Capítulo 8

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Una hora y media de carretera era lo que separaba Tacoma de Jacksonville, lo que nos separaba de la abuela Marie, Amy estaba muy ansiosa por conocer a la mujer que era tan especial para Bella, quien le había hablado de las estrellas y con quien ambas compartían el nombre.

— ¿Cómo es la abuela Marie, Bella? — Preguntó mi hija mientras seguíamos por la carretera.

— Ella es alegre, muy alegre — dijo sonriendo —, pequeñita como yo, delgada y tiene el pelo cortito y caño, parece frágil, pero no lo es, ella es fuerte donde más importa — describió mi novia.

— En el alma y en el corazón — completó mi hija.

Los libros que ellas leían juntas y los ejemplos que, tanto Bella como yo, le explicábamos e intentábamos que ella reflexionara al respecto y así aprendiera a apreciar a las personas y a la vida de una manera respetuosa y valorando lo que realmente es importante, parecían estar teniendo un excelente efecto sobre su crianza.

— Sí, cariño, ella es fuerte en el alma y en el corazón — confirmó Bella volviendo el rostro hacia el asiento trasero para regalarle una sonrisa de aprobación.

— ¿Y su casa? — Siguió Amy. — ¿Cómo es?

— Es una hermosa casa de playa, tiene un estilo un poco diferente, nos acuerda a una casa rural porque está hecha de piedra y madera, tiene grandes puertas y ventanas de vidrios en todas las habitaciones, donde podemos ver el mar, hay un hermoso jardín y siguiendo por él salimos y encontramos a una preciosa playa de arena blanca.

— ¿Iremos a la playa hoy todavía? — Preguntó ansiosa Amy.

— Creo que es posible — contestó mi novia tras echar un vistazo a la hora, eran casi las ocho de la mañana y faltaban como cuarenta minutos para que llegáramos a Jacksonville.

Seguí conduciendo y Amy se durmió, para cuando, con las indicaciones de Bella, aparqué el coche ella seguía profundamente dormida, habíamos despertado temprano para empezar el viaje antes que el calor del verano complicara la una hora en media que estaríamos por la carretera.

— Amy, estrellita, llegamos — Bella intentó despertarla suavemente, llamándola, pero nada, así que se bajó del coche y tras abrir la puerta trasera empezó a desabrocharla de su silla de seguridad. — Ya llegamos, cariño, es hora de despertar — dijo acariciándole su frente con los sus dedos, Amy se movió lentamente, luego abrió los ojitos muy despacio.

— Ya llegamos, dormilona, ¿no quieres conocer la abuela Marie? — Cuestioné al otro lado del coche, sacando su mochila del asiento trasero.

— Sip — dijo atontada por el sueño, se veía graciosa.

— Vamos, yo te cargo — la invitó Bella, tendiéndole los brazos para sacarla de la silla, toda mimosa y soñolienta mi niña se acurrucó en los brazos de mi novia.

La puerta de entrada al patio trasero de la casa se abrió y allí una mujer de sonrisa dulce, del tipo que calienta el corazón, una sonrisa de abuela, nos recibió; Bella la había descrito a la perfección.

— Bienvenidos, hijos — dijo acercándose con los brazos abiertos, se dirigió a mí primero y me atrapó en un gran abrazo. — ¡Qué gusto finalmente conocerte, Edward!

— El gusto es mío, Marie — contesté.

— Eres mucho más guapo personalmente, las fotos que vi no te hacían justicia — dijo ella, mirándome con sus profundos y sabios ojos marrones, admirándola de cerca me di cuenta de que era una versión de Bella mayor y más sabía, era fácil intuir el porqué de mi novia tener tanta madurez a sus 23 años, ya sabía que ella era una mujer especial por todo lo que Bella me contó a sus respecto, pero sentirla y verla hacía que todo fuera tangible. — Y esta hermosa pequeña que dormita en los brazos de mi nieta es la famosa Amy. — Dijo dirigiéndose a Bella.

Una estrella en nuestras vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora