Capítulo 13

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Tras mi desayuno de cumpleaños con mis chicas, las dejé en casa para ir al trabajo, con la promesa de encontrar una sabrosa cena cuando volviera por la noche.

En el hospital me dirigí al vestuario y después de cambiar mi ropa verifiqué los mensajes en mi celular, había mensajes de Esme, Carlisle, Alice, Jasper e incluso una de la abuela Marie felicitándome por mi cumpleaños. No sé dónde estaba con la cabeza cuando olvidé mi cumpleaños, a lo mejor, sé muy bien donde estaba, en Bella, me acuerdo que al inicio de la semana había mirado el calendario y vi que mi cumpleaños era al final de ella, pero con todo lo que sucedió durante la semana se me pasó los días sin siquiera darme cuenta de que la fecha se acercaba tan rápidamente.

Envié mensajes rápidos de agradecimiento y empecé mi día laboral, Amelia estaba compartiendo turno conmigo aquel día, me felicitó discretamente, pues sabía que no me gustaba la atención, principalmente cuando no era sincera, por eso no quería atraer la atención de ciertos colegas de trabajo. El turno estaba tranquilo, atendí a algunas personas con crisis de hipertensión, un señor mayor con una amenaza de infarto que por suerte fue detectada a tiempo, un accidente de moto, en urgencias hicimos el primer cuidado pero tuve que enviarlo a la ortopedia, tenía una fea fractura en su fémur que necesitaría de una cirugía. Era la mitad de la tarde cuando los paramédicos llegaron trayendo a un hombre con un posible caso de brote psicótico.

— Estaba caminando sin rumbo por la carretera, casi provoca un accidente — me relata el paramédico — mientras el hombre sentado en la camilla parecía hablar solo. — No dijo nada coherente desde que lo pusimos en la ambulancia, intentó resistir a nosotros, pero logramos meterlo adentro — terminó de explicar el paramédico, le agradecí y me dediqué a cuidar de mi paciente, él no dejaba que nadie se le acercara, suspiré y lo examiné con la mirada, era un hombre mayor, estaba delgado, muy delgado, por debajo de su gorro era posible ver un pelo caño, largo y enmarañado, la barba en igual situación, tenía los ojos desorbitados y la respiración agitada, olía a suciedad, sin duda hacía tiempo que no cambiaba de ropa y tampoco se duchaba, no olía alcohol, tampoco parecía estar bajo el efecto de alguna droga, entonces de pronto me vino una intuición.

— ¿Quiere algo de comer? — Pregunté al señor que miraba a la habitación intentando buscar una manera de escaparse de allí, con esas palabras logré su atención y lo vi asentir una y otra vez con visible ansiedad.

Pedí a una enfermera que fuera a la cantina por una bandeja de comida, mientras tanto, logré sacarle el nombre, su edad y de su mochila sacó sus documentos del seguro social. Se llamaba Vincent, tenía 55 años, vivía en una zona muy pobre de Seattle y trabajaba recolectado material reciclable, pero con el dinero que lograba de eso ayudaba a una hija y a un nieto discapacitado, poco le quedaba para su propio mantenimiento, estaba caminando por las calles a una semana en busca de más material, no quería volver a casa hasta que tuviera un buen dinero en el bolsillo y no quiso gastar lo poco que había conseguido con comida para sí propio. La enfermera volvió con una bandeja de almuerzo, le entregó y él se puso a comer como si la vida se fuera en ello, comía con tanta prisa que la comida se le escapaba de la boca.

— ¿Qué tal un baño y un cambio de ropa? — Le sugerí cuando el terminó de comer toda la comida, él echó una mirada anhelante a la bandeja ya sin comida sobre su regazo. — Después de que se duche y se cambié le pediré otra bandeja — él prontamente estuvo de acuerdo con mi propuesta.

Pedí a la enfermera que le mostrara el baño de la enfermería y me dirigí a mi coche a coger un cambio de ropa que siempre llevaba en mi maletero, por suerte tenía allí un conjunto chándal que le quedaría algo ancho pero no corto ya que teníamos casi la misma altura. Rápidamente volví a adentrar en el hospital y entregué la ropa a Amelia y le expliqué la situación, ella fue a verificar a Vincent mientras yo revisaba mis demás pacientes.

Una estrella en nuestras vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora