia de que ni le pertenezco a las mujeres ni tampoco a los hombres. Tengo muy en claro lo que me gusta y lo aprovecharé hasta que pueda. La vida solo es una y no me permitiré vivir bajo un régimen que no me permita disfrutarla.

—Al grano.

Le exijo a la persona del teléfono mientras me agacho para alcanzar una pelota que llega rodando hacia mí. En ese instante me llega un mensaje al celular.

“Que buen trasero te cargas”

Sonrío para mis adentros —lo necesitaba tanto— y respondo:

“Creo que eso lo he escuchado antes…”

—Necesito que vigiles a Liz para que no haga nada raro —pide mi padre y dejo la diversión a un lado.

—¿Qué ocurre con ella? —pregunto mientras comienzo a lanzar la pelota contra una pared y esta repica hasta volver a mí. Como desearía tirarle la pelota en la cara a alguien…

—Eres consciente de lo que ocurrió en las últimas elecciones, ¿verdad?

Odio que él haga eso. Cuando preguntas algo tienen que responderte no lanzarte otra pregunta. O sea, te dejan con más dudas que en el principio. Pero eso es típico de mi padre, nunca contesta lo que le pregunto.

—¡Cómo no saberlo, si eres el representante de relaciones públicas en la alcaldía! —exclamo irónicamente— Te la pasas todo el rato hablando de lo que ocurre en cada dichosa asamblea, ¡y cómo olvidar lo de las últimas elecciones!

—Eres un crío la mayor parte del tiempo —reclama—. Pues el padre de Liz me estuvo comentando que su hija estaba haciendo muchas preguntas sobre el tema.

—¿Y? Eso significa que quiere saber y estar al pendiente de la vida de su padre —digo y lanzo fuerte la pelota hacia la pared—, no como yo que me importa una mierda la tuya.

“Calma, que eres millonario pero no creo que Cassandra ni su madre estén felices cuando se enteren de que les has roto una pared’’

Leo el mensaje que llega a mi teléfono y todo el mal humor que tenía desaparece en un instante. Es posiblemente la única persona que puede hacer que mis humores cambien tan fácilmente.

¿Verdad o Desafío? (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora