Capítulo 17

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Tras llegarnos a la casa de la abuela Marie para recorrer a Amy, almorzamos con todos los abuelos y estuvimos charlando con ellos durante casi una hora hasta que le sugerí a Bella que se tomara una siesta junto a Amy antes de que tuviéramos que salir hacia el aeropuerto, me gané una mirada extrañada de parte de las mujeres presentes, la abuela, mi madre y Carmen.

— El viaje en coche la mareó — les informé.

— Comí demasiado en el desayuno — explicó mi esposa, sus mejillas poniéndose ligeramente rojas.

— Entonces es mejor que descanses un rato antes de meterse en un avión, hija — estuvo de acuerdo la abuela Marie —, cuando te despiertes tendré hecho un té de manzanilla, una precaución para que no vengas a sentir nada durante el vuelo.

— Gracias, abuela — agradeció Bella sonriendo y abrazándola por la espalda —, te quiero — dijo plantando enseguida un beso en su mejilla.

— Anda, ve a acostarte y deja de adularme y tú también, Amy, apenas dormiste de tan ansiosa que estabas por ver a tus padres.

Amy sonrió con timidez, algo raro y ocultó el rostro en mi pecho.

— También te extrañamos, estrellita — le musité, besando su pelo.

De la mano Amy y Bella dejaron el jardín donde estábamos disfrutando de la brisa del mar y de nuestro momento de conversación.

— Creo que vamos a tener buenas noticias pronto — dijo mi madre a las demás mujeres nada más Amy y Bella adentraren a la casa.

— Sí, lo creo — estuvo de acuerdo Carmen.

— Estoy segura de ello — afirmó la abuela Marie, todas me dirigieron sus miradas.

— Lo sabrán pronto — fue lo único que pude decir, ellas eran demasiado intuitivas.

— Y mi nieta siquiera lo sospecha — se rió la abuela Marie, a lo que yo solo pude asentir.

— ¿Qué que les trae tan emocionadas? — Cuestionó mi padre, quien junto a Eleazar y a Charlie, habían ido a mirar el coche de Eleazar que no estaba encendiendo, todos nosotros partiríamos hoy, mis padres tomarían el mismo vuelo que mis chica y yo, Charlie volaría hacía Port Ángeles y de allí manejaría hacia Forks, Carmen y Eleazar manejarían hasta Tampa. Nuestros demás invitados habían despegado el domingo tras nuestra boda, ya que todos vivían en Seattle y tenían que trabajar el lunes.

— Los planes para mi renovación de votos — contestó Carmen rápidamente, pude oír un suave gruñido de parte de Eleazar.

— Querida, estamos en agosto, nuestro cumpleaños es solamente en enero.

— Lo sé, querido, pero necesito sopesar mis opciones y para eso necesito opciones — le explicó Carmen.

— Bien, bien... — masculló Eleazar, lo que nos causó risa.

Era bueno poder ver a Carmen y a Eleazar siguiendo sus vidas, divirtiéndose y compartiendo momentos con todos nosotros, tras la muerte de Tanya los primeros años fueron muy difíciles para todos, pero principalmente para ellos, sé que el dolor de perder a un hijo jamás nos deja, siquiera me lo imagino, no obstante, me alegraba de poder verlos volver a disfrutar de la vida y que fueran participes del crecimiento de Amy y de los momentos de nuestra familia.

Eran las tres de la tarde cuando todos nosotros nos despedimos de la abuela Marie, con la promesa de volvernos a reunirnos pronto.

Durante nuestro largo vuelo Amy estuvo entretenida viendo películas de Disney y Bella terminó durmiendo dos horas después, mi madre me sonrió desde su asiento al otro lado de la aeronave cuando vio la cabeza de mi dormida esposa descansando sobre mi hombro. Al fin cuando llegamos a Seattle tuve que despertar a Bella y cargar a una dormida Amy, eran casi las 11 de la noche cuando finalmente entramos en nuestra casa, entre Bella y yo cambiamos a Amy y enseguida nos acostamos, demasiados agotados para pensar en otra cosa que no fuera en nuestra cama y en algunas horas de sueño. Dormí de un tirón toda la noche, por la mañana me despertó el sonido de arcadas, busqué a Bella a mi lado de la cama y no estaba, nuestro baño tenía la puerta cerrada, me levanté y caminé hasta la puerta.

Una estrella en nuestras vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora